Funcionarios de la inteligencia estadounidense aseguraron a medios como The New York Times, The Washington Post y NBC que hackers rusos no sólo intentaron generar desconfianza en el sistema electoral, sino que buscaban, además, llevar a Trump a la Casa Blanca. Esa fue la conclusión a la que llegó la CIA después de investigar los ciberataques atribuidos a Rusia que fueron detectados durante la campaña electoral, señalaron.

El viernes, The Washington Post -citando a fuentes que tuvieron acceso al informe clasificado- aseguró que las personas que enviaron a Wikileaks los miles de correos electrónicos hackeados del Comité Nacional Demócrata y del equipo de campaña de la rival de Trump, Hillary Clinton, tenían conexiones con el gobierno del presidente ruso, Vladimir Putin. “La conclusión de la comunidad de inteligencia es que el objetivo de Rusia era favorecer a un candidato sobre el otro, es decir, ayudar a Trump a resultar elegido [presidente]”, dijo una fuente de la CIA consultada por The Washington Post.

Al día siguiente, The New York Times aportó otro dato: los rusos no sólo atacaron el sistema informático del Partido Demócrata, sino que también tuvieron acceso al republicano. Sin embargo, sólo salió a la luz la información que perjudicaba a los demócratas.

El director de comunicaciones del Comité Nacional Republicano, Sean Spicer, negó que los documentos de su partido hayan sido hackeados y aseguró que había ofrecido a ese diario “pruebas concluyentes” de que eso no ocurrió pero que el medio las ignoró.

Todavía no se sabe qué tanto impacto tuvo Wikileaks en la derrota de Clinton el 8 de noviembre, pero en su momento las encuestas mostraban un efecto negativo, y la realidad es que Trump logró la presidencia. Los correos electrónicos publicados no revelaron casos de corrupción ni otros hechos graves, pero contribuyeron a erosionar la imagen de la candidata demócrata y reforzar en algunos votantes la idea de una política fría, poco transparente y deshonesta.

En tanto, Trump, en una entrevista con la cadena Fox, calificó ayer de “ridícula” la conclusión de la CIA y consideró que se trata de una mentira impulsada “por los demócratas”, que se resisten a aceptar “una de las mayores derrotas en la historia de Estados Unidos”. Los comentarios del presidente electo, que ponen en duda los reportes de la CIA, una agencia que él mismo supervisará dentro de un mes, lo enfrentan con algunos de los líderes de su partido en política exterior, que mostraron su preocupación por la supuesta injerencia de Moscú en las elecciones. Entre ellos, se encuentran los senadores republicanos John McCain y Lindsey Graham, dos pesos pesados republicanos.

El equipo de transición de Trump reaccionó el sábado en un comunicado en el que se leía: “Esta gente es la misma que decía que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva [en Irak] [...] La elección terminó hace mucho tiempo con una de las mayores victorias en el Colegio Electoral de la historia. Ha llegado el momento de seguir adelante”.

A principios de octubre, el Departamento de Inteligencia Nacional y el Departamento de Seguridad Interna acusaron formalmente a Rusia de haber sido responsable del hackeo en el Comité Central Demócrata. Sin embargo, no habían podido comprobar que el objetivo era favorecer a Trump, como insistió Clinton durante la campaña.

Las conclusiones de la CIA estarán incluidas en un informe que Obama pidió leer antes de dejar la presidencia, el 20 de enero, para conocer las dimensiones de la actuación rusa en estas elecciones.

En su estilo

Unas horas después de que se conocieran las conclusiones sobre la interferencia de Rusia para favorecer a Trump, los medios estadounidenses confirmaban que el empresario Rex W Tillerson, principal ejecutivo de la petrolera ExxonMobil y cercano al gobierno ruso, será el elegido para el cargo de secretario de Estado.

Se espera que la noticia oficial sea divulgada esta semana y, aunque el equipo de Trump no lo quiso confirmar, el presidente electo dio algunas pistas el sábado, durante una entrevista con Fox. “Tillerson es mucho más que un ejecutivo de negocios. Él juega a escala global. Está a cargo de la que supongo que es la mayor compañía del mundo, está a cargo de una compañía petrolera que tiene prácticamente el doble del tamaño de su competidor más cercano, y que se ha gestionado increíblemente bien”, dijo Trump. “Para mí, una gran ventaja es que conoce a muchos de los jugadores [del escenario global] y los conoce bien. Hace acuerdos a escala masiva en Rusia, y hace esos acuerdos para la compañía, no para él”, agregó. Según The New York Times, Tillerson y Trump, que ya se habían reunido el martes, mantuvieron una reunión de más de dos horas el sábado.

Tillerson, de 64 años, lidera desde 2006 una de las mayores empresas petroleras privadas del mundo. Desde que ocupa ese puesto, el empresario reforzó la presencia en Rusia y mantiene una buena sintonía con Putin, que le entregó en 2013 la Orden de la Amistad, un premio otorgado a extranjeros que se esforzaron para mejorar las relaciones bilaterales.

En 2011, ExxonMobil firmó un acuerdo con Rosneft, la mayor petrolera estatal de Rusia, para hacer operaciones conjuntas de exploración y producción. Desde entonces, las dos compañías formaron diez empresas en asociación para desarrollar proyectos en territorio ruso. Esta estrecha relación de Tillerson con Rusia beneficiaría la intención de Trump de afianzar lazos con este país.

Tillerson se opuso a las sanciones que Estados Unidos y sus aliados europeos impusieron a Rusia por anexar la península de Crimea, en 2014, porque perjudicaban los negocios de su empresa. Si se confirma su designación como jefe de la diplomacia estadounidense, podría enfrentarse a un conflicto de intereses, ya que tendría que negociar medidas que tienen un impacto directo en sus negocios.

El empresario también sigue la línea de Trump respecto del cambio climático. Aunque ExxonMobil, como empresa, reconoce este fenómeno, se sabe que durante años ocultó sus efectos aun conociendo que eran reales.

El nombre de Tillerson fue el último en sumarse a una lista de posibles secretarios de Estado que incluía al ex candidato republicano a la presidencia en 2012, Mitt Romney, y al ex embajador estadounidense ante la Organización de las Naciones Unidas, John Bolton. El ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani también fue considerado por Trump para este puesto, pero el viernes informó que prefiere seguir trabajando en el sector privado, por lo que su nombre fue descartado.