Alemania apenas creció en el último trimestre de 2015, y lo hizo gracias al mayor gasto estatal destinado a atender la crisis de los refugiados y a un mayor nivel de actividad en la construcción, que contrarrestaron la caída que sufren las ventas externas del país, el tradicional impulsor de su economía. Las cifras indican que en el último trimestre de 2015 la economía alemana creció sólo 0,3%, en valores desestacionalizados, respecto de los tres meses anteriores, cuando también había crecido 0,3%, según los datos publicados por la Oficina Federal de Estadística, Destatis.
De esta manera el crecimiento alemán se estabiliza en torno al promedio regional. Está por debajo de Bulgaria (0,8%), Estonia (1,2%), España (0,8%), Hungría (1%), Polonia y Rumania (1,1%) y Eslovaquia (1%), y así Alemania deja el lugar de locomotora del grupo.
Según estos datos oficiales, la balanza comercial es la responsable del bajo crecimiento de los últimos trimestres -0,4% en el primer y segundo trimestres y 0,3% en el tercero-. El deterioro del saldo del intercambio comercial en Alemania se explica por la caída de las exportaciones en el cuarto trimestre en comparación con los tres meses anteriores, ya que si bien las importaciones también disminuyeron, lo hicieron a menor ritmo. Para el conjunto del ejercicio 2015, Destatis calcula un crecimiento medio de la economía alemana de 1,7%, que sería de 1,4% una vez corregidos los efectos calendario.
En cuanto a los distintos sectores de actividad, la producción industrial alemana -el más dinámico de ese país- cayó en diciembre 1,2% y encadenó dos meses consecutivos con números negativos, en este caso según los datos del Ministerio de Economía alemán. El dato de la industria alemana sorprendió de manera negativa a los principales analistas, que esperaban un repunte de 0,5% en el último mes del año, y es una nueva señal del efecto que el enlentecimiento de los países importadores tiene sobre el corazón de la economía germana.
La caída en la actividad del sector industrial se da en un marco interno de desempleo en niveles históricamente bajos y en el que el consumo interno subió a máximos, impulsado por el abaratamiento del petróleo. Este hecho demuestra que el sector secundario alemán depende en forma crucial de lo que le demanden los países emergentes (en particular China), dado que la demanda de varios de los socios de la zona euro se encuentra deprimida. China, el cuarto mayor comprador de las manufacturas alemanas, crecerá este año 6,3%, según la proyección del Fondo Monetario Internacional, por debajo del 6,9% de 2015 y del 7,3% de 2014.
Pese a los datos anteriores, el Bundesbank (el banco central alemán) prevé que el crecimiento en el país se acelerará en el primer trimestre del año, y que el impulso provendrá del consumo privado.
La confianza de los empresarios sobre el futuro de la economía y las empresas alemanas ha bajado en los últimos dos meses, y una caída de las acciones mundiales ha llevado al indicador referencial de Europa a su menor nivel desde 2013. A pesar de que los bancos centrales de todo el mundo están recortando las tasas de interés y el Banco Central Europeo considera una mayor flexibilización, la mayor incertidumbre está pesando sobre las perspectivas de Alemania.
La demanda interna alemana está fuerte como consecuencia de la caída del precio del petróleo -Alemania es importador neto- y por la inflación controlada a pesar del programa de flexibilización monetaria del Banco Central Europeo que el país ha aceptado a regañadientes.
El crecimiento de la demanda de los alemanes y sus efectos sobre las pequeñas economías europeas es lo que varios analistas esperan desde hace años. Se asegura que el estilo alemán de exportar mucho más de lo que importa está frenando el desarrollo del resto de la zona euro.
Varios gobiernos de la región que implementaron (e implementan) políticas de austeridad severas, las cuales generaron tensiones sociales y políticas que amenazan la continuidad del proyecto de la moneda común, no logran colocar su producción en los mercados internacionales. No son pocas las voces que insisten en que el gobierno de Angela Merkel pudo haber hecho que las consecuencias de estas políticas no fueran tan duras. Además de la presión sobre los bancos, los préstamos solicitados por los gobiernos y la quiebra del mercado inmobiliario, en los últimos años se crearon enormes desequilibrios comerciales y financieros entre los países miembros, casi siempre aprovechados por Alemania, un país con una enorme productividad y competitividad a favor. Para muchos, hubiera sido más fácil para los países en crisis hacer ajustes si el gobierno alemán hubiera dejado de tener superávit comercial. Quizá ahora, con una demanda más fuerte de Alemania estos países puedan recuperar el crecimiento.
El exceso de ahorro alemán podría irse a la importación de productos de otros países o invertirse en la generación de infraestructura interna y, de esta forma, emplear trabajadores nacionales o extranjeros que al finalizar el año fomenten el turismo o las remesas a familiares en el extranjero.