La propuesta de ajuste fiscal que presentó el ministro de Finanzas de Rousseff, Joaquim Levy, generó fuerte molestia en el PT y terminó causando una clara división. Algunos lo rechazan rotundamente, señalando que perjudica a los trabajadores -ya que limita algunos derechos laborales, como el seguro de desempleo- y que ante la crisis económica debería avanzarse, por ejemplo, con impuestos a quienes ganan más. Otros han aceptado que este ajuste es necesario. Si bien los primeros son los que más se han hecho escuchar en los últimos meses, los segundos lograron que la bancada del PT respaldara parcialmente el proyecto de ley, que todavía está en trámite en el Parlamento.

Pero ése no es el único foco de tensión vinculado con el gobierno. La presidenta también fue criticada en las jornadas previas al Congreso, por tener una actitud fría y distante con el partido y por no buscar un acercamiento con el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, de quien actualmente está algo distanciada.

El cuestionamiento de fondo que le hace el PT a Rousseff coincide con el que le hace el otro partido fuerte de su base de aliados, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Afirma que su estilo es gobernar con un núcleo cerrado de asesores, de espaldas a los partidos, que no consulta con éstos, que les informa de las decisiones a último momento y que cede sólo si los reclamos son muy fuertes. En este marco, generó mucha molestia en el PT que Rousseff delegara la relación con el Parlamento en su vice, el presidente del PMDB, Michel Temer, y que la gestión económica esté en manos de un economista considerado neoliberal como Levy.

El Congreso llega precedido por algunos cruces de declaraciones que mantienen unos y otros sectores del PT en los medios. En este marco, dirigentes cercanos a Rousseff han destacado que la presidenta es ejecutiva y que en un momento de baja popularidad de nada le serviría mostrarse cercana al PT, partido al que los grandes medios brasileños han responsabilizado casi exclusivamente por el escándalo de corrupción de Petrobras.

Con este panorama de fondo, ayer trascendió que el sector Partido que Cambia Brasil, que es liderado por el presidente del PT, Rui Falcão, y que integra la corriente mayoritaria Construyendo un Nuevo Brasil (CNB), pedirá una mayor independencia para poder “diferenciarse” de las pautas del gobierno nacional.

Puertas adentro

“No podemos tener una actitud burocrática ante la crisis que estamos viviendo”, dijo Paulo Teixeira, uno de los dirigentes de peso del PT, en referencia al momento que vive el partido. “El PT precisa retomar su capacidad de formulación y rever la política de alianzas”, agregó.

De hecho, uno de los puntos en el sumario de temas a debatir en el Congreso es “La construcción de un bloque histórico de las fuerzas democráticas y populares”. Las dos principales corrientes del PT -la CNB, liderada por Lula, y Mensaje al Partido (MP), encabezada por el ex ministro Tarso Genro- están de acuerdo en este punto, y desde fines del año pasado han llamado públicamente a avanzar en este sentido, algo que no ha sucedido.

Sin embargo, las corrientes se enfrentan en otros asuntos y toman puntos de partida muy distintos. En diversos pronunciamientos MP, que está más a la izquierda que CNB, ha manifestado que debe corregirse el rumbo del gobierno de Rousseff, que el PT debe expulsar a quienes fueron condenados por corrupción (por ejemplo, el ex mano derecha de Lula, José Dirceu) y que debe convocarse a un “Congreso Constituyente para relanzar los compromisos históricos del PT y elegir a una nueva dirección” (la actual está integrada por CNB).

Por su parte, CNB mantiene un tono más cauto respecto del gobierno de Rousseff (algunos medios aseguraban ayer que Lula incluso pidió dentro del partido que se bajara el tono a las críticas), insinúa que el juicio por el mensalão estuvo influenciado por factores políticos y descarta hacer un proceso constituyente dentro del partido.