Elecciones en Argentina

En las elecciones del 25 de octubre se elegirán presidente y vicepresidente, 19 parlamentarios del Mercosur, senadores de ocho provincias, 130 bancas en diputados y 11 gobernadores. Las candidaturas se terminaron de definir el 9 de agosto en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), que además funcionan como una suerte de gran encuesta nacional. La fórmula del Frente Para la Victoria (Daniel Scioli, Carlos Zannini) obtuvo 38,41%; Cambiemos (Mauricio Macri, Gabriela Michetti), 30,07% y Unidos por una Nueva Alternativa (UNA, de Sergio Massa y Gustavo Sáenz), 20,63%.

Para alcanzar la victoria en octubre hay dos vías: superar la frontera de 45% o sacar más de 40% con una diferencia de diez puntos o más sobre el segundo candidato. Si nadie cumple con alguno de estos dos requisitos habrá segunda vuelta el 22 de noviembre.

Según las últimas encuestas publicadas en los medios locales, el binomio oficialista lograría superar los 40 puntos por escaso margen, y el opositor Cambiemos rondaría los 30 puntos. En ese escenario ajustado, según la mayoría de las encuestadoras, Scioli obtendría un triunfo en la primera vuelta.

En campaña, rara vez se discute sobre geopolítica. El debate suele centrarse en lo doméstico. Sin embargo, en setiembre, en el último tramo de la contienda electoral, Scioli parece haber dado un giro. Se mostró junto a referentes regionales y jugó más fuerte que sus dos grandes contrincantes, Mauricio Macri y Sergio Massa.

“Eu torço por Scioli [Yo hincho por Scioli]”, dijo Lula en un portugués futbolero, desde Brasil, al diario Página 12. Ya de visita en Buenos Aires, acompañó al candidato por el conurbano bonaerense y siguió con el mismo tono: “En dos temas Argentina y Brasil no logran ponerse de acuerdo, y es que Maradona es mejor que Pelé y Messi que Neymar”.

La agenda de Lula en Buenos Aires fue intensa: estuvo junto a Scioli y a la presidenta Cristina Fernández en un acto de inauguración de una UPA (Unidad de Pronta Atención médica, inspirada en el modelo brasileño), en José C Paz, al noroeste del conurbano bonaerense; recibió un honoris causa en la Universidad Nacional de La Matanza; habló en el Tercer Congreso Internacional de Responsabilidad Social; se reunió con dirigentes gremiales y participó en un encuentro de empresarios organizado por José Pepe Scioli -hermano y colaborador del candidato-.

Cuando empezó el acto en José C Paz, el miércoles 9, hacía dos horas que llovía a cántaros, y el barrio René Favaloro se embarraba. “Argentina y Brasil pudieron comprender que son inseparables, que son una única cosa y así construir la mejor relación”, dijo el ex presidente de Brasil.

Mientras Lula apoyaba a Scioli, el que salió a hablar por la tele desde Montevideo fue Mujica. “Cuando Argentina anda bien nos conviene. Espero que con Scioli mejoremos la relación”, dijo a Teledoce. El ex presidente no argumentó desde el amor sino desde el pragmatismo. “A nosotros nos conviene una Argentina estable”, dijo. Explicó que un “problema” es que la palabra “peronista” incluye “mucha cosa”, y consideró que lo más razonable es que gane Scioli, “para que no haya una fogata en Argentina”.

La expectativa en el oficialismo argentino es que en el horizonte cercano exista un encuentro -acá o allá- entre Tabaré Vázquez y Scioli, y se prevé que ese encuentro ocurra a mediados de octubre. El año pasado, durante la campaña electoral del Frente Amplio, Scioli viajó para apoyar al oficialismo. “Tabaré y Sendic representan la continuidad con cambio, la experiencia y la verdadera renovación”, declaró.

De Botnia hacia acá había reinado la desconfianza entre los gobiernos de los dos países, y el vínculo entre Vázquez y los Kirchner nunca fue óptimo. De hecho, la presidenta no viajó a su reciente asunción y envió al vicepresidente, Amado Boudou. El apoyo de Scioli a Vázquez es un gesto potente.

