El 4 de noviembre comenzará a regir el Acuerdo de París, adoptado en la conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en diciembre de 2015. Requería para la ratificación de al menos 55 estados parte, que en su conjunto sumaran como mínimo 55% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Esto se alcanzó el 5 de octubre, cuando los países de la Unión Europea presentaron formalmente sus instrumentos de ratificación, y el acuerdo entrará en vigor 30 días después de que se hayan superado ambos umbrales, tal como se establece en su texto.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que “el fuerte apoyo internacional a la entrada en vigor del Acuerdo de París demuestra que es urgente actuar y refleja que existe entre los gobiernos un consenso robusto para la cooperación internacional esencial para afrontar el reto climático”.
Varios países de la región forman parte de los que tempranamente contribuyeron a este logro. Entre ellos están Argentina, Bolivia, Brasil, Guatemala, Honduras, México, Panamá y Perú. No está Uruguay, aunque es de esperar que se sume en un futuro cercano.
Sin embargo, que el acuerdo comience a regir no necesariamente quiere decir que el mundo se encamine a la solución del problema. En setiembre se conoció una carta firmada por 375 de los científicos más importantes que investigan en la materia, incluyendo 30 premios Nobel (entre los que se encuentra Stephen Hawking), en la que lanzaban una advertencia: “Las evidencias, cada vez más fuertes, claras y contundentes, condujeron a todos los gobiernos del mundo a suscribir el Acuerdo de París en diciembre de 2015. Sin embargo, a pesar del Acuerdo de París, corremos el riesgo de cruzar puntos sin retorno, como alteraciones en la circulación oceánica, la pérdida de enormes masas de hielo y la extinción de especies. Tales riesgos provocarían modificaciones dramáticas durante miles de años. No debemos asumir los riesgos de cruzar estos límites”.
Es que el Acuerdo de París es poco exigente y ha llegado demasiado tarde. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por su sigla en inglés) informó hace pocos días que la temperatura promedio de la Tierra en agosto fue de 16,52°C, 0,05°C más alta que en agosto del año anterior. El informe sostiene que se trata del decimosexto mes consecutivo que bate marcas de altas temperaturas y afirma que 2016 se encamina a superar el récord alcanzado en 2015, el año más caliente hasta ahora. “Los gases de efecto invernadero han empujado la aguja hasta la zona de emergencia”, dijo Deke Arndt, jefe de monitoreo de la NOAA.
Por otra parte, el Acuerdo de París no establece metas ni obligaciones para los países. Sólo fija un objetivo de no superar los 2ºC de aumento de temperatura, pero no define cómo se logrará esto ni qué esfuerzo o compromiso debe asumir cada país para alcanzarlo. Se prevé que en menos de una década la temperatura media global del planeta supere el 1,5ºC de aumento, un límite que para la ciencia es bastante más seguro que los 2ºC aprobados en el Acuerdo de París.
La efectividad del documento que está a punto de entrar en vigor ha quedado en manos de la buena voluntad que los países expresen en las llamadas Contribuciones Nacionales Determinadas. Hasta la fecha, estas contribuciones no son compatibles con la meta de los 2ºC y mucho menos con la de 1,5ºC. De manera que si los científicos están en lo cierto y el límite seguro de 1,5ºC es superado en el lapso de una década, el Acuerdo de París no logrará evitar los temidos efectos del cambio climático. En el caso de Uruguay, por ejemplo, sus Contribuciones Nacionales Determinadas que se prevé que se presenten a la Convención no hablan de reducir las emisiones, sino de aumentarlas.
Por lo tanto, es alentador que los países ratifiquen el acuerdo, pero no se puede perder de vista que este es absolutamente insuficiente para evitar la amenaza del cambio climático que se cierne sobre nosotros. Es imprescindible que los países además mejoren y mucho sus propuestas domésticas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
La próxima revisión de las Contribuciones Nacionales Determinadas se hará en cinco años. Si los países no comienzan ya mismo a reorientar sus políticas de desarrollo hacia economías con menores emisiones, las próximas contribuciones serán tan débiles como las actuales y seguramente ya no habrá otra oportunidad para mantenernos dentro de los límites del clima seguro.