La lista de candidatos conservadores tenía más de 12 nombres. Pero la mitad se fue quedando por el camino: algunos no cumplían con todos los requisitos, otros quedaron afuera porque la dirección detectó irregularidades en la solicitud y otros simplemente no consiguieron los respaldos suficientes. Al final, la competencia se cerró a siete aspirantes y, aunque todavía faltan dos meses para las primarias y el tramo más intenso de la campaña recién empezó, los sondeos atribuyen la mayor intención de voto a Sarkozy y Juppé.

En el último estudio, elaborado por la encuestadora Sofres y publicado en el diario francés Le Figaro, el favorito es Juppé, con 39% de las preferencias, seguido por Sarkozy, que reúne 33%. En tercer lugar, mucho más abajo, se encuentra el ex ministro de Agricultura Bruno Le Maire, con 13% de apoyo. Los últimos lugares los ocupan el ex primer ministro François Fillon, con 8%; los ex ministros Nathalie Kosciusko-Morizet, con 4%, Jean-François Copé, con 1,5%; y el diputado Jean-Frédéric Poisson, que no alcanza el 1%.

Este sondeo muestra, además, que el apoyo a Sarkozy avanzó desde que confirmó su candidatura -a fines de agosto- y que Juppé, en contrapartida, perdió algunos puntos porcentuales.

Las primarias de noviembre serán claves porque, según las encuestas realizadas en el último año, los partidos de centro, derecha y extrema derecha son los que tienen más posibilidades de ganar en las elecciones presidenciales del año que viene y gobernar hasta 2022. En este escenario, el principal desafío del centro y de la derecha se llama Marine Le Pen. La candidata del ultraderechista Frente Nacional tuvo en los últimos meses un avance notable.

El triunfo de la derecha o de la extrema derecha dependerá, en parte, de la capacidad que tenga la izquierda francesa para sobrellevar los problemas a los que se enfrenta y presentar un proyecto que se adapte a la realidad de Francia. La situación es particularmente complicada para el gobernante Partido Socialista, al que pertenece el presidente François Hollande. Si bien el gobernante podría aspirar a la reelección, tiene pocas chances de lograrlo, considerando que es el presidente más impopular desde que existen los sondeos de popularidad en este país. Si Hollande elige, en cambio, nominar a otro candidato, probablemente sea el primer ministro Manuel Valls, cuyos niveles de popularidad no son mucho más altos.

Está previsto que el partido Los Republicanos vote en dos vueltas fijadas para el 20 y el 27 de noviembre. Podrán participar todos los franceses inscriptos en las listas electorales. La única condición será pagar una cuota de dos dólares -por vuelta- y firmar una declaración en la que aseguren que adhieren a “los valores republicanos de la derecha y del centro”.

Uno y dos

Por el momento, el candidato con más posibilidades de ganar estas primarias es Juppé, de 71 años, ex primer ministro de Jacques Chirac, cinco veces ministro y actual alcalde de Burdeos. El dirigente representa al ala más moderada de la derecha -sobre todo si se compara con Sarkozy-, y esto se percibe sobre todo cuando muestra sus planes en política exterior, seguridad e inmigración. En una entrevista con el diario francés Le Monde publicada el 23 de setiembre, Juppé insistió en la necesidad de “calmar el clima que se vive hoy en Francia” respecto de la cuestión del islam y promover una integración no discriminatoria y “más pluralista” de la sociedad francesa. “La simple palabra ‘musulmán’ suscita una histeria desproporcionada”, agregó.

En la misma entrevista, el ex primer ministro dijo que él es “el único” que puede ganarle a Le Pen, que según los sondeos podría pasar sin problemas a la segunda vuelta de las presidenciales.

Aunque tuvo que rendir cuentas a la Justicia, como tantos otros políticos franceses, su punto débil es la edad. Para calmar las inquietudes, Juppé asegura cada tanto que está en busca de un solo mandato. Las encuestas indican que él es el favorito entre los hombres, la juventud y los profesionales.

Sarkozy, en tanto, es el candidato que más estuvo coqueteando con el electorado del Frente Nacional, y es dueño de un discurso profundamente nacionalista que suscitó polémicas más de una vez. “Desde que uno se convierte en francés, sus ancestros son galos”, dijo el 19 de setiembre en un acto de campaña, insistiendo en su idea de una sociedad uniforme, libre de “la tiranía de las minorías” y fiel a la cultura francesa. Este aspirante -que fue presidente de Francia de 2007 a 2012- propone “internar” a todos los sospechosos de tener vínculos con el terrorismo y terminar con el “derecho de suelo” que convierte en francés a quien nace en el territorio del país. Para frenar la inmigración pide la suspensión del derecho a la reunificación familiar, una medida que Juppé calificó de “inhumana”.

Sarkozy se vio salpicado por graves casos de corrupción y está imputado en dos de ellos. Los sondeos indican que, si bien gana entre los militantes de la derecha, Juppé es el elegido por el conjunto de los franceses.

