En España empezó el otoño, comenzaron las clases, los niños volvieron a las aulas. Es como cuando en Uruguay llega el último ciclista. En el caso de Cataluña, lo sería cuando contaran el último voto.

Los catalanes han estado en la calle durante las últimas dos semanas, algunos hace más. Es que setiembre estuvo marcado por eventos multitudinarios en Barcelona, que se terminaban con unas elecciones que definirían el futuro de la región.

Primero fue la Diada, Día Nacional de Cataluña, en el que se rememora la caída de Barcelona -sí, la caída- en manos de tropas borbónicas, en 1714. “Celebramos una derrota”, dicen los propios catalanes, que el viernes 11 de setiembre llenaron la Avinguda Meridiana, una de las principales arterias de la ciudad, y la convirtieron en una fiesta que, a diferencia de otros años, tuvo un gusto especial. La campaña electoral comenzó oficialmente a las 0.00 de ese día, o sea que la calle no sólo se llenó de gente, sino también de afiches electorales.

También tuvo lugar, durante la semana previa a las elecciones, la fiesta de la Mercè, en honor a la virgen patrona de la ciudad de Barcelona, la Mare de Déu de la Mercè. Esta celebración otra vez sacó a todo el mundo a la calle, plagada de conciertos, espectáculos de danza, manifestaciones artísticas y sociales propias de la cultura catalana, como los castells (castillos formados por humanos) o la sardana, el baile típico catalán. Si algo les vino bien a los que impulsaban la opción soberanista fue esta fiesta en la que las expresiones catalanas más típicas fluyeron por las calles de la ciudad en la recta final de la campaña.

En estos comicios estaba puesta la atención de la Unión Europea y de Madrid, que envió sus mensajes y sus mensajeros (el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, estuvo en Barcelona para el cierre de campaña del Partido Popular).

Con el paso de los días, las avenidas y las callejuelas de Barcelona se fueron llenando de esteladas, la bandera que reivindica la independencia catalana, y alguna tímida bandera española que asomaba en algún balcón.

Los domingos, y los domingos de elecciones, en particular, son iguales en muchos lugares. Este domingo diferente se notaba en la cara y hasta en la vestimenta de las personas. Muchos llevaban la camiseta alternativa del Barça, y no es porque el equipo de Suárez haya ganado el sábado con dos goles del salteño, sino porque se identifica con Cataluña. Algunos decidieron vestir a sus mascotas para la ocasión, con collares o pañuelos con los colores de la independencia.

La Sagrada Familia, las Ramblas y el Arco de Triunfo parecen no enterarse de que hay elecciones autonómicas. No se escucha una palabra en catalán o en castellano por esas zonas. Tampoco parece que fuera domingo para algunos de los comercios aledaños.

Pero la ciudad de Antoni Gaudí es mucho más que turismo, y los catalanes salieron con todo a buscar lo que están reclamando desde hace tiempo. Algunos, con más energía y con la ilusión de ver nacer una nueva nación; otros, ya desganados por el debate, aseguran que les da igual. En cualquier caso, estas elecciones prometen marcar un nuevo rumbo para los que vivimos en esta ciudad.