El papa Francisco llegó a México el viernes y dedicó su primer discurso a hablar sobre la corrupción. Lo hizo durante el acto de bienvenida en el Palacio Nacional, ante el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, y otras autoridades. Allí cuestionó que “cuando se busca el camino del privilegio, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.

En una reunión que mantuvo el sábado con el clero en la catedral de Ciudad de México, Francisco exhortó a los obispos a ser “transparentes” e involucrarse en la lucha contra el narcotráfico y la violencia, “comenzando por las familias” e “involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad”.

Afirmó: “Sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada”. En ese mismo encuentro, el papa destacó “la fecundidad” de la presencia de los indígenas y su importancia para dar a México “aquella identidad que los convierte en una nación única y no solamente una entre otras”.

Ayer, en una misa que brindó en el estadio municipal de San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas, el papa se refirió al trato que han recibido las comunidades indígenas y dijo: “Perdón, hermanos”.

Recordó que esas comunidades fueron “despojadas de sus tierras” y “cómo de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad”. También cuestionó la forma en que “algunos”, en el transcurso de la historia, han considerado inferiores “sus valores, su cultura y sus tradiciones”. Otros, dijo, “han sido mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban”.

Entre estos pueblos “hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente” que, dijo, “de muchas formas y maneras se ha querido silenciar”. Ayer, el papa visitó la tumba de Samuel Ruiz, el obispo de San Cristóbal de las Casas que dedicó su vida a la defensa de los indígenas y medió entre el gobierno mexicano y la guerrilla zapatista durante el levantamiento de esta última, en 1994.

El domingo en Ecatepec, el municipio más poblado de México y uno de los más pobres y más violentos, Francisco pidió construir un México “donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos”.