En octubre de 2011, Yorgos Papandreu, en ese entonces primer ministro griego, acordó con la troika -conformada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea (CE) y el Banco Central Europeo (BCE)- un rescate para superar la crisis económica de su país, pero anunció que ese acuerdo sería sometido a referéndum. Papandreu lideraba un gobierno cuya popularidad caía en picada desde que se comenzaron a aplicar medidas de austeridad, en 2010, y semana tras semana se convocaban manifestaciones en su contra en las calles de Atenas.
Papandreu manifestó que no quería tomar medidas tan impopulares sin contar con el aval del “pueblo griego”, pero la aventura le duró poco. Grecia en general, y él en particular, recibieron múltiples presiones de los “socios” europeos para que ese referéndum no se realizara. Finalmente, el sector más conservador de su partido, el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok), le retiró su apoyo. Papandreu logró superar una moción de censura en el Parlamento, pero la presión, interna y externa, fue demasiada y terminó por renunciar. Dio paso así a un gobierno de unidad de Pasok y el partido derechista Nueva Democracia (ND).
En clave interna
En España la situación griega se vive minuto a minuto, y el gobierno de Mariano Rajoy la aprovecha para presentar al Partido Popular como el garante de la estabilidad económica de España. “Lo de Grecia no va a pasar en España porque éste es un país serio”, dijo Rajoy en una conferencia en la que el ex presidente José María Aznar afirmó que el Partido Socialista Obrero Español le “dio” el poder a “Syriza-Podemos”.
Las palabras de Rajoy contaron con el complemento del ex presidente francés Nicolas Sarkozy, que estaba de visita en España y dijo: “Amigos españoles, viendo hoy a Grecia, pueden decir: menos mal que teníamos un gobierno que hizo lo que tenía que hacer”, porque lo que ocurre en Grecia “podía haber ocurrido en España”.
Pero la actuación del gobierno griego también recibe respaldos, no sólo de Podemos y de Izquierda Unida -su coordinador general, Cayo Lara, aseguró que “han sido los gobiernos títeres de las políticas de la troika […] los que han llevado al abismo a Grecia”-, sino también del jefe de gabinete argentino, Aníbal Fernández, quien se solidarizó con Grecia y dijo que “la crisis griega fue provocada por los ajustes del FMI”.
La convocatoria al referéndum se anuló y se integraron dos gobiernos de unidad consecutivos. El primero fue dirigido por un ex presidente del BCE, Lucas Papademos, que se encargó de aplicar la primera parte del rescate. Las elecciones anticipadas le dieron la victoria a Antonis Samaras, de ND, que aplicó las duras medidas de austeridad exigidas por la troika.
El Pasok se sumió en una crisis, primero interna y luego electoral, de la que todavía no pudo salir. Los planes de austeridad continuaron y las protestas se intensificaron. La crisis económica y social llevó a otra disolución del Parlamento. Esta vez, las urnas dieron un mensaje claro: rechazaron a los partidos que seguían la línea marcada por la troika y dijeron “no” a la austeridad. Alexis Tsipras, electo primer ministro, anunció que buscaría una renegociación de la deuda que diera “soluciones viables”, y lo haría “evitando la confrontación, pero también las políticas de sumisión”.
Cinco meses después
Tsipras no logró esa renegociación de la deuda, y hoy vence el plazo de una de las cuotas que debe pagar, de uno de los tantos rescates que recibió Grecia. Son 1.600 millones de euros y el gobierno griego se niega a pagarlos si no recibe un nuevo préstamo porque, argumenta, implicaría que se dejarían de pagar los sueldos de los funcionarios o las jubilaciones.
Tras varias jornadas de negociaciones contrarreloj, y cuando según algunos líderes europeos estaba cerca un acuerdo, Tsipras hizo el mismo anuncio que en 2011 hiciera Papandreu: sometería a un referéndum el domingo la última propuesta de la troika. Ayer, en una entrevista, dejó entrever que si pierde convocará a elecciones. “Si gana el Sí, habrá elecciones”, le comentó a Eldiario.es una fuente del gobierno de Grecia.
Al menos una parte de la sociedad griega se ha volcado a las calles para darle a Tsipras el respaldo que no le brindó a Papandreu. Miles de personas se manifestaban ayer junto al Parlamento griego en apoyo al No en el referéndum. Enfrente, en la plaza Syntagma, se colocó una pancarta con el mismo mensaje, se vio una cantidad fuera de lo habitual de puestos de venta de banderas griegas, y los grafitis sobre este tema se extendieron en Atenas, como el de un hombre que sostiene un símbolo de euro ensangrentado. El apoyo llegó también desde fuera del país. “Fuck the system”, decía un cartel que se colocó frente a la sede del BCE en Frankfurt, Alemania.
El gobierno griego dispuso medidas de urgencia: se declaró feriado bancario y los bancos permanecerán cerrados toda la semana, al igual que la Bolsa de Atenas. En esta semana los cajeros entregarán hasta 60 euros por tarjeta. Si es necesario hacer una transacción mayor en efectivo se deberá demostrar esa necesidad ante una oficina gubernamental. Las transacciones virtuales están liberadas, excepto las que sacan dinero del país, y no se cobrarán los intereses de las facturas de los servicios gubernamentales que venzan esta semana. Quienes no tengan tarjeta, podrán retirar dinero en sucursales bancarias específicas.
Ayer, mientras las bolsas de Europa bajaban y los diarios europeos, escandalizados por estas medidas, aseguraban en sus titulares que “Grecia está al borde del abismo”, en ese país no había disturbios. Los líderes de varios países europeos convocaron a la oposición o se reunieron en Consejos de Ministros para tratar la situación de Grecia, pero las autoridades griegas transmitían tranquilidad mediante mensajes televisivos.
Algunos líderes de Syriza denunciaron ayer que medios nacionales e internacionales buscan instalar una sensación de pánico en la población griega. El diputado Yorgos Varemenos puso como ejemplo que el domingo varios medios griegos se hicieron eco de rumores de que habría desabastecimiento de combustibles, y generaron enormes colas en las estaciones de servicio. “Se trata de una campaña de shock y pavor destinada a obligar al pueblo griego a arrodillarse”, aseguró.
También hace campaña el presidente de la CE, Jean-Claude Juncker, que desvirtuó la votación, dirigidoaa aprobar o rechazar una propuesta de la troika, y la convirtió en una consulta sobre la permanencia de Grecia en la eurozona: “Un No en el referéndum, independientemente de la pregunta, significaría que Grecia dice no a Europa. Todo el mundo considerará que Grecia quiere alejarse del euro y de Europa”.
Se hicieron eco de esa postura el presidente francés, FranÇois Hollande, la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro italiano, Matteo Renzi, así como el líder de la oposición griega, Samaras. “La verdadera pregunta es Sí o No a Europa, Sí o No al Euro, y el No lleva al caos”, dijo el ex primer ministro.
Más allá de las visiones acerca de cómo se interpretará la votación, la pregunta que se hará a los griegos el domingo es: “¿Debería aceptarse el acuerdo que fue entregado por la CE, el BCE y el FMI en el Eurogrupo del 25/06/2015?”.