“En términos morales, mis acciones me convierten en culpable [...] Comparezco ante las víctimas con remordimiento y humildad”, dijo ayer ante la Justicia alemana Oskar Gröning, de 93 años, conocido en Alemania como el “contable de Auschwitz”. Cuando Gröning tenía 21 años era un férreo partidario nazi y se incorporó a las SS. Tenía algo de experiencia como funcionario contable y lo enviaron a Auschwitz, donde se encargó de confiscar las pertenencias valiosas de quienes llegaban al campo y de enviarlas a Berlín, para financiar el nazismo.

Gröning permaneció en las SS hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. La Fiscalía lo acusa de haber sido cómplice en el asesinato en las cámaras de gas de unas 300.000 personas, que eran parte de un grupo de 425.000 que fueron enviadas al campo de exterminio en la “operación Hungría”. A diferencia de la mayoría de los juzgados por su participación en los crímenes del régimen nazi, Gröning reconoció qué tipo de lugar era Auschwitz: “A mi edad, es mi deber afrontar lo que viví y responder a aquellos que lo niegan, que afirman que Auschwitz no existió. Yo vi los crematorios, vi las fosas. Crean lo que digo. Todas esas atrocidades sucedieron. Yo estuve allí”.

La tropa que integraba Gröning huyó de Auschwitz y se rindió ante los británicos. Con el final de la guerra, Gröning volvió a su casa, donde se reunió con su esposa, a la que le dijo: “Hacenos un favor a los dos y evitá las preguntas”.

En una de las pocas entrevistas que dio, dijo que “es un error presuponer que el hecho de pertenecer a un amplio círculo de personas que vivían en una guarnición donde tuvo lugar el exterminio de los judíos ya confiere un aura de criminal”, antes de preguntarse si tenía que “fustigarse” por haber sido parte del nazismo. En la audiencia judicial de ayer dijo: “Yo no llegué a dar una bofetada a nadie”. Pero agregó: “Respecto de si soy culpable en términos legales, ustedes decidirán”.

Quienes ocuparon cargos de poca responsabilidad en la administración nazi no habían sido juzgados hasta 2011, cuando fue condenado Ivan Demjanjuk, un guardia voluntario del campo de exterminio de Sobibor, condenado como cómplice de asesinatos masivos.