El segundo debate presidencial estadounidense tuvo un formato distinto al primero, que había sido moderado por un solo periodista y que restringía los movimientos de los candidatos al espacio de los podios. El domingo, Clinton y Trump fueron interrogados por dos moderadores -los periodistas Anderson Cooper y Martha Raddatz- y también tuvieron que responder a las preguntas de un grupo de votantes indecisos. Los dos candidatos estaban sentados en el medio del escenario y, según prefirieran, podían pararse y acercarse al público. El ambiente se percibía tenso desde que los protagonistas entraron en escena, y al saludarse no se dieron la mano, como marca la tradición.
En esta ocasión, el debate se centró en temas como la situación del sistema de salud estadounidense, el conflicto en Siria y la lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI). También hubo preguntas referidas a las polémicas que rodean a los candidatos, como el escándalo de los correos electrónicos que Clinton envió cuando era secretaria de Estado, los impuestos que Trump evitó pagar y, como era esperado, el video que se filtró el viernes con comentarios machistas del republicano.
La estrategia de Clinton fue la misma que usó en el primer debate: dejar hablar a Trump para que él mismo se enredara con sus palabras o dijera cosas que podían jugarle en contra. En parte, le funcionó, si bien no imaginó que su oponente iba a pasar rápidamente al ataque.
Durante los primeros minutos del encuentro, a Trump se lo notó nervioso. Se movía por el escenario mientras Clinton hablaba y, a veces, se detenía a escuchar la respuesta de su rival, estático e incómodo. Clinton, en cambio, hablaba con tranquilidad -y más soltura- y volvía a su asiento cuando le llegaba el turno a Trump.
Pero el empresario fue recomponiéndose, y su mejor momento llegó después de decir que, si llega a la Casa Blanca, nombrará un fiscal especial para que investigue a Clinton por su uso de un servidor privado para manejar sus correos electrónicos oficiales cuando era secretaria de Estado. Clinton replicó que se alegraba de que alguien con su “temperamento” no esté a cargo de su país. El republicano respondió: “Porque entonces estarías en la cárcel”. La frase, que sonó a amenaza, fue celebrada por los seguidores del empresario en las redes sociales y en el estudio.
En otro momento, Trump acusó a la candidata demócrata de tener “un odio tremendo en su corazón”, debido a que calificó de “deplorables” a la mitad de sus simpatizantes. Ella contestó: “No tengo ningún problema con sus simpatizantes, sino con él y la campaña divisiva y llena de odio que ha encabezado, la incitación a la violencia en sus actos, y sus comentarios brutales sobre todo tipo de estadounidenses”.
En el capítulo sobre Siria, el empresario defendió que hay que concentrarse sólo en la lucha contra EI y dijo que aunque “no le gusta” el presidente sirio, Bashar al Assad, “él está combatiendo a EI”, al igual que Rusia e Irán. “Los tres se alinearon debido a nuestra débil política exterior”, manifestó. Clinton, en tanto, dijo que está a favor de investigar a Rusia y al gobierno de Al Assad por “crímenes de guerra” cometidos en Siria, y argumentó que los comentarios “imprudentes” de Trump sobre los musulmanes “son utilizados” por los grupos yihadistas para captar nuevos combatientes.
Aunque pasó desapercibido por lo escueto de la respuesta -“claro que lo hago”-, Trump admitió haber evitado pagar impuestos por años, cuando uno de los votantes se lo preguntó. Al igual que en el primer debate, Trump interrumpió a su interlocutora varias veces. En una de esas ocasiones, Clinton aprovechó para decirle: “Sé que quieres generar distracciones esta noche, lo que sea para evitar hablar sobre cómo tu campaña está implosionando, y cómo te están abandonando los republicanos”.
Uno de los puntos más tensos de la noche llegó cuando los moderadores le preguntaron a Trump si era verdad que había besado a mujeres sin su consentimiento, como él mismo dice en un video que se filtró el viernes. En un principio, el republicano intentó esquivar la pregunta. Ante la insistencia, Trump dijo que “no está orgulloso” de sus dichos sobre las mujeres en ese video y que se disculpó “con su familia y el pueblo estadounidense” por eso. Pero minimizó el asunto al decir que fueron “comentarios típicos de vestuario” entre hombres.
Después, Trump argumentó que mientras él “dijo palabras lascivas y lo lamenta”, el ex presidente y esposo de su rival, Bill Clinton, cometió delitos contra varias mujeres y nunca pidió perdón. De hecho, dos horas antes de que empezara el debate, Trump convocó a tres mujeres que acusaron a Bill Clinton de acoso sexual y violación para que contaran su experiencia y las invitó a presenciar el debate. Estaban sentadas a metros de Bill Clinton y de su hija Chelsea.
“Cuando ellos se rebajan, nosotros nos elevamos”, replicó la demócrata, citando a la primera dama, Michelle Obama. “No sólo es este video el que despierta dudas sobre su capacidad de ser presidente, porque además de a las mujeres, también ha atacado a los inmigrantes, a afroamericanos, a latinos, a gente discapacitada, a prisioneros de guerra y a muchos otros”, agregó.
Un experto en debates de la Universidad de Michigan, Aaron Kall, dijo a la agencia de noticias Efe que Trump “se mantuvo a la ofensiva”, “fue capaz de sacar provecho” de varios de los temas tratados y, en general, tuvo una actuación “mucho mejor” que la del primer debate. De todas formas, puso en duda que esto le haya ganado el apoyo de votantes indecisos. Es que aunque se desempeñó mejor, Trump atraviesa uno de los peores momentos de su campaña, y el domingo no hizo lo suficiente para inclinar la balanza más a su favor.
La victoria fue, una vez más, para Clinton, según un sondeo realizado por CNN inmediatamente después del debate: 57% de los encuestados dijo que ganó la demócrata, frente a 34% que opinó lo contrario.