Pocos días después de la visita de Lula a Argentina, llegó el turno de Evo Morales, que se mostró con el candidato del Frente para la Victoria en dos actividades: hablaron en un acto en La Plata y jugaron un partido de fútbol en Tigre. En La Plata, a la que llegó el 17 de setiembre, Morales invitó a Scioli a La Habana: “El año que viene, cuando seas presidente, tenemos que ir a Cuba a festejar el cumpleaños de Fidel”.

Elocuente con sus gestos, Morales respaldó a Scioli. Estuvieron juntos dos veces, en dos puntos de la provincia, al sur y al norte de Capital Federal. En sus discursos, el presidente boliviano criticó al imperialismo y se remitió -igual que Lula- a la mítica Cumbre de las Américas de Mar del Plata de 2005 que sepultó al ALCA. “¡Que viva el hermano Daniel Scioli! ¡Que viva la Patria Grande! ¡Que vivan nuestras revoluciones!”, arengó al final de su presentación, con el puño izquierdo cerrado y en alto.

Tres meses antes, a fines de julio, Scioli había viajado a La Habana. No se reunió con Fidel, pero sí con su hermano, el presidente Raúl Castro. “Me dijo que tiene la expectativa de venir a la Argentina para mi asunción el 10 de diciembre”, deslizó a la prensa al terminar la visita.

El enigma del sciolismo

El candidato oficialista volvió de Cuba deslumbrado por Raúl. Algo de su figura lo hacía sentirse identificado y le daba tranquilidad. Todos alguna vez hemos pensado: ¿Hay vida después de Fidel? Pero su preocupación concreta tiene versión argentina: ¿Cómo se gobierna después de Cristina? El cubano le representó una demostración concreta de que es posible, y Scioli fue por más: está convencido de que a quien la historia recordará será a Raúl, que fue el que “entendió” que hay que crecer y desarrollar la economía.

En los pasillos del sciolismo la palabra clave es “pragmatismo”. Señalan que no es tiempo de grandes épicas, sino de elegir caminos inteligentes a partir de decisiones que ya fueron tomadas. No es momento de batalla cultural, de pelea feroz por el sentido común, de sacar el monumento de Cristóbal Colón y poner a Juana Azurduy, ni de crear un hombre nuevo: es el turno del desarrollo. Así lo dicen desde el think tank del sciolismo -o “usina de elaboración de propuestas”, como la llaman ellos-, la Fundación Dar (Desarrollo Argentino).

El sciolismo ve en la región un futuro, no por ideología ni mística, sino por concretas razones económicas. Porque Argentina exporta valor agregado, por el soft power que representa y porque en un mundo multipolar siempre es conveniente negociar en bloque. En este punto será central ver qué pasa primero en torno al Mercosur y luego respecto de la Alianza del Pacífico entre Chile, Colombia, Perú y México. El kirchnerismo históricamente la rechazó. En cambio, Uruguay y Paraguay ya son miembros observadores.

En la cancha

El segundo encuentro entre Morales y Scioli no fue en un estrado ni en un escenario: fue en una cancha de fútbol. El club social y deportivo Villa La Ñata en Tigre es el refugio del candidato y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. A metros de su residencia, hizo crecer la cancha de futsal en la que en 2010 jugaba con amigos. Hoy el predio es absolutamente naranja -el color que identifica la gobernación-, tiene cuadros del papa Francisco, de Sergio Maravilla Martínez y de Julio Iglesias. Las plateas y tribunas llevan el nombre de Carlos Tévez, Lionel Messi, Kun Agüero y Diego Maradona.

El partido entre el equipo del presidente boliviano y el del candidato argentino fue intenso. Jugaron La Ñata contra la selección boliviana dos tiempos de 30 minutos, cinco contra cinco. Evo era el 10 y Scioli un 9 pescador: en su club, el relator lo nombra como “el Pichichi”, en alusión al premio que en España le dan al goleador del torneo. El primer tiempo fue ajustado y al final se estiró la diferencia. La diplomacia futbolera fue finalmente generosa y el partido terminó 16-12 a favor de los locales. Los dos líderes fueron los que más goles metieron.

El público estaba activo y motivado. Mujeres de la comunidad boliviana saltaban con sus ropas típicas, los colaboradores aplaudían, había bombos, instrumentos de viento, sombrillas, gorritos naranjas, hamburguesas y banderas. Una parte de la tribuna era azul y amarilla: el candidato es hincha de Boca.

