Con 30% de los votos, el Partido de la Independencia fue el más votado y obtuvo 21 de los 63 escaños del Parlamento islandés. El segundo puesto en votos lo comparten los partidos Pirata e Izquierda Verde, que lograron diez representantes cada uno. El gran derrotado de las elecciones fue el Partido Progresista, el mayor de la alianza de gobierno, que integra también el Partido de la Independencia. Los progresistas redujeron su bancada de 19 a ocho representantes tras obtener una baja votación. Esta derrota es atribuida a algunos casos de corrupción que pesan sobre el partido, y en particular al escándalo que causó en abril la noticia de que el entonces primer ministro, Sigmundur Gunnlaugsson, tenía cuentas secretas en el extranjero, revelada por los Panama Papers. Esto motivó la renuncia de Gunnlaugsson, que condujo a las elecciones del sábado.

En su lugar, quedó como primer ministro Sigurdur Jóhannsson, que a su vez presentó su renuncia después de que se conociera el resultado de las elecciones. Consideró que la derrota del Partido Progresista lo obliga a dejar el cargo. Sin embargo, el gobierno se mantendrá hasta que se logre conformar un nuevo Ejecutivo.

El caso de los Panama Papers fortaleció al Partido Pirata, que triplicó su bancada, aunque quedó lejos de los resultados que preveían las encuestas. El partido fue fundado a la sombra de las consecuencias de la crisis financiera europea y reclama más transparencia y responsabilidad al gobierno y al sector privado. En abril, cuando renunció Gunnlaugsson, ocupaba el primer lugar en las encuestas de intención de voto, pero el gobierno postergó la convocatoria a elecciones.

Las posibilidades de conformar gobierno son pocas. Para hacerlo son necesarios 32 votos en el Parlamento de 63 integrantes. La actual coalición de gobierno cuenta con 29, pero hay en curso negociaciones para sumar al Partido de la Reforma, una escisión del Partido de la Independencia que se estrenó en estas elecciones y que obtuvo siete representantes. Durante la campaña, los reformistas, que se escindieron por la negativa del Partido de la Independencia a plebiscitar la adhesión de Islandia a la Unión Europea, se comprometieron a no respaldar un gobierno liderado por sus anteriores aliados.

Los conservadores proponen como primer ministro a Bjarni Benediktsson, el líder de los independientes que actualmente es titular del Ministerio de Finanzas.

Las opciones para un gobierno alternativo son más limitadas. Pese al crecimiento del Partido Pirata, el mal resultado obtenido por la Alianza Socialdemócrata -que obtuvo la peor votación de su historia y alcanzó sólo tres escaños- alejan la posibilidad de que una coalición de izquierda alcance los votos suficientes en el Parlamento. Los piratas, la Alianza Socialdemócrata, la Izquierda Verde y el partido Futuro Brillante llegaron a acuerdos programáticos antes de las elecciones con la intención de repetir en el Ejecutivo nacional la alianza que gobierna en la capital, Reikiavik, desde 2014. Sin embargo, después de las elecciones cuentan sólo con 27 escaños, por lo que deberían obtener otros cinco votos para alcanzar el gobierno. La alianza propone como primera ministra a la líder de los piratas, la ex portavoz de WikiLeaks Birgitta Jónsdóttir.