En unas elecciones en las que la gran indecisión de los votantes domina la atención pública es fácil perderse en los detalles de las últimas encuestas y en las combinaciones posibles de alianzas electorales. Votar no es obligatorio, y convencer a la gente de que lo haga es un desafío.

La campaña electoral es muy corta, de apenas seis semanas. A diferencia de otros países, no se hacen grandes actos políticos y las tradicionales pegatinas son casi inexistentes, al punto de que un visitante distraído podría no enterarse de que hay elecciones. Salvo por las apariciones públicas planificadas de las figuras clave de cada partido, la campaña se realiza en cada circunscripción y sería inaudito que un candidato no participara en el canvassing, el recorrido puerta por puerta para presentar su punto de vista a los votantes, en especial en lo que respecta a temas locales. Otro plano de la campaña lo constituyen las visitas a fábricas, escuelas y hospitales. Los candidatos se muestran con cascos de obrero o uniformes de enfermero, hablando con los enfermos o haciendo dibujitos con los niños, oportunidades de foto que alimentan la propaganda.

Esta manera de hacer política, de apariencia decimonónica, no debe llevar a engaños. En las dirigencias el juego es sumamente sofisticado y cuenta con asesores internacionales, cientistas políticos y expertos en estadísticas que van ajustando los detalles de la campaña con precisión cronométrica. Todos los partidos cuentan con grupos piloto integrados por partidarios e indecisos de distintos sectores socioeconómicos y etarios con los que testean cualquier anuncio o promesa antes de hacerlos públicos o dejarlos de lado.

No existen tampoco grandes campañas televisivas. La BBC, baluarte de los medios británicos, no puede hacer ningún tipo de publicidad y tiene la obligación de dar cobertura equitativa a los principales partidos. Debido a los costos, éstos no han apostado mayormente a campañas en la televisión privada.Las grandes estrellas han sido las redes sociales. Twitter, Facebook y sus competidores no dejan de bombardear al usuario con mensajes partidarios que evolucionan en contenido en forma casi diaria. No es casualidad que el líder laborista Ed Milliband haya cortejado al comediante Russell Brand, que días atrás había urgido a sus seguidores a no votar, y que acaba de pedir que apoyen al laborismo. Brand tiene mas de ocho millones de seguidores en Twitter.

Dada la incertidumbre acerca de los resultados, las cadenas televisivas han creado herramientas interactivas, mapas, simuladores (que ya están funcionando) y constructores de coaliciones que prevén en qué tendrá que ceder cada partido si debe aliarse con otro para asegurar la gobernabilidad.

A la hora de la verdad, sin embargo, las cosas vuelven a una dimensión humana: aquí no existen las listas partidarias, sólo una hoja con los nombres de los candidatos de la circunscripción y a su lado un lápiz. El votante hace una cruz frente al nombre del que le gusta más, o del que le parece menos malo, y no faltan los sacapuntas.