Robin reconstruyó lo sucedido en la cabina de mando del avión durante el viaje en base al contenido de una caja negra que se encontró el martes. Dijo que en los primeros 20 minutos del vuelo “todo parecía normal”, que luego el copiloto, Andreas Lubitz, comenzó a dar al piloto respuestas “lacónicas, breves”, y que más adelante el piloto le pidió a su número dos que tomara el mando del vuelo porque iba a salir de la cabina, probablemente para ir al baño.

De acuerdo con el fiscal, el copiloto “aprovechó” ese momento para “manipular el botón de pérdida de altitud” y accionar voluntariamente los controles para hacer descender el avión. Durante los últimos diez minutos se escucha al piloto que se identifica y pide a Lubitz que le permita acceder a la cabina, algo que sólo es posible hacer desde dentro. Los golpes del piloto a la cabina son cada vez más violentos, “como si tratase de tirar abajo la puerta”, dijo Robin. Lubitz no responde ni al piloto ni a los controladores franceses que, alertados por un rápido descenso sobre los Alpes (a unos 1.000 metros por segundo), lanzan un mensaje de socorro. El fiscal aseguró que Lubitz estuvo vivo hasta el final, porque la caja negra registra su respiración, que parece “normal”. También precisó que los pasajeros se dieron cuenta de lo que iba a suceder a último momento: recién en los últimos segundos previos al impacto se escuchan sus gritos.

Los pilotos cuentan con un código especial, con el cual se puede acceder a la cabina de mando desde afuera. Se desconoce si el piloto del avión recurrió a él y, en todo caso, este método puede fallar si desde dentro de la cabina se bloquea el acceso o si falla el sistema.

“En este momento nada permite decir que se trate de un atentado terrorista”, afirmó Robin, y precisó que Lubitz, un ciudadano alemán, no figura en ningún listado de presuntos terroristas. Pidió a las autoridades de ese país que reúnan la mayor cantidad de información posible acerca de él, y ayer su casa en Alemania fue allanada por la Policía.

La compañía a la que pertenece Germanwings, Lufthansa, manifestó que realiza evaluaciones a su personal de cabina tanto en lo técnico como en lo psicológico. Lubitz fue evaluado en enero y sus resultados no mostraron ninguna anomalía. Medios europeos informaron que el copiloto, de 27 años, vivía con sus padres y entró a Germanwings en 2013. Destacan que lo único que tiene apariencia sospechosa es que interrumpió su formación durante varios meses, al parecer por una depresión. Sus vecinos y compañeros de trabajo han dicho a los medios que era una persona alegre y amable, y que les resulta sorprendente la posibilidad de que haya provocado el accidente.

Si se confirma la teoría del fiscal, no sería la primera vez que un piloto estrella un avión de manera deliberada. El último antecedente es de 2013, cuando el piloto de un vuelo de Maputo a Luanda causó la muerte de 34 personas. En 1999 se sospechó que la caída de un Boeing 767 de EgyptAir, en la que murieron 217 personas, también fue causada por el copiloto, pero no llegó a probarse; y en 1997 más de 100 personas murieron cuando un avión que iba rumbo a Singapur se estrelló. El piloto, se dijo, sufría “múltiples dificultades vinculadas con el trabajo”.