“Sé que muchos de ustedes están muy decepcionados por los resultados de la elección. Yo también lo estoy, más de lo puedo llegar a expresar”, dijo Clinton el miércoles de noche, en la que fue su primera aparición pública desde que reconoció la derrota electoral. “Pero como dije la semana pasada, nuestra campaña nunca se trató de una persona, ni siquiera de una elección. Se trataba del país que amamos, de la construcción de un Estados Unidos que tiene esperanza, que es inclusivo y que tiene un gran corazón”, continuó la demócrata en un encuentro de beneficencia para una fundación infantil. Por eso, alentó a sus partidarios a que “sigan comprometidos”, “crean en el país”, “luchen por sus valores” y “nunca se den por vencidos”. Clinton agregó: “Sé que no es fácil, sé que durante la última semana mucha gente se ha preguntado si Estados Unidos es el país que pensábamos que era [...] Pero crean lo que les digo: el país lo vale”.

La ex secretaria de Estado dijo que le costó asistir al encuentro, reconoció que tuvo unos días muy difíciles desde las elecciones del martes 8 y confesó que vivió momentos en los que no quiso volver a salir de su casa. Pero insistió en que es necesario seguir luchando y “superar” la presidencia de Trump.

A pesar del mensaje optimista de Clinton, el triunfo electoral del empresario fue un fuerte golpe para el Partido Demócrata, que tendrá que tomarse un largo tiempo para pensarse, redefinirse y analizar lo que pasó. El panorama al que se enfrenta no es sencillo: se trata de la primera vez desde 1928 que los republicanos cuentan con el control de las dos cámaras del Congreso, la presidencia, una mayoría conservadora en la Corte Suprema y la mayoría de las legislaturas y los gobiernos estatales.

Sería un error que la estrategia que utilizó Clinton durante la campaña, la de callarse y dejar que Trump hablara solo, fuera replicada ahora a nivel del partido. Los resultados de las elecciones mostraron que los demócratas tendrán que tomar las riendas del partido para revitalizar el mensaje que están enviando -el del mundo de los donantes multimillonarios y la preferencia por candidatos del establishment- y acercarse a los votantes históricos, como los hispanos, que en las elecciones optaron por la alternativa. De hecho, una de las razones principales de la victoria de Trump fue la poca popularidad de la candidata a la que se enfrentó: a los ojos de muchos votantes demócratas, Clinton, esposa de un ex presidente y con una larga carrera política, era la representante por excelencia de ese mensaje. Además, fue criticada por ser “fría”, “distante” y no lograr conectar con el público.

También habrá que ver cuánto espacio le concederá la cúpula del partido a outsiders como Sanders, cuyo mensaje caló profundamente en los jóvenes y en los izquierdistas durante las elecciones primarias. La primera pista se podría conocer a última hora de ayer, cuando el Comité Nacional Demócrata elegía a su nuevo presidente. El candidato del progresismo, un congresista musulmán y negro llamado Keith Ellison, se perfilaba como favorito.

Otra posible candidata para liderar la renovación demócrata es la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren, a quien muchos apoyaron como postulante a la presidencia. El día después de las elecciones, Warren dijo que es “necesario escuchar el mensaje alto y claro de que los estadounidenses quieren un cambio en Washington”. En su opinión, “el primer trabajo de los demócratas en esta nueva era” deberá ser plantarse ante “la intolerancia y el racismo” que Trump desplegó durante toda su campaña. “Como una oposición leal, lucharemos más duro, lucharemos más fuerte, y lucharemos más apasionadamente que nunca”, insistió.

Sanders, en tanto, dijo el domingo en una entrevista con el canal CBS que los demócratas tienen “mucho que reflexionar” y los acusó de haber ignorado “a la clase trabajadora, la clase media y los ciudadanos de bajos ingresos”, para favorecer a “una elite que ha recaudado increíbles sumas de dinero de gente rica”. En su opinión, ahora es necesario “crear un movimiento de base de millones de personas que quieran transformar este país”.

El senador de Vermont se comprometió a luchar para actuar contra el cambio climático, fenómeno que Trump ha negado, y aseguró que “no aceptará” la retórica del empresario sobre los inmigrantes, las mujeres y los musulmanes. Además, admitió que podría encontrar puntos comunes con Trump en las reformas financieras sólo si mantiene su palabra de ser “el campeón de la clase trabajadora” y tiene “el coraje de enfrentarse a Wall Street”.

Pero Warren y Sanders no sirven para paliar otro de los problemas de la dirigencia del partido: el hecho de que está envejeciendo. Esta semana, los demócratas anunciaron quiénes integrarán la bancada en el Senado, que estará presidida por Chuck Schumer, que a los 65 años va a ocupar un cargo que generalmente se le da a alguien joven del partido, según el diario The Washington Post. Dick Durbin, el segundo demócrata del Senado, tiene 71 años, y Patty Murray, la tercera en el ranking, tiene 66. Son de la camada de Clinton.

En la Cámara de Diputados la situación es similar y, aunque la bancada se renovará el miércoles 30, no hay indicios de que el promedio de edad disminuya. Muchos esperan que la actual presidenta de la bancada, Nancy Pelosi, de 76 años, abandone el cargo que ocupó por más de una década. Quienes siguen a Pelosi en esta cámara son de la misma generación: el segundo al mando, Steny Hoyer, tiene 77 años, y el tercero, Jim Clyburn, 76.