Acompañado por víctimas de tiroteos masivos, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo que es necesario actuar de manera urgente para mejorar el control de las armas de fuego en su país. Agregó que el Congreso no debería estar condicionado por las presiones de la Asociación Nacional del Rifle. “El lobby de las armas puede tener de rehén al Congreso en este momento, pero no puede mantener de rehén a Estados Unidos”, dijo.
“Sabemos que no podemos detener cada acto de violencia, cada acto de maldad en el mundo, pero tal vez podríamos tratar de detener uno”, dijo el presidente. Junto a él se encontraban la ex legisladora Gabrielle Giffords, herida hace cinco años en un tiroteo en Tucson, durante un acto político, y Mark Barden, padre de uno de los 20 niños asesinados en un tiroteo que también dejó seis adultos muertos en la escuela Sandy Hook de Newtown, en 2012. Al referirse a este último ataque, Obama lloró.
Mientras el Congreso no apruebe limitaciones a las armas, Obama se dispone a implementar una serie de decretos al respecto, dentro de las limitadas competencias que tiene el Ejecutivo en este tema. Esas medidas incluyen la exigencia de una licencia a todo aquel que venda armas, lo que implica también que esas personas deberán verificar los antecedentes penales de sus compradores. Ya existe una norma que establece este requisito, pero no se aplica a quienes comercian en circuitos informales o afirman que están vendiendo sus colecciones privadas. Corresponderá a la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos reducir las excepciones a esa regla. Además, Obama pidió más recursos para facilitar los controles de antecedentes penales y de salud mental de los compradores, y para reforzar bases de datos que permiten vincular un arma con delitos violentos.