Corbyn tiene 66 años, pero se lo ha comparado con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, aunque éste tenga casi la mitad de su edad, 36 años. Ayer venció el plazo para votarlo o elegir a otro de los cuatro candidatos a dirigir el laborismo británico. El resultado se conocerá el sábado en un congreso especial del Partido Laborista, que acaba de sufrir una fuerte derrota electoral en mayo y busca un nuevo impulso.

Para dárselo, cerca de 60% de los votantes en la interna contaban con Corbyn, según las encuestas. Este dirigente, diputado por un distrito de Londres desde 1983, se presentó a la elección casi por casualidad, para “generar debate” y para que estuviera representada la hasta ahora relegada ala izquierda laborista. Lo hizo con el mínimo de apoyos necesarios para postularse, y a dos minutos del plazo oficial para hacerlo, el 15 de junio.

Los otros tres aspirantes a dirigir a los laboristas son Andy Burnham (45 años), Yvette Cooper (46) y Liz Kendall (44). El segundo en las encuestas es Burnham, pero sigue de muy lejos a Corbyn. Por eso la campaña se desplegó mayormente en contra del dirigente veterano. Pero los tres otros aspirantes no lograron despegar, ni siquiera alertando a los votantes de que si Corbyn gana, el partido sufrirá divisiones.

El favorito en la interna dijo ayer al canal británico ITV que no está “preocupado en absoluto”, ya que los laboristas en el Parlamento van a tener que apoyarlo, aunque crean que sus políticas son “regresivas” porque marcan un retorno a los orígenes de izquierda del partido. “Los diputados son importantes pero no son todo el Partido Laborista”, dijo Corbyn, en referencia a que una gran proporción de su apoyo se debe a un cambio en el modo de escrutinio, que permite votar a los simpatizantes que paguen unos cinco dólares.

Corbyn agregó: “Tengo ganas. Afrontamos un gran desafío de denunciar el programa de austeridad del gobierno y lo que les está haciendo a los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad, con su legislación contra las ayudas sociales y los derechos sindicales”.

Kendall, la candidata que se ubica más a la derecha de los cuatro y que aparece con menos intención de voto, dijo que si Corbyn gana, el laborismo “debe aceptar el resultado”, pero consideró que este dirigente enfrentará “un gran reto para unir al partido” .

Corbyn fue la revelación de la campaña. Reunió multitudes en sus actos, en los que se posicionó en contra de la austeridad y a favor de volver a nacionalizar servicios públicos, como la energía o el ferrocarril. Además, tuvo que enfrentar a los mayores líderes del laborismo, como el ex primer ministro Tony Blair y los demás partidarios del Nuevo Laborismo, que aseguran que tener un líder tan a la izquierda podría causar escisiones en el partido y también perjudicarlo en las elecciones de 2020.

En las elecciones de mayo el laborismo le cedió la mayoría absoluta al Partido Conservador de David Cameron. Ese mal desempeño desembocó en la renuncia del entonces líder del partido, Ed Miliband, y por eso se abrió el proceso de elecciones internas que culmina mañana.

Además de los simpatizantes, apoyaron con fuerza la candidatura de Corbyn muchos sindicalistas, históricamente vinculados al partido, y los afiliados se duplicaron: pasaron de 300.000 a 600.000. Ese fuerte crecimiento generó sospechas, al punto de que el partido manifestó que intentaba identificar si conservadores o votantes de otras formaciones participaron para incidir en la votación.

Los conservadores están convencidos, al igual que los seguidores del Nuevo Laborismo, de que una victoria de Corbyn los va a favorecer, porque los británicos más centristas -y en particular la mayoritaria clase media- podrían regresar a los tories. Además, consideran que cuanto mayores sean las pujas internas en la oposición, más tranquilos estarán para gobernar.

Mañana también se va a conocer al nuevo vicepresidente del partido, que deberá suceder a la diputada Harriet Harman. La nueva dupla liderará el Congreso anual de la formación, del 27 al 30 de setiembre en la ciudad de Brighton.

La Unión Europea miraba con atención la interna laborista, porque una victoria de Corbyn podría implicar un espaldarazo al “No” a la permanencia de Reino Unido en el bloque, por sus posturas críticas hacia las de Europa. El probable futuro líder laborista ha cuestionado -como Syriza y Podemos- las políticas impulsadas por Bruselas. Estas últimas, y el desenlace de la crisis griega, visto como una humillación impuesta por Alemania contra Syriza y sus votantes, pudo haber servido en parte para aumentar el respaldo a Corbyn.