Este domingo los italianos están convocados a votar en un referéndum decisivo para la continuidad del gobierno de Matteo Renzi. La pregunta sometida a votación contiene cuatro reformas en una. La primera de ellas elimina el bicameralismo del Parlamento: deja a la Cámara de Diputados como la única con potestad para legislar y propone que el Senado se convierta en un órgano de representación territorial.
Esta modificación se combina con otra reforma, ya aprobada, que modifica la forma en la que se elige a los diputados italianos de modo tal que garantiza la mayoría de la cámara para el partido que gane las elecciones. Antiguamente el complejo sistema de distribución utilizado en Italia permitía que el partido que tenía mayoría en una cámara no la tuviera en la otra ni fuera el partido de gobierno, lo que causaba enormes dificultades para la aprobación de leyes o reformas. Esa distribución es señalada como la responsable de que en 70 años de democracia Italia haya tenido 63 gobiernos distintos, en un sistema que exige la mayoría parlamentaria para que el primer ministro se mantenga en el poder.
La reforma que elimina al Senado como tal ya cuenta con la aprobación de ambas cámaras, pero como se aprobó por una mayoría simple es necesario que sea aprobada en referéndum.
Hay otras tres reformas que se impulsarán por este medio. La segunda, concatenada con la primera, está dirigida a reducir los costos vinculados a la Cámara de Senadores, convertida en órgano de representación territorial. Entre otras cosas, propone reducir sus integrantes de 315 a 95 y que estos sean designados por los gobiernos locales, que, a su vez, serán los responsables de pagarles el sueldo.
La tercera reforma consiste en eliminar el Consejo Nacional de Economía y Trabajo, un organismo creado en 1948 para facilitar el vínculo entre el gobierno y los representantes de los trabajadores que ha caído en desuso, pese a lo cual tiene un presupuesto anual de más de 20 millones de dólares.
La última es, junto con la del Senado, la que ha creado más polémica: “la revisión del título V de la parte II de la Constitución”. Ese apartado constitucional es el que establece las atribuciones que tienen los gobiernos regionales y el gobierno del país, y el Ejecutivo de Renzi pretende modificarlo para recentralizar algunas potestades que ahora están en manos de los gobiernos de las regiones. Entre otras cosas, se devuelve al gobierno central el poder de tomar decisiones en materia de energía, infraestructura nacional y protección civil, además de permitir a la Cámara de Diputados la toma de decisiones sobre todo el territorio nacional “cuando lo requiera la tutela de la unidad jurídica o económica de la República o el interés nacional”. El Ejecutivo italiano ha afirmado que esto busca, también, reducir los costos del Estado evitando la duplicación de funciones en los distintos niveles de gobierno y el exceso de burocracia. Pero los gobiernos locales han protestado por la quita de potestades, sumándose a los críticos de las reformas impulsadas por Renzi.
Desencuentros
El texto expreso de las reformas no parece ser el centro del debate en estos días en Italia: el propio Renzi vinculó la continuidad de su gobierno al resultado del referéndum, y el debate apunta más a los resultados de su gestión que a la propuesta de la consulta. Un ejemplo de ello es que el sector más conservador de la iglesia católica convocó a votar por el No, pero no lo hizo por el contenido de las reformas sino porque Renzi aprobó recientemente una ley que permite las uniones de las parejas del mismo sexo.
Las críticas a las reformas llegan desde todos los frentes, a tal punto que el gobierno se quedó prácticamente solo defendiendo el Sí, mientras la oposición a las propuestas llega tanto desde la oposición como desde el Partido Democrático al que Renzi pertenece. Sus críticos lo acusan de intentar acumular demasiado poder y de tener fines totalitarios. El ex primer ministro Silvio Berlusconi aseguró que Renzi quiere hacerse “un traje a medida” para perpetuarse en el poder; el líder del Movimiento 5 Estrellas, Beppe Grillo, dijo que el primer ministro es un “asesino en serie” del futuro de los italianos; y el presidente de la Liga Norte, Matteo Salvini, afirmó que Renzi no puede cambiar la Constitución porque es un “okupa” en el gobierno, ya que llegó a él sin pasar por las urnas tras la renuncia de Enrico Letta.
Según las últimas encuestas, el No ganaría el referéndum con 55% de los votos, una tendencia que se considera que se debe más a la mala situación económica de algunas regiones que a las propuestas del texto a votar. El No ganaría, según los sondeos, en las zonas en las que la oposición es más fuerte, incluidas varias de las principales ciudades del país, como Roma y Turín, donde el gobernante Partido Democrático perdió en las últimas elecciones municipales.
Renzi llegó al gobierno italiano anunciando que haría las reformas necesarias para convertir a Italia en “la democracia más estable de Europa” y se ha comprometido a dejar el cargo si las reformas no son aceptadas por la ciudadanía, aunque en los últimos días matizó su amenaza. La caída del gobierno de Renzi se convertiría en un problema para la Unión Europea, ya que los tres principales partidos opositores italianos son contrarios a la continuidad en el euro. Eso ha llevado a que autoridades y agrupaciones empresariales europeas, así como medios italianos y del bloque, advirtieran de los peligros del No a las reformas, que podrían terminar con el gobierno número 64 de la democracia italiana.