En total, 142 estudiantes de la Universidad de Garissa, la mayoría de ellos cristianos de origen humilde, murieron en un ataque que comenzó en la madrugada del jueves. Ese centro universitario es el único estatal de todo el nordeste del país. La ciudad de Garissa está situada en el este de Kenia, cerca de Somalía, y su población es en su mayoría de etnia somalí y de confesión musulmana.
De la población de Kenia, 80% es cristiana, pero hay en el país una fuerte minoría somalí, compuesta por kenianos y por inmigrantes de Somalía y otros países. Esa etnia, que suele ser de culto musulmán, vive en su mayoría en Somalía, pero el recorte colonial de África hizo que parte de su territorio se encuentre hoy repartido también entre Kenia, Etiopía y Djibuti, los países vecinos.
Esta minoría sufre exclusión en Kenia, donde es mayoría en el este, en la frontera y la costa. Los ataques de Al Shabab en ese país alimentan la estigmatización de los somalíes, lo que a su vez convierte a esa comunidad en fuente de reclutas para esta organización nacida en Somalía en 2006, que se declara defensora de los derechos de esa comunidad y tiene ramificaciones en Kenia.
Además de los estudiantes, murieron tres policías y tres militares en el ataque a la universidad, que duró 14 horas. Se prolongó tanto en parte gracias al tiempo que demoraron las fuerzas especiales kenianas para llegar por tierra desde la capital, Nairobi, situada a unos 320 kilómetros de Garissa. Según el ministro del Interior, Joseph Nkaissery, otras 104 personas resultaron heridas, y algunos de los sobrevivientes fueron enviados a Nairobi, al igual que los cuerpos, algo que genera desesperación entre familiares de estudiantes, que no logran comprobar si sus seres queridos pudieron salvarse.
El mismo jueves, el gobierno de Kenia prometió unos 213.000 dólares a quien capture a Mohamed Kuno Mohamud, el presunto cerebro de ese operativo y otros ataques. Mohamud es un ex profesor keniano de etnia somalí que enseñó en una escuela coránica antes de convertirse en un líder de Al Shabab, y del que se cree que está en Somalía.
En medio del operativo militar y policial que puso fin al ataque, murieron cuatro islamistas. “Uno de los cuatro shabab que atacaron la Universidad de Garissa […] fue identificado como Abdirahim Abdullahí”, dijo el vocero del Ministerio del Interior, Mwenda Njoka. Se trata de un joven originario de la región de Mandera, en el noreste fronterizo con Somalía. Abdullahí se había recibido en la Facultad de Derecho de Nairobi. Su padre es un funcionario de la zona de Mandera y, según Njoka, había advertido en 2013 que su hijo estaba desaparecido y que se podía haber ido a Somalía. Hasta ayer, los cuerpos de los otros tres supuestos atacantes no se habían identificado. Además, las autoridades anunciaron que cinco sospechosos están detenidos: un guardián keniano del campus, de etnia somalí, que podría haber ayudado a los atacantes a ingresar, un ciudadano de Tanzania, que fue encontrado escondido con granadas, y otros tres hombres que intentaban huir hacia Somalía, según las autoridades.
Durante el fin de semana surgieron muchos testimonios de sobrevivientes del ataque. Éstos coincidieron en que los atacantes primero dispararon con armas automáticas y tiraron granadas al azar, y luego, al ingresar al edificio en el que dormían cientos de estudiantes, separaron a cristianos de musulmanes. En algunos casos, lo hicieron con criterios étnicos, en otros, según la capacidad de recitar un capítulo del Corán. Los musulmanes fueron liberados y los cristianos asesinados. Según la agencia de noticias AFP, los testimonios también revelan que algunas de las víctimas fueron obligadas, antes de que las mataran, a revolcarse en la sangre de sus compañeros, o a llamar por teléfono a sus padres para pedir el retiro de las tropas kenianas de Somalía.
El sábado, una estudiante de 21 años fue liberada con vida del armario en el que permaneció escondida tres días. Otros de los sobrevivientes se salvaron gracias a que se pasaron la sangre de sus compañeros por el cuerpo para hacerse pasar por muertos. Además, los atacantes les desearon irónicamente “felices vacaciones de Pascua” a sus víctimas en el idioma nacional de Kenia, el swahili.
Los milicianos de Al Shabab se enfrentan a la fuerza militar conjunta que desplegó en Somalía la Unión Africana desde 2007 para combatirlos, y ésta los está debilitando. En represalia, esa organización islamista afiliada a Al Qaeda realiza cada vez más ataques en Kenia, aunque se registran ataques islamistas en ese país desde 1998, cuando Al Qaeda reivindicó un atentado contra la embajada estadounidense en Nairobi, que dejó 213 muertos. La milicia justifica sus ataques por la presencia de tropas kenianas en Somalía y por la discriminación que sufre la población de origen somalí en Kenia. Uno de los mayores ataques de Al Shabab en este país fue en 2013, en un centro comercial de Nairobi, en el que murieron 67 personas.
El sábado, el presidente somalí, Uhuru Kenyatta, dio un discurso en el que pidió unidad a los kenianos. “Nuestra rabia justificada no puede desembocar en ninguna estigmatización”, advirtió adelantándose a lo que ocurrió luego de ataques anteriores, cuando inmigrantes de etnia somalí fueron señalados como sospechosos y sufrieron abusos policiales. Dirigentes musulmanes de Kenia también advirtieron sobre posibles reacciones violentas en contra de los somalíes, algo que hasta ayer no había ocurrido.
Al Shabab, que dejó más de 400 muertos en Kenia desde mediados de 2013, reivindicó el ataque y anunció a ese país “una larga y horrible guerra” hasta que se detenga la “opresión” en contra de los musulmanes, y la “ocupación de tierras musulmanas” por parte de las autoridades de Nairobi. La semana pasada, las autoridades anunciaron que van a empezar las obras de construcción de un muro en 700 kilómetros de frontera con Somalía, para evitar que ingresen combatientes de Al Shabab.