“¡Sí se pudo!”, gritaban ayer entre aplausos las más de 800 personas presentes en el teatro Colón de Bogotá. Unos minutos antes, Santos y Timochenko habían firmado con el “balígrafo” -ese bolígrafo hecho con una bala que representa la transición de la guerra a la paz- el acuerdo que salió adelante después de casi cinco años de negociaciones y luego del gran obstáculo que supuso el No del plebiscito de octubre.

“Logramos poner fin al conflicto armado con las FARC y sentar las bases para la construcción de una paz estable y duradera, más amplia y más profunda. Logramos parar el desangre y que no haya más víctimas”, dijo Santos ayer, antes de recordar que “el día D” llegará la semana que viene, cuando se prevé que el Congreso ratifique el acuerdo. Santos explicó que cinco días después de esa ratificación, los guerrilleros deberán trasladarse hacia las zonas dispuestas para la desmovilización, y a los 90 días comenzarán a dejar las armas. “En 150 días, en tan sólo 150, todas las armas de las FARC estarán en manos de Naciones Unidas”, por lo que las FARC,“como grupo armado, habrán dejado de existir”, agregó. El presidente dijo que este acuerdo es “mejor” que el original porque “recoge las esperanzas y las observaciones de la inmensa mayoría de los colombianos”. Por otro lado, el mandatario dijo que convocará a todos los partidos y sectores para “que participen y contribuyan” con el objetivo de alcanzar “un gran acuerdo nacional para la implementación de la paz”. Sin embargo, los sectores de la oposición que rechazaron el nuevo pacto, liderados por el ex presidente Álvaro Uribe, manifestaron que convocarán a protestas y reunirán firmas para que sea sometido a una consulta popular. Sostienen que las modificaciones que se hicieron ignoraron dos de sus principales reclamos: que los jefes de la guerrilla sean encarcelados por sus delitos y que no puedan postularse para cargos públicos.

En su turno, Timochenko afirmó que “nadie debe quedar fuera” del nuevo acuerdo de paz porque “implicó debates profundos con todas la voces” de la sociedad. Además, propuso formar un gobierno de transición para su cumplimiento, aunque no dio más detalles. Dijo que el pueblo de Colombia está “harto de violencia” e “intolerancia”, y llamó a sus “adversarios políticos” a “convivir en la diferencia”.

Luego de la ceremonia de ayer, más corta y sobria que la de setiembre, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, llevó el acuerdo al Congreso, donde lo recibió su presidente, el senador Mauricio Lizcano. “Recibo con responsabilidad y compromiso el nuevo acuerdo de paz. El Congreso trabajará sin descanso en su refrendación e implementación”, dijo Lizcano. En la carátula del texto, se lee: “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”.