Los dos, como el resto de los candidatos, presentan un programa económico liberal. Piden una drástica reducción de impuestos, más ayudas a las empresas para dinamizar la economía y un ahorro del gasto público de entre 100.000 y 150.000 millones de dólares anuales. Para eso, Sarkozy propone la supresión de 300.000 puestos de trabajo en el sector público.

Más abajo

Los otros cinco candidatos también se reparten entre los más moderados y los más derechistas. Le Maire, ex ministro de Agricultura de Sarkozy que ocupa el tercer puesto en los sondeos, tiene 47 años y confía en que su juventud es un punto a favor que tiene que explotar. Este candidato es más bien moderado -en más de una ocasión criticó el “radical nacionalismo” de Sarkozy-, aunque se mantiene ultraliberal en lo económico: en su opinión, la reducción del gasto público pasa por la supresión de hasta 500.000 puestos de trabajo.

Fillon fue el primer ministro de Sarkozy, pero se convirtió en uno de sus principales rivales en el seno de la derecha cuando el ex presidente apoyó a Copé como líder del partido en 2012. El político de 62 años también fue senador y ministro de Educación en dos ocasiones: durante el gobierno de François Miterrand y bajo el mandato de Jacques Chirac. Para seducir al electorado católico más conservador, Fillon estrecha vínculos con movimientos que defienden, por ejemplo, la abolición de la ley que permite que las personas homosexuales puedan casarse y adoptar hijos.

Más lejos se encuentra Kosciusko-Morizet, la única mujer candidata en estas primarias. Es ingeniera, fue ministra de Ecología, Desarrollo Sostenible, Transporte y Vivienda durante el gobierno de Sarkozy y actualmente representa el ala más social de Los Republicanos. En 2014 estuvo a punto de arrebatarle a Anne Hidalgo la alcaldía de París y mostró públicamente su desacuerdo ideológico con Sarkozy, lo que le costó la vicepresidencia del partido en diciembre. En ese momento, Juppé se puso de su lado y pidió que la apoyaran, ya que era una “vergüenza” para el partido que no hubiera una sola mujer en la lista de candidatos. El lunes, durante una entrevista en la radio Europe 1, la candidata dijo que “el respeto al derecho de asilo forma parte de la identidad francesa”, marcando su postura moderada en torno a la inmigración. También aseguró que si es electa “no será la presidenta de la energía nuclear”, sino la del “desarrollo de alternativas” más amigables con la ecología.

El último candidato proveniente de Los Republicanos es Copé, que presidió este partido entre 2012 y 2014, pero tuvo que abandonar el cargo al verse involucrado en un caso de corrupción que causó gran revuelo en Francia -el llamado “affaire Bygmalion”, sobre la financiación ilegal de la campaña electoral de 2012-, aunque finalmente la Justicia lo absolvió. Los analistas franceses creen que Copé no consigue apoyos por haberse visto envuelto en este escándalo, más allá de cuál haya sido el veredicto.

Copé se presenta como el candidato de “la derecha desinhibida” e insiste en sus diferencias con Sarkozy, a quien acusó de haberse presentado a las elecciones “para no tener que ir a los tribunales”. En su programa, Copé propone que los funcionarios públicos pasen de trabajar de 35 horas semanales a 39 y, en cuestión de política exterior, su plan es similar al de Sarkozy. El actual alcalde de Meaux aboga por el cierre total de las fronteras para “proteger a los franceses”, destinar más fondos para la seguridad y la creación de un “código de laicidad” para luchar contra el “islam radical”. En mayo, el aspirante explicó que ese código prohibiría entre otras cosas el uso del velo islámico en “cualquier establecimiento público”.

El séptimo candidato de Los Republicanos es el diputado Poisson, que proviene del Partido Demócrata Cristiano francés, aunque se postula en estas primarias. Este empresario y doctor en Filosofía es el desconocido de la elección, “el de otro partido”, y el único que hace campaña a favor de anular la ley del matrimonio igualitario. Además, se opone a la legalización del aborto, aunque una vez intentó aclarar su posición diciendo: “No soy sólo un candidato pro-life, llevo una visión de Francia”. También estudió y escribió sobre varios fenómenos que se dan en el mundo laboral, recomendando una visión más progresista sobre el rol que debe tener el Estado en cuestiones salariales y en la protección de los derechos de los trabajadores.

Con un perfil claramente más conservador que sus rivales, en un acto de campaña dijo que él “no tiene problemas con los musulmanes”, pero sí con el islam, porque desarrolla “referencias culturales incompatibles” con las de los franceses, por ejemplo, “sobre la libertad”. También señaló que la visión de Juppé sobre los musulmanes es “ingenua”.

Por otra parte, parece un hombre con sentido del humor. Según consignó el portal de noticias cristianas La Vie, en abril de 2013 Poisson -cuyo apellido, en francés, significa “pescado”-, presentó un proyecto de ley para “proteger a los diputados de la República que tengan un apellido [...] de animal acuático o subacuático de toda discriminación” por ese motivo.