Özgecan Aslan, de 20 años, desapareció el 11 de febrero y dos días después sus restos aparecieron en un río de su ciudad, Tarsus, en el sur de Turquía. De acuerdo con la prensa turca, la joven estudiante de psicología fue violada y asesinada por el chofer del micro que la llevaba de la facultad hasta su casa. Ella había intentado escapar de su agresor usando gas pimienta.
Con la ayuda de dos cómplices, el chofer intentó borrar los rastros del crimen cortándole las manos y quemando el cuerpo, pero los tres fueron identificados y admitieron lo ocurrido. Están acusados y detenidos desde el domingo.
Pero desde el viernes, cuando la joven fue enterrada, no deja de aumentar la indignación en la sociedad turca. En las redes sociales organizaciones feministas lanzaron una campaña llamada “#sendeanlat” (“#vos también contalo”, en turco) y el hashtag #ÖzgecanAslan era el más usado en la cuentas turcas de Twitter ayer. Tanto personas anónimas como personalidades destacadas, hombres y mujeres, se visten de negro para mostrar su repudio a lo ocurrido y se repiten las manifestaciones multitudinarias.
El rechazo es capitalizado por la oposición. Kemal Kiliçdaroglu, jefe de la principal organización política opositora, el socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP), atribuyó el aumento de la violencia contra las mujeres en Turquía al gobierno del islamista moderado Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que está en el poder desde 2002. “El AKP llegó al poder alegando que la moralidad había sufrido grandes golpes […] pero la democracia y la moral perdieron mucha sangre en todos estos años”, dijo Kiliçdaroglu el domingo.
El presidente, Recep Tayyip Erdogan, es conocido por sus declaraciones polémicas sobre las mujeres. Hace poco consideró “antinatural” la igualdad entre hombres y mujeres, mientras que el vocero del gobierno, Bülent Arinç, se hizo famoso por haber desaconsejado, por “decencia”, que las mujeres rían en público.
Las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres señalan que en los últimos diez años la violencia doméstica aumentó mucho y, según la Organización Turca de Derechos Humanos, desembocó en 294 asesinatos por motivos de género en 2014. De acuerdo con el Ministerio de Justicia, citado por el diario español El País, los asesinatos por motivos de género aumentaron 1.400% desde 2003.
Erdogan dijo que la violencia contra las mujeres es “romper la confianza de Dios”, y visitó a la familia de la víctima. Además, el primer ministro, Ahmet Davutoglu, prometió una reforma con “penas de cárcel de por vida”, aunque descartó la pena de muerte que reclaman algunos integrantes del gobierno. “No como ministra, sino como mujer y madre, pienso que los crímenes de este tipo pueden ser castigados con la pena de muerte”, dijo, según la agencia de noticias AFP, la ministra de la Familia, Aysenur Islam, la única mujer en el Ejecutivo turco.
Sin embargo, los manifestantes y la sociedad civil esperan actos, más que palabras, en un país que en su momento fue el primero en ratificar la Convención de Estambul contra la violencia en contra de las mujeres y la violencia doméstica, en mayo de 2011, cuando ésta fue aprobada por la Unión Europea, antes de entrar en vigor en agosto.