Si bien el nuevo gobierno griego dejó de lado el aspecto más polémico de su propuesta -ya no plantea una quita de su deuda-, ha presentado a los organismos de la Unión Europea (UE) y a los países más grandes del bloque algunas demandas que esos actores no están dispuestos a considerar y que significan un abandono de los planes de ajuste que le habían permitido acceder a financiamiento.

El Ejecutivo del izquierdista Alexis Tsipras pretende aliviar el peso de la deuda mediante mecanismos financieros novedosos, pero no ofreció todavía un plan económico creíble que evite la fuga de depósitos que durante enero alcanzó 8% del Producto Interno Bruto (PIB). Por el contrario, dejó de lado las medidas de ajuste decididas por el gobierno anterior, de Yorgos Papandreu, que eran el pilar del acuerdo con la troika conformada por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El 2 de febrero el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, propuso un nuevo programa para aliviar el peso de la deuda -que asciende a 315.000 millones de euros (175% del PIB)-, que consiste en un intercambio de bonos actuales por otros. La propuesta implica canjear los bonos “basura” emitidos tras los acuerdos con la troika y los grandes países europeos en 2010 y 2011 por dos nuevos tipos de instrumentos financieros. Un primer instrumento son bonos ligados al crecimiento del PIB del país para sustituir la deuda en manos oficiales, lo que significa que sólo pagará en el caso de que Grecia alcance un determinado ritmo de crecimiento. La deuda total que el gobierno griego quiere involucrar con esta primera opción es de 190.000 millones de euros, que actualmente están en manos de los socios del euro y de los mecanismos europeos de rescate. El otro mecanismo es la emisión de deuda perpetua para sustituir los bonos en manos del BCE y que suman unos 27.000 millones.

Con el caballo cansado

La idea de retirar de la mesa de negociación la propuesta de una quita de la deuda fue aplaudida por “los mercados”, que a su vez alabaron la alternativa del canje por bonos perpetuos. Pero esos mercados esta vez cuentan muy poco, porque los inversores privados sólo son dueños de 20% de la deuda griega; el resto está en manos de organismos comunitarios. Tsipras -que dijo contar con el apoyo del gobierno francés- se mantiene en que el objetivo de su partido es “respetar la soberanía del pueblo griego” y aclaró que tiene un “claro mandato” que implica respetar también las reglas de la UE. “Queremos corregir este marco, no romperlo”, dijo. Esta propuesta busca conseguir margen fiscal para llevar adelante las reformas que prometió Tsipras durante la campaña electoral, como el aumento del salario mínimo y las jubilaciones y la revisión de las privatizaciones pactadas en el programa de ajuste, entre otras.

La semana pasada Varoufakis recorrió las instancias europeas claves para explicar el plan de Syriza. En la reunión con el BCE no le fue bien. Después del encuentro el banco anunció que cerrará la canilla que da liquidez a la banca griega, “ante las serias dificultades de Grecia para cerrar con éxito el rescate que está vigente y de acordar una extensión de éste o el inicio de un nuevo programa de ayuda”. De acuerdo con los estatutos del BCE, un bono basura -así están catalogados hoy los títulos públicos y privados emitidos por Grecia- no sirve como garantía para conseguir créditos. La institución había hecho una excepción con Grecia desde 2011 y aceptó que dichos bonos garantizaran los nuevos préstamos porque su gobierno aceptó estar bajo el plan de estabilización. Tras suspender los ajustes, y luego de la decisión de elevar 15% el salario mínimo -lo que lo sitúa por encima del que rige en países de la zona euro cuya mano de obra tiene una productividad muy superior-, el BCE cierra la posibilidad de que Grecia se financie por medio de la emisión de deuda a corto plazo que compraran sus bancos y colocaran en el BCE, por lo que se complican las posibilidades del país de sobrevivir sin un rescate.

De todas maneras, Mario Draghi, el presidente de la institución, le ofreció a la banca griega una última válvula de escape: líneas de financiación de emergencia para evitar el inminente desastre. Pero las líneas de crédito conocidas como ELA son más restrictivas y más caras en términos del interés a pagar por cada euro, por lo que a los bancos y al Estado griego se les endurecen las condiciones de financiamiento.

La gira de Syriza por Europa continuó. Tsipras se reunió en Bruselas con los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, del Consejo, Donald Tusk, y del Parlamento, Martin Schulz, y en los tres casos salió con un sabor amargo.

