En medio de dificultades en la relación de su gobierno con el Congreso y con su principal aliado, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la presidenta Dilma Rousseff decidió suprimir la Secretaría de Relaciones Institucionales, encargada de la articulación política entre el Ejecutivo y el Congreso, y atribuir varias de sus funciones al vicepresidente, Michel Temer. El designado es presidente del PMDB y además lidera al sector del partido que está más cerca del gobierno.

En Brasil son relativamente comunes los cambios institucionales de este tipo, en particular la creación y supresión de ministerios, pero estas modificaciones parecen estar motivadas por la crisis política: la popularidad de Rousseff roza los mínimos históricos, la mandataria está enemistada con los presidentes de ambas cámaras, que pertenecen al PMDB, y el Congreso mantiene bloqueado un ajuste fiscal que según el gobierno permitiría encaminar la economía brasileña, que atraviesa momentos críticos.

Al darle protagonismo a Temer, Rousseff aumenta también el del PMDB en la coalición, y también refuerza el del sector más oficialista de ese partido, en demérito del liderado por el presidente de Diputados, Eduardo Cunha. Además, gana a un muy buen negociador, que intentará aplacar en el Congreso las resistencias a los proyectos del Ejecutivo.

Después de recibir las nuevas atribuciones, Temer aseguró que toda la base aliada “tiene que estar reunificada en torno a los proyectos del gobierno”. Acto seguido se reunió con los líderes de los partidos socios del gobernante Partido de los Trabajadores para empezar a negociar la aprobación del ajuste fiscal.