También había otros observadores más bizarros: en la cancha hay dos tribunas con muñecos en tamaño real. Una se llama Líderes Mundiales y allí están el Che Guevara vestido de guerrillero, Bill Clinton con el saxo, Barack Obama, Winston Churchill, Lula, Nelson Mandela con su camisa floreada y, en el centro, Néstor Kirchner con la banda presidencial. En otra, sentados, miran el partido Juan Domingo Perón, Evita, Raúl Alfonsín y Mahatma Gandhi, desde una escenografía que imita el balcón presidencial de la Casa Rosada. Geopolítica explícita.

Kirchnerismo y sciolismo

El Frente para la Victoria gobierna Argentina desde hace 12 años, desde la asunción de Néstor Kirchner en 2003, y con dos períodos consecutivos de gobierno de Cristina Fernández, electa en 2007. Scioli, que había llegado a la política de la mano de Carlos Menem, fue vicepresidente en el primer mandato de Kirchner, y después gobernador de la provincia de Buenos Aires durante dos períodos. En el corazón del kirchnerismo siempre reinó la desconfianza con respecto a su figura: era necesario, medía bien en las encuestas, servía a la construcción, pero no era un dirigente propio.

A mediados de junio hubo una sorpresa: el gobernador y precandidato a la presidencia anunció que su compañero de fórmula sería Carlos Zannini, secretario de Legal y Técnica, y colaborador íntimo de Néstor y Cristina. A partir de entonces, y porque se entendió que era un gesto de Cristina, el kirchnerismo se encolumnó detrás de Scioli y los otros presidenciables se bajaron de la contienda. Sin embargo, todavía está en debate cómo sería la solución de continuidad entre el kirchnerismo y el sciolismo.

La estrategia de la Casa Rosada fue poner a sus figuras claves en las listas para el Congreso. Así se aseguró cuotas de poder por medio de cargos electivos que no dependen de las decisiones del próximo Ejecutivo. El armado del gabinete es todavía un interrogante, aunque los que más fuerte suenan son los nombres de funcionarios que vienen de la gestión en la provincia y de varios gobernadores peronistas.

Con perfil bajo, el hombre que hoy dirige la política exterior de Scioli, Rafael Follonier, fue asesor de Kirchner en la Unión de Naciones Suramericanas, y luego de Fernández. El funcionario, con un pasado en la guerrilla trotskista del Ejército Revolucionario del Pueblo, estuvo cerca del kirchnerismo desde el inicio. Su tarea fue acercar el gobierno a los presidentes latinoamericanos: Hugo Chávez, Rafael Correa, Fidel Castro, Evo Morales, Lula y Mujica fueron sus objetivos. Dejó su cargo como coordinador de la Unidad Presidencial a fines del año pasado y se movió hacia el sciolismo.

Junto a Follonier, Scioli se reunió con Bachelet en Chile y después viajó para saludar a Vázquez a Uruguay. Al volver, el asesor dijo a los medios: “A pesar de los pesimistas, la integración suramericana llegó a su mejor momento en 200 años y los últimos resultados electorales en Uruguay, Chile, Brasil y Bolivia confirman que seguirá habiendo un ciclo de gobiernos comprometidos con esa construcción”.

La pregunta que queda picando es qué hará Scioli respecto de las relaciones con Venezuela. El único gesto conocido fue el mensaje que envió el día del fallecimiento de Chávez: “Mi más sentido pésame por el fallecimiento del presidente de Venezuela, Hugo Chávez”, escribió.

Todas las expresiones de Scioli respecto de lo internacional han sido “por la positiva”. El candidato, hasta ahora, no hizo carne la retórica del conflicto, de la lucha, que caracteriza a los presidentes de la región desde hace más de una década.

“Ellos”: así se refirieron a los países centrales Lula y Cristina en el acto de José C Paz. “El libre comercio del que ellos hablan es para vender, se olvidan cuando es de comprar”, dijo el brasileño. Días antes la presidenta había criticado un texto del Financial Times que responsabilizaba a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) del freno de la economía global. “Algunas cosas que pasan en el continente no me gustan”, dijo en el acto Cristina. Después, explicitó estrategias: “Lula, vas a tener que ser el embajador para que Argentina se incorpore al BRICS y pase a ser el BRICSA. Daniel, vas a tener que profundizar la integración latinoamericana”.