La fórmula macrista -integrada por Rodríguez Larreta y Diego Santilli- obtuvo los cargos de jefe y vicejefe del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, pero su triunfo estuvo lejos del que anunciaron las encuestas, que preveían hasta diez puntos de diferencia respecto de su rival en el balotaje. Cuando se había escrutado 99,99% de los votos, el candidato de Pro ganaba con 51,64%, mientras que Lousteau reunía 48,36%. Según mostraban los mapas zonales, Rodríguez Larreta fue el más votado en los barrios más ricos. Tuvo más de 60% de apoyo en Recoleta y superó 55% de los sufragios en Puerto Madero y Palermo.

Algunos atribuían el escaso margen entre ambos candidatos a la baja participación (69,39%, a pesar de que el voto es obligatorio), que a su vez podía deberse a las vacaciones de julio o a la falta de entusiasmo que generó este balotaje. La victoria del macrismo se daba por hecha desde el comienzo, y a esto se sumó que los dos rivales en la ciudad son socios para las elecciones nacionales, en la alianza Cambiemos.

El kirchnerismo, que quedó fuera del balotaje por primera vez desde que existen dos vueltas electorales en la ciudad, no quiso pronunciarse a favor de ningún candidato, y sus dirigentes hicieron hincapié durante la campaña en que Lousteau y Rodríguez Larreta eran “dos caras de la misma moneda”. El voto en blanco alcanzó un peso que nunca había tenido desde que se elige jefe de gobierno porteño, y llegó a 5,05%. Los analistas habían anunciado que el voto en blanco ampliaría la ventaja del favorito, Rodríguez Larreta, algo que claramente no ocurrió.

Tampoco debe haber jugado a favor del Pro el escándalo que se generó porque la Policía Metropolitana, que depende del jefe de gobierno, participó en un operativo en la causa que investiga a la empresa Hotesur, el hotel del que la presidenta Cristina Fernández es la principal accionista. El operativo se desarrolló en El Calafate, muy lejos de Buenos Aires. El kirchnerismo lo consideró una maniobra política de Macri, aunque el jefe de gobierno porteño argumentó que la Policía Metropolitana respondió a la orden de un juez. Lousteau también cuestionó el uso que hizo el gobierno porteño de esa fuerza policial.

De festejo

“Otra vez estamos festejando acá el enorme orgullo de que los porteños sigan apoyándonos. Quiero agradecer a los vecinos que nos votaron y a los que no. Saben que siempre trabajamos para todos por igual”, dijo anoche el jefe de gobierno electo. Tampoco se olvidó de saludar a su adversario: “Quiero agradecer especialmente a Martín Lousteau, que hizo una excelente elección y me llamó para felicitarme”.

Rodríguez Larreta tampoco se olvidó de Macri en su discurso, y dijo que este dirigente “demostró que en Argentina se puede transformar la realidad” y que “va a llevar la esperanza de cambio a todos los argentinos a partir del 10 de diciembre”, fecha en la que asumirá el gobierno argentino que resulte electo en octubre.

Más tarde, habló Macri e hizo un discurso de campaña presidencial. “Vamos a terminar con la pobreza en la Argentina. Sueño con un país donde no haya pobres que puedan ser manipulados por la política. Los argentinos tienen que tener las mismas oportunidades para desarrollarse y ser felices”, dijo, luego de agradecer a su jefe de Gabinete. “Basta de perseguir al que piensa distinto. Creo que el poder es de la gente, no de los gobernantes”, agregó, y habló de los jubilados y de sus planes para la empresa nacional de petróleo, YPF. “Les quiero pedir: denme la mano y vayamos juntos. Construyamos esa Argentina que soñamos para nuestros hijos”, concluyó.

Un perseverante

La ajustada victoria que alcanzó Rodríguez Larreta anoche está en línea con una personalidad política y una carrera hasta ahora sin gran brillo, desarrollada a la sombra de otros dirigentes. En la biografía publicada en su página web, el jefe de gobierno electo hace hincapié en que su padre fue quien lo acercó a la política. “Desde muy chico me interesó la política. Mi viejo siempre se dedicó a eso, así que en mi casa había muchas reuniones en las que se hablaba del tema. Con siete años ya me paraba a un costado y escuchaba atentamente. Con el correr de los años ese interés se hizo cada vez más fuerte”, dice el texto. Su padre, Horacio Rodríguez Larreta, fue dirigente del Movimiento de Integración y Desarrollo, una fuerza escindida de la Unión Cívica Radical, que integraba la Multipartidaria Nacional, enfrentada a la dictadura.

El joven Rodríguez Larreta fue testigo de la detención de su padre, que permaneció desaparecido durante tres días y detenido otros nueve en el Pozo de Banfield. Fuera de ese inicio, la vida del futuro gobernante porteño fue la de un funcionario y gestor público. Dirigió la Agencia Nacional de Seguridad Social y fue funcionario de la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno de Carlos Menem.

Antes, se recibió de economista en la Universidad de Buenos Aires y estudió en Harvard. Allí fue que aprendió que con “ganas, dedicación y perseverancia se puede lograr todo lo que nos propongamos”, y según su biografía aplica esto a todo lo que hace. Incluso sus adversarios se lo reconocen. Así, al ser consultado por el diario La Nación sobre la mayor virtud de Rodríguez Larreta, Lousteau respondió: “Su contracción al trabajo”.

Es verdad que el ganador de la elección de ayer no es conocido por su carisma. Llegó a la instancia de anoche de la mano de Macri, al que acompañó desde antes de la fundación del Pro y del que fue jefe de Gabinete desde 2007, sin dejar de ser poco conocido. Antes, había ingresado formalmente a la política durante la campaña para las elecciones presidenciales de 1999 junto a quien entonces era su mentor, Ramón Palito Ortega, candidato a vicepresidente de Eduardo Duhalde. La fórmula perdió esa votación, en la que fue electo Fernando de la Rúa.

Fueron sus capacidades como gestor las que le permitieron a Rodríguez Larreta llegar hasta la candidatura a jefe de gobierno, después de convertirse en mano derecha de Macri como su jefe de Gabinete. Según publicó el diario La Nación, el político, que cumple 50 años en octubre, se levanta a las 6.00 para salir a correr y suele apagar el teléfono a las 21.00. Así como mantiene sus rutinas, persevera en sus objetivos y, según el mismo diario, uno de los colaboradores de Rodríguez Larreta dijo que éste “nunca se rectificó de su deseo de ser presidente”.