“Las mujeres van a abortar, con autorización legal o sin ella”, dijo ayer el investigador brasileño Kleber Luz, quien integró el grupo de trabajo que empezó a investigar el vínculo entre el virus del zika en mujeres embarazadas y los bebés que nacen con microcefalia, que todavía no está comprobado. Una de las noticias de los últimos días, que parece respaldar la teoría de que los abortos han aumentado, es que en Recife -el estado donde más embarazadas contrajeron zika- un juez anunció a fines de enero que las habilitará a abortar si demuestran que los bebés tienen microcefalia; desde entonces el tribunal en el que trabaja no ha dejado de recibir solicitudes. Además, varios ginecólogos consultados por los medios de comunicación brasileños han contado que algunas de sus pacientes abortaron como consecuencia de la epidemia de zika y los eventuales casos de microcefalia.

Una ley de 1940 establece que el aborto es legal en Brasil cuando el embarazo es fruto de una violación y cuando la vida de la madre corre peligro. En 2012 el Supremo Tribunal Federal (STF) agregó una tercera situación en la que el procedimiento es legal: cuando el bebé no tiene cerebro (anencefalia). Este fallo se basa en que el bebé no podrá vivir una vez que haya nacido. Distinto es el caso de la microcefalia, que implica que el cerebro del bebé es más chico que lo normal, a lo que se vinculan deficiencias neurológicas que pueden ser mayores o menores y que no siempre significan que su vida esté en riesgo.

El incremento de los casos de microcefalia en Brasil comenzó a detectarse en el último trimestre del año pasado, y en diciembre se declaró la alerta nacional. Sin embargo, no hay datos oficiales actualizados sobre cuántas mujeres embarazadas contrajeron zika o cuántos de esos bebés fueron diagnosticados con microcefalia.

Voces plurales

Varias organizaciones civiles aprovecharon la coyuntura para movilizarse a favor de la legalización del aborto. Además, en las redes sociales varias organizaciones feministas piden a las mujeres embarazadas que recurran a la Justicia para solicitar el permiso para abortar. De esta forma buscan que se visibilice la necesidad de legalizar el procedimiento; sin embargo, hacerlo puede exponer a esas mujeres, porque una vez solicitado el aborto legal, si se hacen uno ilegalmente la solicitud puede convertirse en una prueba en su contra, en un país en el que se persigue a las mujeres que abortan.

Por otra parte, un grupo de abogados reconocidos de Brasilia prepara una demanda para presentarla directamente ante el STF. Varias asociaciones de abogados y grupos de activistas preparan acciones similares.

El gobierno no se había pronunciado sobre este tema. Ayer fue consultado al respecto el ministro de Salud, Marcelo Castro, quien no dio su opinión y se limitó a señalar: “La ley brasileña sólo permite abortos en tres casos [...] somos agentes públicos y no podemos hacer otra cosa que defender la ley”.

El escenario es tan complejo que incluso generó respuestas distintas desde los grupos religiosos. Después de reunirse con Rousseff ayer, los jerarcas del Consejo Nacional de las Iglesias Cristianas de Brasil reconocieron que es necesario “debatir” con la sociedad la descriminalización del aborto ante esta situación. Se trata de una de las varias organizaciones religiosas que en los últimos días han manifestado una postura más abierta que la de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil. Este organismo, que representa al episcopado, advirtió días atrás que la detección de microcefalia en un feto “no justifica” el aborto. Incluso su secretario general, el obispo auxiliar Leonardo Ulrich Steiner, dijo al diario O Estado de São Paulo que el aborto “favorece a la eugenesia, una práctica para seleccionar a personas perfectas”.