“Elegir entre Donald Trump y Hillary Clinton es como optar entre el cólera y la gonorrea”, dijo meses atrás el fundador de WikiLeaks, Julian Assange, entrevistado por Democracy Now! Frases como esta se repitieron en una campaña que se caracterizó por el rechazo que generaban los dos principales candidatos a la presidencia estadounidense y por las discusiones acerca de cuál de los dos era el peor o el más peligroso.

Un ejemplo de ese estado de ánimo fue un obituario publicado en el periódico Richmond Times-Dispatch en mayo, cuando todavía se procesaban las internas pero ya se sabía quiénes serían los candidatos del Partido Demócrata y el Republicano: “Ante la idea de votar a Donald Trump o Hillary Clinton, Mary Anne Noland optó, en su lugar, por dar el paso hacia el amor eterno de Dios”.

Otra de las voces que proclamaron orgullosas su rechazo a los dos candidatos fue la de la actriz Susan Sarandon, que en las primarias demócratas apoyó al rival de Clinton, Bernie Sanders. “El miedo a Donald Trump no es suficiente para que yo apoye a Clinton, con su historial de corrupción”, dijo, y anunció que votaría a la candidata verde, Jill Stein. Esta dirigente tenía una opinión parecida a la de Sarandon: “Estados Unidos va a elegir entre una reina de la corrupción y un protofascista”.

Un peligro

Hubo otros que sí tomaron partido por uno de los candidatos, pero lo hicieron por el riesgo que presentaba su rival. Por ejemplo, 370 economistas firmaron una carta pública en la que advirtieron que Trump sería peligroso y destructivo para la economía. Manifestaron que el candidato del Partido Republicano repetía “falsas y engañosas estadísticas económicas” y afirmaba que eliminaría el déficit fiscal pero había propuesto un plan que reduciría los ingresos tributarios en miles de millones.

Trump “desinforma al electorado, degrada la confianza en las instituciones públicas con las teorías conspirativas y promueve una ilusión deliberada en lugar de un compromiso con la realidad”, dijeron los firmantes de la carta, antes de advertir: “Si es elegido, representa un peligro único para el funcionamiento de las instituciones democráticas y económicas, y para la prosperidad del país. Por estas razones, recomendamos encarecidamente que no vote por Donald Trump”. Aunque criticaron varias medidas de Clinton, estaba implícito el apoyo a la candidata.

Las advertencias sobre el riesgo de que ganara Trump se repitieron una y otra vez en la campaña, desde la revista alemana Der Spiegel, que lo llamó “el hombre más peligroso del mundo”, a la escritora británica JK Rowling, que advirtió que el millonario es “peor que Voldemort”.

Otras lecturas

Los que vieron el mayor peligro en un triunfo de Clinton fueron menos, pero los hubo. Entre ellos se cuentan la líder del ultraderechista Frente Nacional francés, Marine Le Pen. Consultada acerca de las elecciones estadounidenses, respondió: “No me decido en función de un candidato u otro, me decido por el interés de Francia, y, de acuerdo con eso, creo que Hillary Clinton es un gran peligro para Francia”. Argumentó esta afirmación mencionando “sus gestiones internacionales, la guerra en Irak o en Siria y el acuerdo Tafta [acuerdo de libre comercio entre Europa y Estados Unidos]” e insistió: “Para Francia sería bueno que fuera derrotada”.

También el filósofo Slavoj Zizek consideró peligroso un triunfo de la candidata demócrata. En una entrevista con la cadena británica Channel 4 News, dijo que Trump lo “horroriza”, pero cree “que Hillary es el verdadero peligro”. Afirmó que la ex secretaria de Estado es una “guerrera fría” y tiene “conexiones con los bancos mientras simula ser socialmente progresista”. Según Zizek, como Trump “trastoca las normas” de funcionamiento de la política, un triunfo del millonario conduciría al Partido Demócrata y al Republicano a “regresar al origen, repensarse” y así, “quizá podría cambiar algo”, ponerse en marcha “un nuevo proceso político”.

En cambio, el lingüista Noam Chomsky, referente de la izquierda estadounidense, argumentó sobre el peligro que implicaba el candidato republicano en una entrevista publicada por el diario español El Periódico. Dijo que Trump movilizó sectores sociales que los dos grandes partidos estadounidenses no conseguían movilizar, como el de los cristianos evangélicos, que en su opinión se convirtieron en una fuerza política, y el de los supremacistas blancos, asustados ante la perspectiva de perder su posición dominante. “Incluso si Trump no llega a ser presidente puede ser muy peligroso”, dijo Chomsky. “Sus seguidores están acumulando armas, se han convencido de que Clinton va a instaurar la ley marcial, que va a atacarlos y que tendrán que defenderse. El propio Trump ha hecho circular la idea de que no va a aceptar el resultado. Muchos de sus seguidores piensan que el día 9, el posterior a las elecciones, será un día de mucha rabia”, agregó.

La misma condición de outsider que le permitió a Trump sintonizar con esos sectores del electorado que desconfían de la política (o que, al decir de Chomsky, no se preocupan por asuntos tales como el cambio climático porque están convencidos de que Jesús va a volver en unos pocos años) marcó distancia entre el candidato y el Partido Republicano. Varios referentes del partido lo dejaron sin su apoyo. El clan de los Bush, que incluye a dos ex presidentes y un ex gobernador, se negó a participar en una Convención Nacional Republicana que proclamaría a Trump como candidato, y no fueron los únicos. Ex candidatos, ex ministros y legisladores decidieron no hacer campaña por el empresario. Algunos directamente apoyaron a Clinton, como el ex secretario de Estado de George W Bush, Colin Powell.

En números

Entre los apoyos que recibió Clinton, se destacó el del presidente Barack Obama, cuya popularidad supera el 55% al final de dos mandatos. Toda la simpatía que pudiera contagiarle era necesaria para que la candidata fuera aceptada por los votantes.

Tanto Clinton como Trump tuvieron un fuerte rechazo de los estadounidenses. Según un estudio que publicó CNN en mayo, 51% de quienes votarían a los demócratas lo harían para impedir un triunfo de Trump, mientras que 57% de los votos republicanos eran emitidos para evitar que la ex secretaria de Estado se convirtiera en presidenta. Del total de los consultados, 65% tenía una opinión negativa de Trump y a 56% le pasaba lo mismo con Clinton.

Otra encuesta, que elaboraron la cadena ABC y el diario The Washington Post la semana pasada, concluyó que 60% de los consultados tenía una opinión negativa de Clinton y 58% de Trump. Los candidatos en esta elección fueron los más impopulares desde que se comenzó a hacer este sondeo, en 1984.

El rechazo que generó Clinton fue motivo de chistes en una parodia del primer debate entre ella y Trump que hizo el programa Saturday Night Live. La actriz que interpretaba a la candidata demócrata les decía con una sonrisa a los votantes: “Escuchen, ya entendí, me odian”, y les prometía que si la elegían presidenta se encerraría por cuatro años en la Oficina Oval para que no tuvieran que verla. “Pero si no me eligen, voy a seguir postulándome a la presidencia hasta el día en que me muera”, agregaba.

La verdadera Clinton intentó ganar las primarias en 2008, cuando fue derrotada por Obama, y ayer tenía su gran oportunidad, posiblemente la única, de ganar la presidencia. En el caso de Trump, ya adelantó en su último acto de campaña cómo recibiría una derrota: “Si no ganamos, esta será la mayor pérdida de tiempo, energía y dinero de mi vida”.