Los 538 electores del Colegio Electoral estadounidense votaron ayer, en las capitales de sus respectivos estados, para oficializar el triunfo de Trump en las elecciones del 8 de noviembre. Cuando le tocó el turno a Texas de que se certificaran sus votos, el millonario superó el umbral de los 270 apoyos necesarios en el Colegio Electoral para su confirmación como presidente electo.

La votación del Colegio Electoral suele transcurrir sin sorpresas, como un mero formalismo, pero este año se desarrolló en medio de pedidos de no apoyar al ganador.

La supuesta interferencia de Rusia en las elecciones fue el principal argumento presentado por quienes intentaron revertir el voto de los electores. En su opinión, los resultados no son válidos porque son la consecuencia de la manipulación extranjera para desacreditar a Clinton. De hecho, diez miembros del Colegio pidieron a las agencias de inteligencia una sesión informativa sobre el hackeo de los miles de correos electrónicos del Partido Demócrata durante la campaña, para que toda la entidad esté informada al momento de votar, pero no obtuvieron respuesta.

No existe una ley que impida a los electores cambiar su voto, aunque 30 estados les exigen por ley que cumplan con el “voto comprometido”. Es que cuando los delegados electorales votan, apoyan al candidato que más votaron los ciudadanos de su estado. Tienen un compromiso como representantes.

El resultado sólo podría revertirse si 37 electores hubieran cambiado su voto. Antes de la votación de ayer sólo un elector republicano, Christopher Suprun, había dicho públicamente que no iba a votar por Trump porque “no es apto para ocupar el cargo de presidente” y es “un demagogo absoluto”, según argumentó en una entrevista. “Trump atenta una y otra vez contra la Primera Enmienda, ataca a quienes lo critican. Ataca a todas las personas que no considera adecuadas o valiosas, o que no son del origen étnico adecuado. Eso no es Estados Unidos, eso no es lo que queremos como nación”, dijo el elector de Texas, un estado donde Trump ganó con 52% de los votos. En una columna publicada en el diario The New York Times, Suprun -que durante las primarias republicanas apoyó a John Kasich- afirmó que en un principio iba a votar a Trump pero que cambió de opinión por los ataques del presidente electo a la Primera Enmienda de la Constitución, que protege las libertades de religión y expresión, y al proceso electoral estadounidense. “Estoy aquí para elegir un presidente, no un rey”, explicó. Suprun aclaró además que tampoco respaldaría a Clinton.

En tanto, un grupo de electores de la ex secretaria de Estado prometió no votar por su favorita sino apoyar a un republicano más moderado si se les sumaba un número suficiente de republicanos. La estrategia tenía pocas opciones de prosperar, porque era probable que nadie consiguiera el mínimo de 270 votos y la votación del presidente quedara en manos de un Congreso con mayoría republicana.

Por otro lado, más de 5.000 personas -asociaciones de defensa de los inmigrantes, sindicatos, grupos religiosos y dirigentes políticos- se reunieron el domingo en el centro de Los Ángeles para expresar su rechazo a la elección de Trump. Los manifestantes, que eligieron salir a las calles el mismo día en que se celebra el Día Internacional del Migrante, protestaron contra los planes de Trump en materia de inmigración y medioambiente, y advirtieron que California está lista para oponer resistencia. Los Ángeles es la ciudad con más inmigrantes del país. La movilización estuvo encabezada por el presidente del Senado californiano, Kevin de León, y el concejal de Los Ángeles, Gil Cedillo.