En la eurozona se pueden ver con claridad dos posturas ante Grecia. Existe una línea dura, encabezada por la canciller alemana, Angela Merkel, -a la que se suman Eslovaquia, Lituania u Holanda-, y otra que tiende más al acercamiento, integrada por Francia y tal vez por países como Italia o Chipre. Ésta última cuenta con el apoyo del líder de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que al comienzo del gobierno de Alexis Tsipras se mostró conciliador. Entre esos polos aparecen los que no terminan de alinearse en uno u otro. Dependiendo del día y de la situación, cada polo tiene más o menos adeptos.
Se puede sospechar que ayer la línea dura de Merkel estaba abarrotada. Tsipras, que había prometido llegar a Bruselas con una propuesta, no llevó nada. Su ministro de Finanzas hizo una “presentación oral” de las propuestas, y cuando le preguntaron por qué no se había presentado ningún documento respondió que hacerlo era “complicado”.
La agencia de noticias Efe informó, citando fuentes del gobierno de Grecia, que este país presentará hoy una propuesta dirigida a alcanzar un acuerdo “hasta finales de mes”, para luego preparar “un acuerdo sostenible” a largo plazo.
Hoy el Eurogrupo, que reúne a ministros de Economía y Finanzas de la eurozona, volverá a reunirse mediante teleconferencia, y Tsipras presentará ante el Parlamento Europeo la posición de su gobierno.
La situación parece estar colmando la paciencia de algunos dirigentes europeos, y ayer Juncker reconoció ante el Parlamento que hay algunos de ellos “que, abiertamente o en secreto, están trabajando para excluir a Grecia de la zona euro”. La agencia de noticias Reuters informó que Juncker podía estar refiriéndose al ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, que la semana pasada manejó la posibilidad de que Grecia saliera “temporalmente” de la eurozona.
Mientras tanto, los bancos de Grecia cuentan con muy poco capital como para que los griegos sigan retirando hasta 60 euros diarios de sus cuentas, mientras continúa el corralito. Ayer había advertencias de que si Grecia se queda sin dinero podría verse forzada a imprimirlo por sí misma, lo cual implicaría, casi de facto, una salida del euro.
A los líderes europeos, encorsetados ya por una serie de compromisos asumidos dentro y fuera de sus países, se les sumaron ayer nuevas presiones. Una fue la del presidente estadounidense, Barack Obama, que llamó por teléfono a Tsipras y a Merkel, y prácticamente les exigió un acuerdo. También la OTAN, que tiene varias bases en territorio griego, manifestó ayer su preocupación por una eventual salida de Grecia de la eurozona. Otra de las presiones fue directamente dirigida a Merkel: Thomas Pyketty y otros economistas -entre ellos el ex ministro de Finanzas alemán Heiner Flassbeck- le escribieron una carta en la que le piden que “asuma un papel de liderazgo” y dé “valientes y generosos pasos” hacia Grecia, además de señalarle: “Sus acciones de esta semana irán a los libros de historia”.