Mientras en el plano internacional el conflicto en Siria no da señales de estar terminando y en territorio francés el Partido Socialista (PS) se muestra cada vez más dividido, renunció a su cargo el canciller francés, Laurent Fabius. Asumirá la presidencia del Consejo Constitucional francés, que juzga la constitucionalidad de las leyes.

La renuncia llega en un mal momento para el presidente François Hollande. Por un lado, sus objetivos en Siria no están ni cerca de concretarse. Francia integra la coalición internacional liderada por Estados Unidos y su objetivo es que el conflicto sirio termine y que lo haga con la salida del gobierno de Bashar al Assad. Pero el último intento de negociación entre las partes fue suspendido la semana pasada, sin resultados concretos, mientras en Siria el Ejército de Al Assad, con el apoyo de Rusia, avanzaba sobre el bastión de los rebeldes, Alepo.

Fabius se refirió a este tema. Ya de salida, dijo ayer que hay una posición ambigua por parte de “los actores de la coalición” y que no tiene la sensación de que haya “un compromiso muy fuerte” de su “principal piloto”, en alusión a Estados Unidos, aunque no lo mencionó. Por otro lado, si bien la renuncia de Fabius no está vinculada a la división interna que vive el PS, ésta dificulta la elección de un sucesor. Pese a esto, ya suenan los nombres de la ministra de Energía y Ecología, Ségolène Royal, y el ex primer ministro Jean-Marc Ayrault. El fraccionamiento del partido se hizo más que evidente hace dos semanas, cuando renunció Christiane Taubira al Ministerio de Justicia, a consecuencia de un “gran desacuerdo político” con el Poder Ejecutivo. Lo que la alejó es lo mismo que en los últimos días ha provocado críticas de parte de diputados y senadores socialistas: la reforma constitucional, que incluye varias medidas para enfrentar al terrorismo. La más polémica es la que permite retirarles la ciudadanía francesa a las personas condenadas por delitos de terrorismo que tengan doble nacionalidad.

Esta norma fue aprobada ayer en Diputados -resta su aprobación en el Senado- y la votación mostró que ni el oficialismo ni la oposición se comportan de forma compacta. Alrededor de 60% de los diputados del PS (168 de 287) siguió el liderazgo de Hollande y votó a favor de la propuesta, mientras que el resto lo hizo en contra o se abstuvo. Algo parecido sucedió en el opositor Los Republicanos: más de 40% de los diputados se abstuvo o votó en contra, pese a que la directiva de su líder, Nicolas Sarkozy, era apoyarlo.

En esta primera instancia la iniciativa fue aprobada -al igual que la extensión del estado de emergencia, hasta mayo-, pero para que pueda ser promulgada necesita el apoyo de tres quintos del Parlamento en una sesión conjunta, una proporción que no alcanzó en la votación de ayer y a la que se prevé que tampoco llegue en el Senado.