La organización Médicos Sin Fronteras (MSF), la primera que alertó sobre la gravedad del brote de ébola que ayer cumplió un año desde que se declaró en Guinea Conakry, denunció el “fracaso global” que significó la respuesta a este virus. El brote, que no fue considerado grave hasta agosto, ya causó más de 10.000 muertes, la mayoría en Guinea y en sus países vecinos, como Sierra Leona y Liberia. Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), presentado la semana pasada, en Guinea hubo 3.389 casos, y de esas personas 2.224 murieron. Liberia tuvo 9.526 enfermos en total y 4.264 muertos, mientras que Sierra Leona reportó 11.751 casos, 3.691 mortales. También hubo enfermos en Malí, Nigeria y Senegal, en números mucho menores, y algunos afectados llegaron a España, Reino Unido y Estados Unidos, donde uno de ellos murió.

“Debemos aprender de las lecciones de este brote: desde la debilidad de los sistemas de salud en los países en desarrollo hasta la parálisis y la lentitud de la ayuda internacional”, manifestó MSF en su comunicado.

Aunque la OMS declaró la emergencia sanitaria en agosto, y se multiplicaron las medidas sanitarias, los casos siguen apareciendo. Liberia, que llevaba casi un mes sin registrar nuevas infecciones, anunció la semana pasada la detección de un nuevo caso. El ministro de Defensa de Liberia, Brownie Samukai, dijo en setiembre ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: “Liberia enfrenta una seria amenaza para su existencia como país. El virus mortal Ébola desencadenó una interrupción del funcionamiento normal del Estado”.

En Sierra Leona, el presidente Ernest Koroma anunció el sábado que toda la población deberá permanecer en sus hogares desde el viernes 27 hasta el domingo 29 como medida para frenar las contaminaciones, y que se realizará una campaña de sensibilización de la población. En setiembre, los seis millones de habitantes del país ya habían tenido que quedarse encerrados varios días, con el mismo objetivo.

Pero en los tres países más afectados, los únicos donde sigue habiendo casos de esta enfermedad, la lucha contra esta fiebre hemorrágica supuso cerrar escuelas y fronteras, aislar pueblos o edificios enteros, prohibir festividades, velorios y ceremonias ancestrales. Esto permitió una baja de los contagios, pero también implicó un debilitamiento de estas sociedades, que vieron afectadas durante meses la educación de sus niños y su economía, por el impacto sobre el comercio y la actividad de la población en general. Además, a una estructura sanitaria y social débil y a los altos índices de pobreza se sumó ahora la situación de 16.000 niños que quedaron huérfanos debido a la enfermedad.

Los tres países se pusieron la meta de ser declarados libres de ébola para fines de abril. Pero en cualquier caso, según el Banco Mundial, a fin de año la epidemia habrá costado 32.000 millones de dólares, y Liberia y Guinea van a entrar en crisis económica. Coincidiendo con Samukai, esa institución advierte que está en juego “la propia supervivencia” de los países afectados.

En Liberia se establecieron protocolos con ayuda de UNICEF para que los niños puedan regresar a la escuela. Éstos implican tomarles la temperatura a los alumnos al llegar, y controlar que se laven las manos antes de entrar a las aulas. “A causa de este brote, la educación de un millón de niños en Liberia fue interrumpida”, sostuvo UNICEF en un comunicado.

Como consecuencia del ébola aparecen más desafíos. De acuerdo con la agencia de noticias AFP, en algunos barrios pobres de Monrovia, la capital de Liberia (país que además se recupera de una guerra civil), el sarampión está costando vidas y dejando secuelas graves en miles de niños, debido a que se desatendió la vacunación por la crisis causada por el ébola. Guinea Conakry y Sierra Leona también están expuestos a un repunte de esa enfermedad, que podría convertirse en epidemia porque se vacunó 75% menos de lo previsto.