No me haga emplear métodos que no quiero emplear

Al otro día, el jueves 5, Varoufakis se reunió en Berlín con su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble. Según los diarios europeos, se esforzó por mostrarse como un potencial socio alemán y hacer pasar la situación de su país como una “oportunidad para la zona euro”. Pero nuevamente no le fue bien. Insistió en la necesidad de un “programa puente” hasta mayo para debatir cómo solucionar “de una vez por todas” la crisis de su país. Varoufakis exigió “una oportunidad para mostrar” sus propuestas y aclaró que no se trata de obtener más dinero de los socios europeos, sino de modificar las prioridades de los programas de reformas en Grecia. “Nuestros amigos no nos han facilitado poco, sino demasiado dinero. El problema es que 90% de ese dinero se ha empleado en fines equivocados”, dijo. Según el diario El Mundo de España, la respuesta del ministro teutón fue rápida: “Estamos de acuerdo en que estamos en desacuerdo”.

Schäuble se refirió varias veces a los acuerdos pactados con anteriores gobiernos griegos e insistió en que deben ser cumplidos. “Está claro que en Grecia ha habido elecciones y que debemos respetar la decisión soberana del pueblo griego, pero es que en los demás países europeos los gobiernos también hemos sido elegidos democráticamente y también tenemos mandatos que cumplir y responsabilidades con nuestro electorado”, dijo. “Grecia debe seguir negociando con las tres instituciones, la CE, el BCE y el FMI; algo que forma parte de los que hemos acordado en los planes de ayuda”, destacó. Además mostró su convicción de que “Grecia pertenece al euro”, buscando reafirmar que el acuerdo monetario supranacional sigue firme, algo que al gobierno de Angela Merkel le importa mucho.

No te hagas el superado

Varoufakis jugó otra carta política. Apeló al argumento de “la obligación moral” que tiene Alemania, recordando que a su vuelta a Atenas tendría que asistir a una sesión del Parlamento griego, “en el que el tercer partido más votado no es un partido neonazi” sino “un partido nazi”, en referencia a Amanecer Dorado. “Alemania puede estar orgullosa de haber superado ese capítulo negro de su historia”, dijo, pero advirtió sobre el peligro de que este tipo de ideologías ganen poder en diferentes países.

Días antes, Varoufakis había dicho al diario inglés Financial Times que golpearían a los grandes evasores fiscales para conseguir un superávit fiscal de 1,5% del PIB. El ministro de Economía y vicecanciller de Alemania, Sigmar Gabriel, recogió el guante y solicitó a los socios miembros de la UE que congelen las cuentas de los ciudadanos griegos que hayan defraudado al fisco heleno. “Si el nuevo gobierno griego se va a tomar ahora en serio la lucha contra la corrupción y la evasión fiscal, entonces toda la UE debería apoyarlo de manera activa”, dijo. Asimismo, Kurt-Georg Wellmann, diputado de la Unión Cristianodemócrata, el partido de Merkel, insistió en que Grecia debe cobrar impuestos a los millonarios griegos “antes de meterles la mano en el bolsillo a los alemanes”. Se hizo así eco del 62% de los alemanes que según las encuestas está en contra de otorgar nuevas ayudas a Grecia.

Según algunas estadísticas publicadas en medios alemanes, cuatro de cada cinco griegos adinerados evaden impuestos, y ésa es la principal conclusión de un estudio realizado por la Autoridad de Auditoría de Contribuyentes de Grecia. Sus inspectores han investigado más de 500 casos de evasión entre grandes contribuyentes, y descubrieron que el impago de impuestos se debe a la corrupción y a una legislación parcial.

Defensores del abismo

El destacado académico y premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz señaló que la austeridad como política para sacar a Grecia de su situación ha fallado y que parte de su deuda debe ser condonada. “Hay un miedo de que si se permite a Grecia reestructurar su deuda se meterá en problemas otra vez, así como lo harán otros. Esto es una auténtica tontería”, destacó. Sin embargo, Grecia tiene un largo historial de problemas de deuda y varias veces ha caído en default, además de que las decisiones recientes parecen ir en sentido contrario a lo que se necesita para evitar la salida de capitales.

Stiglitz también se hace eco del gobierno griego y destaca en dicho artículo (ladiaria.com.uy/UGf) que “si Europa le dice que no a las demanda de cambios de los votantes griegos, está diciendo que la democracia no importa, al menos en el terreno económico”. Si bien es incuestionable el derecho de las personas de elegir su futuro, debería tenerse presente que lo que Grecia pide es que los ciudadanos de otros países financien parte de las obligaciones contraídas por sus gobiernos, algo a lo que, en honor a esa misma democracia, podrían negarse a aceptar.

Grecia vive por estos días una importante fuga de depósitos, y la respuesta del sistema político recuerda la que se vivió en Argentina en 2001. Por ahora está conectado -no se sabe por cuánto tiempo más- al respirador artificial del BCE, pero sus planes de estabilización no parecen generar credibilidad ni en los mercados, ni en los organismos comunitarios, ni en los demás gobiernos de la zona euro. Lo que se le reclama desde Europa es que presente un plan en lugar de pedir tiempo, ya que la posibilidad de que el país salga del euro es real, así como el impacto que este hecho tendría sobre los demás países europeos, pero en particular sobre los griegos.