La semana pasada, un grupo de informáticos se reunió con el equipo de Clinton para pedir que se inicie una investigación independiente que compruebe lo que ellos consideran que pudo haber facilitado la derrota de la demócrata: la manipulación de las máquinas de votación electrónica en Wisconsin, Michigan y Pensilvania. Los expertos le dijeron a John Podesta, director de la campaña de Clinton, y a Marc Elias, secretario general de la campaña, que no es casual que la candidata haya tenido un peor desempeño en condados donde el voto es electrónico, en comparación con aquellos en los que se utilizaron las tradicionales papeletas y escáneres ópticos. El grupo -integrado, entre otros, por J Alex Halderman, director del Centro para la Seguridad Informática y la Sociedad de la Universidad de Michigan- informó que la ex secretaria de Estado recibió 7% menos de votos en condados con máquinas de votación, que pueden haber sido hackeadas, reportó la revista New York Magazine.

La ventaja en esos tres estados fue determinante para que Trump superara el umbral de los 270 votos del sistema de Colegio Electoral necesarios para ganar la presidencia. En Michigan, la votación fue tan reñida que todavía no se conoce el resultado oficial. En Wisconsin, Clinton perdió por 27.000 votos.

“¿Los errores de las encuestas preelectorales son el resultado de un ciberataque?”, se preguntó el miércoles Halderman en una columna publicada por el portal Medium. “Probablemente no”, respondió, “creo que la explicación más probable es que los sondeos se equivocaron sistemáticamente. Pero ninguna explicación me parece mucho más probable que la otra”. Halderman concluyó que la única manera de responder a esas preguntas es “examinando muy de cerca” todas las evidencias “físicas” -papeletas y máquinas de votación- en los tres estados “críticos”.

Todo esto impulsó a los partidarios de Clinton a reclamar el recuento de votos en esos estados, que, de revertirse a favor de la ex secretaria de Estado, podrían cambiar el curso del proceso. Para lograrlo, crearon una campaña en las redes sociales utilizando el hashtag #AuditTheVote (“revisen el voto”).

El escrutinio, que todavía continúa en algunos estados, da una ventaja de dos millones de votos a Clinton (64,22 millones) frente a Trump (62,21 millones), y sitúa el porcentaje total en 48,1% para la demócrata y 46,6% para el republicano, según la web Cook Political Report. Sin embargo, Trump se mantiene con 290 votos del Colegio Electoral y Clinton con 232. En este escenario, sería necesario que se revirtieran los resultados tanto en Wisconsin (que concede diez votos electorales) como en Pensilvania (20), y ganar los 16 de Michigan, para que Clinton gane.

Por el momento, el equipo de Clinton no se refirió al tema y tampoco mostró intenciones de solicitar un recuento de votos. De acuerdo con el diario The New York Times, la campaña de la demócrata ya se asesoró con “expertos externos”, que concluyeron que es “altamente improbable” que el resultado cambie incluso después de una revisión de las papeletas, un procedimiento que además de lento es caro.

La candidata presidencial del Partido Verde, Jill Stein, pidió el miércoles por un recuento en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, y aseguró que necesitaba recaudar más de dos millones de dólares para pagarlo. El director de la campaña de Stein, David Cobb, alertó unas horas antes en Facebook sobre la “preocupación” que generaron los informes de los expertos sobre “la posibilidad de violaciones de seguridad en los resultados de la votación”.

Las primeras del equipo

Mientras tanto, Trump sigue sumando nombres a su equipo de gobierno. El miércoles, el futuro presidente de Estados Unidos designó a la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, como embajadora permanente ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y a la multimillonaria Betsy DeVos como secretaria de Educación. Son las primeras mujeres que se suman al gabinete del magnate, tal vez en un intento por contrarrestar los comentarios misóginos que repartió en el último año.

Haley es hija de inmigrantes indios, fue muy crítica con Trump durante la campaña -en las elecciones primarias apoyó a Marco Rubio, después a Ted Cruz, y sólo respaldó a Trump cuando supo que era él el candidato de su partido- y representa un conservadurismo más flexible y diverso que el de sus compañeros republicanos.

El año pasado, luego de una matanza contra negros en una iglesia de Charleston, la segunda ciudad más grande de Carolina del Sur, Haley impulsó la retirada de la bandera confederada del parlamento estatal y la señaló como elemento de división. De hecho, llegó a cuestionar a Trump en varias oportunidades por no desmarcarse lo suficiente de los supremacistas blancos que lo apoyan.

La gobernadora, que con 44 años es la más joven de Estados Unidos, ocupará el asiento del Consejo de Seguridad de la ONU a pesar de no tener experiencia en política internacional. Trump dijo en un comunicado que Haley demostró que tiene “capacidad para unir a la gente más allá de su afiliación partidaria, para hacer avanzar políticas clave para el mejoramiento de su estado y del país”, y que puede “lograr acuerdos”, por lo que, en su opinión, “será una gran líder en el escenario mundial”.

A DeVos, en tanto, la describió como “una brillante y apasionada defensora de la educación”. La dirigente, de 58 años, fue presidenta del Partido Republicano en Michigan y actualmente encabeza la American Federation for Children, un grupo que busca que los padres puedan utilizar fondos públicos para llevar a sus hijos a las escuelas que prefieran, sean privadas o religiosas. “Bajo su liderazgo reformaremos el sistema de educación de Estados Unidos y romperemos la burocracia que está frenando a nuestros hijos para que puedan acceder a una educación de nivel mundial”, dijo Trump en un comunicado.

DeVos, que dijo que aceptaba el cargo para poder cambiar la “situación inaceptable” de la educación en su país, forma parte de la familia propietaria de la empresa multinacional Amway y está casada con Richard DeVos, un hombre que aparece en la lista de las 100 personas más ricas de Estados Unidos según la revista Forbes. Su hermano es Erik Prince, el fundador de la cuestionada empresa de seguridad Blackwater, que proveía de mercenarios a Estados Unidos en la guerra de Irak y que se hizo conocida en el mundo cuando sus “guardias de seguridad” mataron a tiros a 17 civiles en una plaza de Bagdad, en 2007.

Cuando se conoció su designación, DeVos recibió elogios del ex precandidato republicano y ex gobernador de Florida Jeb Bush, que integró junto a ella la Fundación para la Excelencia en la Educación. “Su compromiso es con las familias, particularmente aquellas que luchan en el fondo de la escala económica, con un modelo educacional obsoleto que les ha fallado generación tras generación”.

La futura ministra de Trump es además una fuerte opositora a los sindicatos de profesores, a los que llamó en varias ocasiones “un formidable enemigo”. Por eso, el principal gremio de profesores del país, la National Education Association, criticó la designación de DeVos en un comunicado en el que señaló que la nueva responsable de Educación “ha trabajado más para socavar la educación pública que por los estudiantes”.