Ayer al mediodía, en una reunión que duró más de una hora, Obama y Trump se reunieron por primera vez y dieron inicio oficialmente al traspaso de poder. El actual mandatario recibió en el Despacho Oval a la persona que durante la campaña prometió acabar con su legado en materia de inmigración y derogar el “Obamacare”, su reforma del sistema de salud. A su vez, Obama puso su cuota de hostilidad cuando reiteró en varias ocasiones que Trump no está capacitado para presidir Estados Unidos y llegó a sugerir que era una amenaza para el mundo que un hombre con su temperamento tuviera poder sobre los códigos nucleares. Pero el martes cambió todo y esas discrepancias parecen haber quedado en el pasado.

Al salir de la reunión, Trump dijo que “desea” trabajar con Obama, a quien describió como un “hombre muy bueno” al que no dudará en acudir para recibir consejos durante su presidencia. “Ha sido un gran honor conocerlo, y será un honor estar con él muchas más veces”, agregó Trump, antes de asegurar que siente un “gran respeto” por el actual presidente.

Obama, por su parte, dijo sentirse “muy alentado” por el interés de Trump en trabajar con su equipo y explicó que mantuvo una “excelente” conversación con su sucesor sobre “temas organizativos de la Casa Blanca”, política exterior y política nacional. “Quiero enfatizar, señor presidente electo, que ahora vamos a hacer todo lo que podamos para ayudarlo a tener éxito, porque si usted tiene éxito, el país tendrá éxito”, agregó Obama al finalizar la reunión. “Creo que es importante que todos, independientemente de nuestro partido y preferencias políticas, nos unamos ahora y trabajemos juntos para lidiar con los muchos retos que afrontamos”, concluyó.

Mientras, en otro salón de la Casa Blanca, la esposa de Trump, Melania, se reunía con la primera dama, Michelle Obama. Unas horas más tarde, también en la sede del gobierno, se reunieron el vicepresidente Joseph Biden, y su sucesor, Mike Pence, que ya habían hablado por teléfono el miércoles.

Trump en marcha

Desde el momento en que se conoció su triunfo, el martes de madrugada, Trump mantuvo reuniones privadas con sus asesores más cercanos para empezar a definir los próximos pasos a seguir, y los medios estadounidenses ya empezaron a especular sobre los nombres de quienes integrarán su equipo de gobierno. Todos coinciden en que en el gabinete estarán sí o sí el actual gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, y el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, que se mantuvieron muy cerca de Trump durante la campaña y que podrían ser candidatos para el puesto de fiscal general.

En la lista de nombres posibles también aparece el de la ex candidata a vicepresidenta Sarah Palin, una de las caras más conocidas del ala ultraderechista del Partido Republicano, como secretaria del Interior, y el de Steven Mnuchin, ex ejecutivo del grupo inversor Goldman Sachs, como secretario del Tesoro.

Para liderar la secretaría de Estado, los nombres que se barajan son los de Bob Corker, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores en el Senado, el ex embajador ante la Organización de las Naciones Unidas John Bolton y el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich. Para encabezar el Departamento de Defensa, en tanto, los medios mencionan como candidato al senador de Alabama Jeff Sessions, uno de los más estrechos asesores del empresario durante la campaña. Según la revista Time, Reince Priebus, líder del Comité Nacional Republicano, podría convertirse en el jefe de gabinete.

Por el momento, Trump -que tiene tiempo hasta el 19 de diciembre para terminar de configurar su equipo- no dio pistas. Todavía tiene que discutir al respecto con figuras claves del Congreso y con el resto del establishment republicano, al que tiene pendiente conquistar.

Primero la adaptación

Los congresistas republicanos dijeron el miércoles que están listos para trabajar el año que viene en una agenda que se amoldará a lo que pretende Trump, según informó el diario The New York Times. La primera parte de esa agenda incluye derogar la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (el Affordable Care Act, uno de los logros más importantes de Obama y que proporcionó cobertura médica para 20 millones de personas), recortar impuestos y levantar las restricciones sobre el uso de energía no renovable y contaminante -Trump dijo, literalmente, que el cambio climático es “una mentira”-. “El objetivo es tratar de llegar a una sintonía”, dijo a The New York Times el líder de la bancada republicana en el Senado, Mitch McConnell, consciente de las divisiones que generó en el seno del partido la irrupción del “fenómeno Trump”.

Otras cuestiones que deberán analizar son el nombramiento de un juez conservador para la Suprema Corte de Justicia -que tiene una vacante desde la muerte de uno de sus miembros a principios de año-, las regulaciones sobre las empresas y Wall Street, y la disminución de la intervención del Estado en la creación de políticas en áreas específicas, como la educación.

Pero hay otro puñado de medidas propuestas por Trump que los republicanos no comparten, como renunciar a los tratados de libre comercio o llevar adelante un eventual acercamiento con Rusia. Los congresistas republicanos también discrepan en una de las propuestas más polémicas del futuro presidente: la de construir un muro en la frontera con México. En este punto, los diputados republicanos ofrecerán a Trump un plan alternativo y que sería menos costoso, según informaron ayer asesores de los congresistas a la agencia de noticias Reuters.

El proyecto incluye la instalación de filas dobles de vallas en vez de construir un muro de ladrillos y cemento. También contempla el aumento del personal de seguridad en la frontera, según explicaron los asesores consultados. Un asesor republicano en la Cámara de Representantes dijo a Reuters que los congresistas que trabajan en esta propuesta se la presentarán a Trump una vez que esté formado el equipo de transición.

El día después de la victoria del millonario, México insistió en que no pagará por el muro, tal como él se propone. Las relaciones entre el gobierno mexicano y Trump, sin embargo, no están tan mal. El miércoles, el presidente Enrique Peña Nieto llamó al empresario por teléfono para felicitarlo, y acordaron reunirse antes de la toma de posesión presidencial para abrir un “nuevo capítulo de confianza y respeto mutuo” en la relación bilateral, según dijo el mandatario mexicano.

Peña Nieto -que fue golpeado dentro y fuera de su país por haberle estrechado la mano en agosto al candidato que dedicó parte de su campaña a insultar a los mexicanos- dijo el miércoles que ambos iniciarán un “diálogo para crear acuerdos y buscar oportunidades”. Concluyó: “Somos aliados, vecinos y socios; si a México le va bien también a Estados Unidos, y viceversa”.

En octubre, Trump anunció todo lo que haría en sus primeros 100 días de gobierno si resultaba electo: dijo que renunciaría al Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por su sigla en inglés), que le pondría punto final al “Obamacare” y que comenzaría la construcción del famoso muro en la frontera sur. Además, prometió que denunciaría a China por manipulación de su moneda, levantaría las restricciones sobre el uso de energía no renovable, anunciaría un plan de obra pública de un billón de dólares y llevaría a cabo una reforma política federal. Antes del día 100 de su mandato, también se comprometió a expulsar a al menos dos millones de indocumentados y prohibir la entrada a Estados Unidos de ciudadanos provenientes de países donde hay actividad terrorista.

Los ojos del mundo esperan, atentos, para comprobar cuánto hay del dicho al hecho.