Todo empezó el viernes, cuando la candidata del Partido Verde, Jill Stein, presentó una solicitud formal para que se realice un recuento de votos en Wisconsin, donde Trump se impuso a Clinton por poco más de 20.000 votos. La campaña verde argumentó que existían pruebas “convincentes” de “anomalías” en la votación de Wisconsin, Michigan y Pensilvania, y que, por eso, era necesario verificar los resultados en las localidades que votaron en máquinas electrónicas. En Michigan, Clinton perdió por 10.000 votos, mientras que en Pensilvania la diferencia a favor del empresario fue de 71.000.
Las leyes de Wisconsin sólo permiten llevar a cabo el recuento de votos si lo paga el candidato que lo solicita. Es por eso que el miércoles Stein lanzó una campaña de recaudación de fondos. Hasta el viernes, los verdes habían recaudado 5,2 millones de dólares, cantidad suficiente para financiar el recuento de votos en Wisconsin y en Pensilvania. El objetivo de Stein es llegar a los siete millones de dólares para poder costear también la revisión en Michigan, donde recién ayer se proclamó la victoria de Trump, debido a la escasa diferencia de votos entre los dos candidatos.
La Comisión Electoral de Wisconsin confirmó el viernes que realizará el recuento esta semana. Al día siguiente, la decisión fue respaldada por el equipo de Clinton. “Dado que no habíamos descubierto pruebas de piratería informática o intentos externos de alterar la tecnología electoral, no planeábamos ejercer esta opción, pero ahora que se ha comenzado un recuento en Wisconsin, pretendemos participar para garantizar el debido proceso, de modo de que sea justo para todas las partes”, dijo el consejero general de la campaña de Clinton, Marc Erik Elias, quien también aseguró que apoyaría los recuentos en los otros dos estados “si Jill Stein procede con lo que ha prometido”.
Trump dijo el sábado en un comunicado que el recuento de votos en Wisconsin es “ridículo” y que tiene que ver con una “estafa” del Partido Verde para “llenar sus cofres” de dinero. Agregó que los resultados del 8 de noviembre “deben ser respetados en lugar de desafiados, que es exactamente lo que está haciendo Jill Stein”, de quien dijo que “recibió menos de 1%” del voto popular y “ni siquiera estuvo en la papeleta en muchos estados”. Trump concluyó: “La gente habló y la elección terminó”.
El presidente electo de Estados Unidos no dejó el tema ahí. El domingo, en una catarata de tuits, el empresario dijo que la revisión de los votos hará gastar “mucha plata” y que, al final, “no cambiará nada”. También recordó que Clinton “admitió la derrota” la noche de las elecciones y el día después, en el discurso en el cual aceptó los resultados.
Unas horas más tarde, y sin dar pruebas, Trump dijo que “además de ganar de manera aplastante en el Colegio Electoral”, también ganó en el voto popular, “si se descuentan las millones de personas que votaron ilegalmente”. La ventaja de Trump en Pensilvania, Michigan y Wisconsin -estados que tradicionalmente votaban demócrata- fue determinante para que Trump superara los 270 apoyos en el Colegio Electoral necesarios para llegar a la Casa Blanca. Sin embargo, en el voto popular Clinton superó a su rival en más de dos millones de sufragios, según la página Cook Political Report, que hace un seguimiento del escrutinio oficial. “Hubiera sido mucho más fácil ganar el llamado voto popular que el Colegio Electoral si hubiera hecho campaña en tres o cuatro estados en lugar de los 15 que visité [...] Pero los estados pequeños están olvidados”, agregó Trump en Twitter.
Durante la campaña, fue Trump quien alertó en varias ocasiones sobre un posible fraude electoral y denunció que el sistema estaba “manipulado” en su contra. Incluso, llegó a amenazar con no reconocer los resultados de las elecciones si no le eran favorables.