El jefe del Pentágono, Ashton Carter, anunció que Estados Unidos va a desplegar 250 tanques y otros vehículos blindados, aunque sea de manera temporal, en Alemania, Bulgaria, Polonia, Rumania, Estonia, Lituania y Letonia. Ayer, en Berlín, ratificó el anuncio y agregó que Estados Unidos está comprometido con la OTAN para defender a Europa “de las acciones rusas y de los intentos de crear una esfera de influencia como en los tiempos de la Unión Soviética”.
“No queremos una Guerra Fría con Rusia y mucho menos una caliente”, agregó Carter, pero pidió a sus aliados que se adapten a las nuevas amenazas.
En respuesta al despliegue de armas estadounidense, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció la semana pasada que este año su país incrementará su arsenal nuclear con más de 40 nuevos misiles intercontinentales “capaces de superar cualquier sistema de defensa antimisiles”. Putin aclaró esto último en referencia al escudo antimisiles que Estados Unidos prevé desplegar en algunos países de Europa, un proyecto ideado por el ex presidente George W Bush y que continúa en el gobierno de Barack Obama.
Putin acusó el viernes a Estados Unidos de tomar decisiones que incentivan una carrera armamentística y que pueden provocar una nueva Guerra Fría. “Son decisiones como la salida unilateral de Estados Unidos del tratado ABM [que limitaba la defensa antimisiles] y no los conflictos locales los que llevan a la guerra fría”, dijo el presidente ruso. Aludía a que los países de la OTAN aseguran que sus roces con Moscú se deben al apoyo que Rusia les ha brindado a los grupos separatistas armados del este de Ucrania.
Putin advirtió que la salida estadounidense del ABM “cambia el sistema global de seguridad”. Dijo que cuando cayó la Unión Soviética, los países occidentales, y en particular Estados Unidos, “cayeron en un estado de euforia, y en lugar de establecer relaciones de buena vecindad [con las antiguas repúblicas soviéticas] comenzaron a asimilar nuevos espacios geopolíticos que creían libres”. También denunció que Washington intenta imponer “sus estándares y decisiones, sin tomar en cuenta” los intereses y las necesidades locales.
El Kremlin lanzó en 2010 un gigantesco programa para modernizar su armamento, al que destinó un presupuesto estimado de 700.000 millones de dólares. Con esos recursos se se adquirieron submarinos nucleares, aviación estratégica y misiles intercontinentales. Los resultados de ese proceso, que sigue en marcha, se vieron este año en el desfile organizado en Moscú para conmemorar la victoria rusa contra la Alemania nazi en 1945.
En esta misma línea, los ministros de Defensa de la OTAN, que se reúnen hoy y mañana en Bruselas, tienen previsto duplicar la capacidad de su fuerza de reacción ante la creciente amenaza de la organización jihadista Estado Islámico y también la que puede suponer Rusia en el este de Europa.