En Yemen la Primavera Árabe, de principios de 2011, y los cambios que la siguieron se debieron más bien a rivalidades tribales. El presidente Ali Abdullah Saleh, que cedió el poder en 2012 después de 34 años, pertenece al zaydismo, una rama del islam chiita, mientras que la mayoría de su población es sunita.
El actual presidente y sucesor de Saleh, Abdo Rabu Mansur, huyó a Arabia Saudita la semana pasada debido al avance de milicianos chiitas, de la tribu hutí, que tomaron la capital, Saná, hace meses, y que amenazan ahora a la ciudad en la que se había instalado el gobierno, Adén. Los estados sunitas del Golfo Pérsico mudaron sus embajadas a esa ciudad, la más importante del país, mientras que otros países cerraron las suyas. Adén es además clave porque controla el estrecho de Bab al Mandeb, la entrada al Mar Rojo, por donde pasan alrededor de 20.000 barcos por año.
Como si fuera poco, Al Qaeda en la Península Arábiga, la rama más activa de esa organización, tiene su feudo en el país y lucha tanto contra los hutíes como contra el gobierno de Mansur. Además, la otra gran organización islamista armada, Estado Islámico, cobra fuerza en Yemen e intenta suplantar a Al Qaeda.
Los hutíes, rebeldes chiitas que representan una minoría del norte del país relegada por el gobierno sunita, cuentan -según distintos medios y actores cercanos al poder sunita- con el apoyo de Saleh, que aún controla la mayoría de las unidades del Ejército yemení, y que según sus rivales se propone aprovechar el caos para recuperar el poder. Saleh niega estas acusaciones. En ese contexto fue que una coalición de países árabes, liderada por el gobierno sunita de Arabia Saudita, lanzó un operativo militar aéreo sobre Yemen, para frenar el avance de los hutíes.
El sábado, Saleh hizo un llamado a los líderes árabes, que estaban reunidos desde ese día en la ciudad egipcia de Sharm al Sheij, para que detuvieran su ofensiva. Pidió reanudar las conversaciones sobre una transición política en Yemen, auspiciadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y dijo : “Vayamos al diálogo y a las elecciones, y les prometo que ni yo ni ninguno de mis parientes nos postularemos a la presidencia”.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, también pidió que se resuelva de forma “pacífica” la crisis en Yemen, y resaltó que las negociaciones auspiciadas por su organismo son “la única opción” para terminar con el conflicto.
Por su parte, el canciller yemení, Riad Yasin, en entrevista con la agencia de noticias Efe, acusó a la Guardia Revolucionaria de Irán de apoyar a los rebeldes hutíes y consideró que es “inevitable” una operación terrestre contra ese grupo. Agregó que su gobierno tiene pruebas del apoyo iraní al movimiento chiita, que según dijo es “grande” desde hace varios años y “se duplicó de manera constante últimamente”. Dijo que esto es así al punto de que los aviones que bombardearon el palacio presidencial en la ciudad de Adén fueron piloteados por iraníes.
El propio Mansur dijo el sábado ante la Liga Árabe que los rebeldes chiitas “conspiran con Irán contra la unidad de Yemen” y provocan “discordias sectarias y regionales”.
En este marco, Yasin dijo a Efe: “La intervención terrestre es inevitable porque los hutíes y Saleh están intentando propagar el caos sobre el terreno y provocar una guerra callejera contra los inocentes”. Arabia Saudita, que lidera la coalición que interviene en Yemen junto a tropas de Kuwait, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Egipto, Jordania, Marruecos y Sudán, manifestó que no piensa enviar tropas de momento, pero no descartó hacerlo “en caso de necesidad”.
En este contexto, que se suma a la situación también compleja que atraviesa Libia, es que los presidentes de la Liga Árabe acordaron ayer conformar una fuerza militar de intervención conjunta a la que se puedan adherir los estados que quieran, que enfrente la expansión de los grupos islamistas armados en Medio Oriente y también la influencia iraní.