La economía más grande de la región no logra despegar y el ánimo negativo parece contagiarse desde los inversores a los consumidores, que prefieren ser cautos en sus compras. El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil fue el año pasado de apenas 0,1%, y de esa manera escapó por poco a una recesión. El dato confirmó que la economía estaba muy lejos del firme crecimiento que tuvo años atrás y que la posicionó como una de las seis más grandes.

En 2013, el crecimiento había sido de 2,7%, con lo que el gobierno de Dilma Rousseff había evitado la recesión que todos aguardaban. Más aun, el Banco Central brasileño preveía una retracción de 0,1% en 2013 y la cifra final trajo cierto alivio para la presidenta, que enfrentaba las demandas de la clase media brasileña y estaba a las puertas de las elecciones.

El viernes se divulgaron los datos oficiales sobre 2014, y éstos indicaron que el año pasado Brasil tuvo su peor desempeño económico desde 2009. Lo más notorio de las cifras es que está flaqueando la confianza de los inversores. Mientras que en 2013 había crecido la inversión -medida por medio de la Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF), que incluye inversión en maquinaria, equipos y obras civiles-, en 2014 descendió 4,4% y tuvo el peor desempeño desde 1999. Por eso, la tasa de inversión, que mide la relación entre la FBCF y el PIB de la economía, cayó de 20,5% en 2013 a 19,7% en 2014, y también fue la menor desde 2009.

El ministro de Hacienda, Joaquim Levy, relativizó ese mismo viernes el impacto del mediocre resultado del PIB en 2014, aunque reconoció que el país había comenzado 2015 “sin impulso”. “La economía está desacelerada y sin impulso por una serie de razones. Pero los motivos están siendo atendidos y recuperaremos la senda del crecimiento”, dijo, aunque aclaró que el consumo doméstico continuará bajando en 2015 a un nivel equivalente al de 2003.

Con los resultados de 2014, la tasa promedio anual de crecimiento de la economía de Brasil durante el primer mandato de Rousseff (2011-2014) cerró en 2,2%, el peor resultado de un presidente desde el gobierno de Fernando Collor de Mello, que gobernó de 1990 a 1992 y tuvo una media de 1,29% al año.

El lunes 30, el Banco Central de Brasil (BCB) divulgó la encuesta semanal de expectativas económicas que se realiza entre analistas privados. La mediana de las respuestas indicaron que esperan que la economía brasileña caiga 1% en 2015, en lo que sería el primer dato de crecimiento negativo desde 1990.

El dato del lunes confirma que empeoran las expectativas que muestran cada semana los economistas del sector privado, que siete días atrás entendían que la caída del PIB en 2015 sería de 0,63%. Asimismo, aguardan una inflación que se ubique por encima de 8% al final de este año, un porcentaje más elevado que la meta gubernamental.

Además, la encuesta Focus, de la autoridad monetaria brasileña, destaca que los consultados aguardan un crecimiento en el valor del dólar en ese país y entienden que el Comité de Política Monetaria (Copom) mantendrá el sesgo contractivo de esa política, algo que lo llevará a elevar otra vez la tasa básica de interés 0,5 puntos porcentuales en la reunión de abril.

La semana pasada el BCB anunció su decisión de retirar casi totalmente su programa de apoyo al real mediante intervenciones en el mercado de divisas, que puso en marcha en agosto de 2013 para amortiguar la depreciación de la divisa frente al dólar. En un comunicado, el supervisor bancario brasileño explicó que dejará de subastar nuevos contratos de permuta (swaps) de dólares por reales en los mercados de futuros a finales de mes, y de esta manera se aguarda una caída aun mayor del real respecto del dólar.

En 2013, la intervención del BCB contribuyó a estabilizar el real durante cerca de un año, pero ya a finales de 2014 bajó su respaldo a la moneda al pasar de ofrecer 500 millones en promedio diario a unos 200 millones de dólares. Este año, el BCB sólo ofrecía 100 millones diarios. En los últimos meses la pérdida de valor se ha intensificado, de modo que el miércoles el tipo de cambio rondaba los 3,2 reales por dólar, lo que implica una depreciación de 28% en un año.