Nació en diciembre de 1942, hijo menor de una familia de 23 hermanos. Es originario del norte de Nigeria y se formó en Kaduna. Esa ciudad supo ser la cuna y el feudo de los dirigentes autocráticos, antes de que su país optara por la democracia a fines de los años 90. Como esos dirigentes de otros tiempos, Muhammadu Buhari, que fue electo presidente de Nigeria el fin de semana, fue general de infantería y además fue uno de esos gobernantes autocráticos. Entre 1983 y 1985 gobernó durante 20 meses con mano dura, imponiendo la noción de “disciplina” en el sentido más literal y militar de la palabra. Aplicó a los funcionarios lo que él mismo llamó la “guerra contra la indisciplina”, sometiendo a castigos físicos a los que llegaran tarde, por ejemplo.

Alcanzó el poder por un golpe de Estado y lo abandonó de la misma manera. Durante su primera presidencia apresó a sus opositores (entre ellos el músico ya fallecido Fela Kuti), impuso una drástica austeridad económica y limitó por ley la libertad de prensa. El enviado especial del semanario francés L’Express recordó, incluso, que ordenó ejecutar en público, en una playa de la ciudad de Lagos, a tres supuestos traficantes de droga. Además, echó a los extranjeros residentes en el país y también al Fondo Monetario Internacional, aunque su política económica no se alejó mucho de lo que pedía ese organismo.

Un episodio muy conocido de su presidencia anterior fue el secuestro, por parte de sus funcionarios, de un ex ministro acusado de corrupción que estaba prófugo en Londres. Las autoridades británicas rescataron al ex funcionario de una “caja diplomática” que iba a viajar en un avión con destino a Nigeria. También contra Buhari hubo acusaciones de corrupción, pero nunca fueron comprobadas, algo que le vale el respeto de la población.

“No puedo cambiar el pasado, pero puedo cambiar el presente y el futuro. Tienen frente a ustedes a un demócrata convertido”, dijo Buhari durante la campaña electoral que le dio la victoria de este fin de semana. El flamante presidente se casó dos veces (se divorció en 1988 cuando salió de la cárcel a la que lo había mandado su sucesor en la presidencia) y tuvo diez hijos. Su actual esposa, Aisha Halilu, hija de un ex ministro, es investigadora universitaria y muy activa en Twitter, igual que su marido, que hizo campaña en las redes sociales. “Vamos a construir una nueva Nigeria, así como prometió mi marido”, dijo Halilu al conocer la victoria, según la agencia de noticias AFP. “Va a ser difícil. Las expectativas son inmensas”, agregó.

Buhari es el primer opositor que gana una elección en Nigeria, y lo hizo al frente de una coalición multipartidaria, el Congreso de todos los Progresistas, fundado en 2013. Fue su cuarto intento desde 2003 de llegar al poder por las urnas, pero hasta ahora su condición de musulmán lo alejaba de la mayoría cristiana del sur. Esta vez, además del apoyo de la alianza opositora, el avance de la milicia islamista Boko Haram cambió el panorama.

El presidente electo fue criticado en su momento por estar a favor de que se aplique la ley islámica en los 12 estados del norte, en los que la mayoría de la población es musulmana, e incluso de que pueda aplicarse en todo el país. Pero durante la campaña se desdijo, aseguró que está a favor de la libertad de culto, y recordó que cuando ejerció la presidencia no aplicó la sharia en todo el país. En su momento, hasta estuvo entre las personalidades que Boko Haram consideraba aptas para servir de intermediaria en negociaciones con el gobierno. Pero con el secuestro de unas 200 estudiantes, Buhari -padre de ocho hijas- cambió de postura y calificó a los miembros de esa organización de “fanáticos sin cerebro disfrazados de musulmanes”. Para este militar, que Nigeria tenga que pedir ayuda a otros países para luchar contra Boko Haram es una “humillación”.

Buhari sobrevivió a un atentado de Boko Haram que dejó 82 muertos en mayo de 2014. En ese momento, su esposa pidió la renuncia del presidente, Goodluck Jonathan, a quien acusó de ser permisivo con ese grupo armado, que después se alió a la organización jihadista Estado Islámico. La incapacidad que demostró Jonathan a la hora de detener a Boko Haram, sumada a la reputación de inflexible que tiene Buhari, probablemente fue un elemento que definió la elección.