El hartazgo con el establishment y el nacionalismo de la mayoría blanca fueron dos aspectos claves para la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, coincidieron en señalar los análisis de varios medios internacionales ayer.

Hillary Clinton tiene 37 años de visibilidad política -desde que en 1979 su marido, Bill Clinton, fue electo gobernador de Arkansas- y dos décadas de trayectoria en altos cargos. Para muchos estadounidenses es una de las mayores representantes del establishment político, ese contra el cual hablaba Trump en su campaña. El empresario llegó sin antecedentes políticos y se presentó a sí mismo como alguien capaz de desplazar a los contendientes que provenían del establishment. Así lo hizo en las elecciones primarias del Partido Republicano, en las que superó incluso a Jeb Bush, que aparecía como el precandidato con más posibilidades de llegar a las elecciones del 8 de noviembre.

Según algunos medios, como la cadena BBC, Trump vio algo que las elites republicanas habían pasado por alto: las propuestas de los dirigentes del Partido Republicano ya no coincidían con las necesidades de sus bases. Mientras que los primeros proponen tratados de libre comercio y una inmigración ordenada y documentada, las segundas acusan a los inmigrantes de “robarles” el trabajo y reclaman la restauración de industrias enteras que en Estados Unidos fueron sustituidas por la importación de países con mano de obra más barata. Por eso el discurso de Trump de “Estados Unidos primero” hizo tanta mella en las desgastadas bases republicanas, que lo consagraron como el candidato presidencial pese a la oposición de la cúpula del partido.

Trump, además, explotó el miedo al futuro y la nostalgia del pasado -incluso con su lema: “Hacer a Estados Unidos grande de nuevo”-, y contó con los medios necesarios como para difundirlo lo máximo posible, coinciden en señalar las cadenas CNN y BBC. En su discurso incluyó varios aspectos para reforzar ese mensaje, sobre todo el rechazo al otro: inmigrantes mexicanos que son “violadores”, musulmanes que son “terroristas” e hispanos que llegan a Estados Unidos “para robar empleos”. Trump se dirigía a “los hombres y mujeres olvidados” por el sistema, una denominación que reiteró en uno de sus tuits publicados ayer para celebrar la victoria.

“Predominan los mensajes de desconcierto acerca de hacia dónde va el mundo, y lo que hay para sustituir a este desconcierto es una vuelta a aquello que se considera más fácil de defender, que es el Estado nación, la vuelta al proteccionismo y al cierre de fronteras”, dijo al canal español TVE el experto en política internacional del Centro de Información y Documentación Internacionales en Barcelona, Pol Morillas.

Ese discurso, junto con otros elementos de su personalidad, se convirtieron en lo más conocido de la campaña electoral, dejando de lado iniciativas o programas políticos que sirvieran para tener más pistas de cómo concretará -si es que lo hace- aquellas promesas que mencionó al pasar en sus discursos. Trump se presentó en la campaña como un empresario exitoso, honesto y sincero, que decía lo que pensaba cualquier estadounidense de a pie, aunque él no lo sea.

La victoria de Trump es, también, una “patada al tablero”, una derrota a la continuidad política que ofrecía Clinton. Respecto de la campaña de la candidata también han surgido críticas en las últimas horas: la principal de ellas es que dedicó poco tiempo a afianzar el respaldo que tenía originalmente en los estados que suelen votar demócrata, algunos de los cuales le dieron el martes la victoria al republicano.