Chino básico

La economía china creció 7% en el primer trimestre -la peor tasa en seis años-, mientras que los precios mayoristas en China bajaron 5,4% en términos interanuales -su peor nivel desde octubre de 2009- y las exportaciones de ese país cayeron 7,3% en los siete primeros meses del año.

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed, por su nombre en inglés) decidió el jueves aplazar una vez más la suba de las tasas de interés que anuncia desde hace más de un año. A priori parecía que los datos de crecimiento y empleo de Estados Unidos justificaban la decisión de comenzar la normalización monetaria y evitar un “recalentamiento” de los mercados. Pero los datos del contexto internacional inclinaron la balanza por el mantenimiento de los estímulos monetarios en Estados Unidos.

La tasa de desempleo en Estados Unidos se ubica en torno a 5% (cercana al pleno empleo) y el crédito volvió a crecer. Si bien el endeudamiento de las familias sigue siendo elevado y el sector inmobiliario se recupera muy lentamente, para muchos analistas cada vez tiene menos sentido que una economía que crece a un ritmo de 3% o 4% mantenga una política de incentivos tan fuerte (ver “Incentivo”).

Por eso, más que a las debilidades internas de la economía estadounidense, la decisión de la Fed prestó atención al contexto internacional. Las debilidades globales, en particular los malos datos de la economía china, pesaron de manera inusual en la decisión del mayor banco central del mundo, acostumbrado a mirar dos datos domésticos: la inflación y el desempleo.

Incentivo

La Reserva Federal ha estimulado el crecimiento económico comprando instrumentos financieros que circulan en el mercado abierto. Para ello, pone más dinero en circulación, y la abundancia de dólares en el mercado baja las tasas de interés, haciendo más baratos los préstamos a empresas y familias. Una reversión de la política monetaria expansiva implicaría dejar de realizar compras de títulos, lo que restringiría la cantidad de dólares en circulación, bajando las tasas de interés y fortaleciendo la divisa estadounidense.

En el comunicado, la Fed destaca que “la reciente evolución económica global y la evolución financiera pueden erosionar la actividad económica y es probable que pongan más presión a la baja en la inflación en el corto plazo”. Resulta clave el uso de la palabra “global” en el escrito de la Fed, ya que deja claro que la demora vuelve a tener que ver con factores externos.

La atención que presta la Fed a los datos de China llevó a algunos inversores a preguntarse si la institución se volvió demasiado “reactiva”. Muchos sugieren que ya no se conoce cuál es la base para las decisiones que toma la Fed y hasta que ha abandonado “el rigor” a la hora de decidir.

Estos comentaristas -que parecen estar anclados en el mundo de fines de los años 90 (o de antes)- sugieren que la Fed maneja subjetivamente la política monetaria, que tiene que tener perspectivas de futuro y ser sobre todo “objetiva”.

Más bipolar que antes

Hay algo de cierto. Centrarse en los datos chinos supone depender de la política económica de otro país (¡qué novedad para los países chicos!), cuyas decisiones son tomadas de manera central por autoridades centrales y cuya opacidad es proverbial. Por ejemplo, el Banco Popular ni siquiera informa cuándo y qué tan seguido revisa sus previsiones de crecimiento. Pero el peso de China en la producción, las finanzas y el comercio internacional es tan grande que ignorarlo es un lujo que se pueden dar quienes redactan informes, pero no quienes toman decisiones que afectan a millones de personas.

Esa perspectiva de seguir el proceso de decisiones en China para tener una mejor idea sobre lo que decidirá la Fed tiene nervioso a más de un encumbrado analista. Ni que hablar de los “mercados”, que consideran que la “no decisión de la Fed” genera más incertidumbre y depende de decisiones cuyo comportamiento están lejos de conocer, por lo que les es imposible anticiparse.

Además, la situación de la economía estadounidense está lejos de generar interpretaciones unánimemente positivas. Si bien presenta expectativas de crecimiento sostenido en los próximos trimestres, la tasa de desempleo sigue siendo alta para algunos segmentos laborales. Por otra parte, la inflación todavía constituye un factor de preocupación. La política de expansión monetaria masiva no ha conseguido que los precios estén en el entorno de un crecimiento sano (2%, según estableció la Fed), y éste, más que ningún otro, es un argumento de mucho peso para mantener la política monetaria en su nivel actual.

Mirando esos dos datos internos, se podría decir que la tasa de desempleo tiene que bajar bastante más para que el riesgo de inflación justifique una intervención monetaria.

Decidimos no decidir

Lo cierto es que esta primera suba -que ahora se espera que se produzca entre octubre y diciembre- es la que más incertidumbre generó (y genera) desde la quiebra de Lehman Brothers. Para muchos, si la decisión de subir las tasas de interés es un hecho, poco importa cuando se lleva a la práctica, así que es mejor curarse en salud y esperar a ver cómo evolucionan los datos de China. Para otros la subida de tasas no dejaba de ser mínima -0,25%-, pero iba a suponer un gesto de normalidad y credibilidad por parte de la institución.

Quizá la decisión de la Fed sea un signo de razonable madurez. Es consciente de que lo que haga repercutirá directamente en las economías emergentes -con fuertes deudas en dólares que crecerían si esta moneda se aprecia con un endurecimiento monetario-.

En esa clave debe interpretarse la presión que instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial ejercían, los días previos, para que se esperara más tiempo. Además, la fuerza del dólar también puede frenar el ímpetu exportador estadounidense.

El dólar es la moneda de reserva mundial, y las decisiones que lo fortalezcan o lo debiliten afectan a todas las economías.

La caída del comercio mundial en 2015 y la volatilidad en las bolsas en sus máximos históricos (sólo superada por la registrada con la quiebra de Lehman) obligaron a la Fed a ser muy prudente. La decisión podría acentuar la fuga de capitales de los países emergentes y apreciaría todavía más el dólar.

El riesgo de la “no decisión” es que se prolongue el período de volatilidad e incertidumbre que ha habido en los últimos meses ante la expectativa del alza de las tasas de interés.