Los partidos políticos de España siguen intentando formar una coalición que les permita gobernar el país con el escenario que dejaron las elecciones del 20 de diciembre, en el cual ninguno tiene la mayoría en el Congreso que le permitiría votar en solitario.
La semana pasada, el rey Felipe VI designó al presidente en funciones, Mariano Rajoy, como el primero que podía intentar ser investido en el Congreso. Si bien se sabía que Rajoy no contaba con los votos necesarios para ser designado, fue el candidato de la organización política más votada, el Partido Popular (PP), y en el resto del escenario político no se veía con claridad una alianza que apoyara otra candidatura.
El viernes, Rajoy agradeció “el gesto y el ofrecimiento” del rey Felipe VI, pero declinó “la deferencia”, porque por ahora no cuenta con “los apoyos” para ser investido. En conferencia de prensa, dijo que no abandona el liderazgo del PP ni retira su candidatura, sino que simplemente “no tiene ningún sentido” que se presente a la votación, ya que, si es rechazado, comenzará el período de dos meses tras el cual se debe convocar a nuevas elecciones si no hay acuerdo. Rajoy dijo que volverá a intentar negociar esta semana con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE, que tiene la segunda bancada más grande) y con Ciudadanos (la cuarta bancada en el Congreso), pero ambas formaciones ya le negaron sus votos.
Después de la respuesta formal de Rajoy la Casa Real anunció que el rey retomará los contactos con los partidos la semana próxima para buscar otro candidato. También tuvo otro efecto: el líder de Podemos, Pablo Iglesias, hizo un ofrecimiento al PSOE, con el cual ya venía negociando, para formar un gobierno de unidad.
El anuncio fue público e incluyó datos sobre cómo deberían repartirse algunas carteras. En conferencia de prensa, Iglesias propuso un gobierno en coalición de Podemos, el PSOE e Izquierda Unida, que sea presidido por el líder socialista, Pedro Sánchez, y con él mismo como vicepresidente. La propuesta incluye un gabinete “proporcional” a la votación obtenida por los partidos en las elecciones.
Iglesias incluso dio nombres de dirigentes de Podemos que “deberían” ocupar algunas carteras. Además, puso como condiciones la aprobación de cinco cambios constitucionales, algunos de los cuales son muy resistidos dentro del PSOE, como el que abriría la puerta a que se celebraran consultas populares independentistas en las comunidades autónomas, la creación de un Ministerio de la Plurinacionalidad.
Sánchez recibió la propuesta como una sorpresa, y dijo: “Los electores no entenderían que el líder de Podemos y yo no nos entendiéramos”. Si bien agradeció a Iglesias, dijo que es necesario ponerse de acuerdo no tanto sobre las “reformas progresistas” en las que ambos partidos podrían “coincidir”, sino sobre todo en “las políticas para resolver” situaciones como “la crisis o el problema de Cataluña”.
Pero varios dirigentes socialistas rechazaron la propuesta de Iglesias y la calificaron de prepotente e insultante. Ayer Sánchez tuiteó: “He intentado contactar con Pablo Iglesias pero no ha sido posible. Hablaremos en los próximos días de políticas progresistas, no de sillones”.
Después de esa publicación, Iglesias lo llamó y conversaron durante unos 20 minutos, informaron los diarios Público y El Periódico. Si bien Sánchez le manifestó su malestar por la manera en que Iglesias presentó su propuesta al PSOE, los dos dirigentes ya tienen conversaciones en marcha con miras a una alianza de gobierno.