En 1999 Croacia -de mayoría católica- denunció ante la corte de La Haya a Serbia -de mayoría ortodoxa- por genocidio. A su vez, Serbia presentó la misma denuncia contra Croacia en 2010. Pero la intención de cometer un genocidio, “aniquilando una población en su conjunto o en parte”, no pudo ser demostrada, explicó ayer el presidente de la CPI, Peter Tomka.

La CPI entendió (por 15 votos a favor y dos en contra) que no está demostrada la intención serbia de destruir del todo o en parte a la comunidad croata mediante los operativos militares que expulsaron a los habitantes de las ciudades de Slavonia y Dalmacia. Por unanimidad, el tribunal también concluyó que Croacia no cometió un genocidio cuando lanzó, en 1995, un ataque contra los separatistas serbios en la región de Krajina (fronteriza con Bosnia) que causó un éxodo de cientos de miles de civiles.

“Los actos de limpieza étnica pueden ser parte de un proyecto de genocidio, pero sólo si hay intención de aniquilar físicamente a la comunidad a la que se apunta”, dijo Tomka. La corte sí responsabilizó a los dos países de matanzas masivas de civiles durante el conflicto, en el marco de la desintegración de la antigua Yugoslavia.

El presidente saliente de Croacia, Ivo Josipovic, manifestó ayer su descontento, y su par serbio, Tomislav Nikolic, consideró “alentador” el fallo, aunque dijo estar “decepcionado” de que no se haya reconocido el genocidio en contra de los serbios de Croacia.

Josipovic, que es un experto jurídico, lamentó que el tribunal haya rechazado juzgar a Serbia por lo ocurrido antes del 27 de abril de 1992, cuando ese país ingresó a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. “De esta forma, automáticamente han sido descartados los mayores crímenes, los cometidos anteriormente a esa fecha”, consideró. Además dijo que las relaciones entre ambos países no podrán ser normales mientras no se conozca el destino de los desaparecidos en el conflicto.

Para Nikolic, la sentencia corrige “estereotipos de la comunidad internacional” sobre el papel de Serbia en las guerras de aquellos años, y se alegró de que “la instancia más alta de Naciones Unidas” haya “confirmado que las fuerzas croatas cometieron crímenes masivos contra los serbios en Croacia”.

La presidenta croata electa, la conservadora Kolinda Grabar-Kitarovic, que asume el 19 de febrero, tiene una postura mucho más nacionalista y antiserbia que su antecesor. Durante su campaña, la futura mandataria hizo declaraciones que ofendieron a los serbios de Croacia y a Belgrado. Además, el actual presidente serbio, Tomislav Nikolic, que gobierna desde 2012, también es nacionalista, al igual que su primer ministro, Aleksandar Vucic.

La reciente liberación, por motivos de salud, del líder radical serbio Vojislav Šešelj, acusado por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia de crímenes de guerra en Croacia, ya había generado roces. Šešelj hizo declaraciones que indignaron a Croacia y que Belgrado no condenó. En respuesta, el gobierno croata reiteró su amenaza de vetar el ingreso de Serbia a la Unión Europea.