El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, fue abucheado el domingo, cuando dio un discurso al comienzo de una actividad deportiva para rendir homenaje a militares y policías caídos en el conflicto armado. Allí, en la Carrera de los Héroes 10k, en Bogotá, el presidente tuvo que levantar su voz para lograr que se escuchara sobre los gritos de “No más FARC” que la tapaban. Ese eslogan cobró fuerza desde el miércoles, cuando un ataque de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dejó 11 soldados muertos y otros 24 heridos en un municipio rural llamado Buenos Aires.

Fue la acción armada que más muertes causó desde que comenzaron las conversaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla, y generó indignación en Colombia. Cientos de personas llevaron flores y velas a cuarteles en todo del país en homenaje a los soldados muertos, y miles participaron en marchas o acompañaron los entierros. “Entiendo su dolor, entiendo su rabia, por eso es que tenemos que seguir perseverando hasta la victoria, que es la paz de nuestro país, para que no haya más soldados caídos, para que no haya más soldados heridos en combate”, dijo Santos, a quienes no lo dejaban hablar, de acuerdo con la crónica de la agencia de noticias Efe. “No es el momento de dividirnos, es el momento de unirnos todos” para lograr la paz, insistió.

El ataque del miércoles golpeó el proceso de diálogo y puso en entredicho el cese del fuego que la guerrilla declaró de manera unilateral. Además, decidió al gobierno a terminar su propio alto el fuego y retomar los bombardeos contra posiciones de las FARC. En uno de éstos murieron el sábado dos guerrilleros.

Según la versión oficial, el ataque en Buenos Aires fue cometido mientras los soldados dormían, y el gobierno lo calificó como un crimen de guerra. “Un ataque donde se causan daños y sufrimientos innecesarios está prohibido por el Derecho Internacional Humanitario”, dijo el fiscal general Eduardo Montealegre. Agregó que “cuando los miembros de las Fuerzas Armadas permanecen fuera de combate o en una condición análoga, gozan del estatus de persona protegida”, y en esas circunstancias un atentado contra ellos “se considera una infracción al Derecho Internacional Humanitario”.

Por su parte, las FARC dijeron en un comunicado que se trató de una “acción defensiva”. Además, manifestaron que ya han denunciado “ataques premeditados de la Fuerza Pública” que causaron muertes en sus filas.

Otra reacción al ataque del miércoles fueron los llamados a poner plazos al proceso de paz. El propio Santos argumentó públicamente a favor de ponerles una fecha a estas negociaciones para llegar a un acuerdo y evitar que se prolonguen de manera indefinida. “Llegó la hora de acabar la guerra, la paciencia se nos agota. Hay que ponerle plazos a este proceso”, dijo el presidente.

Su principal rival político, Álvaro Uribe, firme opositor al proceso de paz, fue quien capitalizó la indignación que causó el ataque. Canceló un viaje a Brasil para asistir al funeral de uno de los soldados, Óscar Blanco, en el norte del país, a pedido del padre del militar, Pablo Blanco. Según informó Efe, en la televisión se pudo ver a este hombre, un campesino pobre, decirle a Uribe llorando que “el pueblo lo pide, lo reclama”.

Uno de los negociadores de las FARC, Pablo Catatumbo, se refirió a la decisión del gobierno de terminar su cese del fuego: “La solución no es reanudar los bombardeos. En Colombia desde que comenzó la guerra están bombardeando y ¿acaso ha servido para algo? Sólo para aumentar los muertos”.

La guerrilla mantendrá su alto el fuego unilateral mientras no sea “objeto del asedio permanente de las tropas”, dijo ayer el jefe de la delegación de las FARC en La Habana, Iván Márquez. Agregó que “hay que entender que hay acciones ofensivas que se despliegan en el marco de la legítima defensa”, y que las FARC están “muy en serio caminando el sendero de la paz”.

Poco después, el jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de la Calle, dijo que la responsabilidad por los muertos que dejó el ataque del miércoles “recae exclusivamente en las FARC”; y que “el camino construido de confianza y esperanza ha sido lastimado”, pero que se debe seguir dialogando porque “poner fin a la guerra es más imperativo ahora que nunca”. Sin embargo, aclaró: “No estamos dispuestos a permanecer indefinidamente en la mesa ni a pactar a cualquier costo”.