El principal informativo de Brasil, Jornal Nacional (del grupo Globo), dedica más de la mitad de su tiempo a las denuncias sobre corrupción y sus repercusiones, de lunes a sábado, en horario central, antes de la telenovela de las 21.00.
Diariamente aparece como culpable el Partido de los Trabajadores (PT), aunque el escándalo de Petrobras involucre a otros partidos. Así se refleja en las opiniones en la calle y así lo mostraron las masivas protestas del domingo contra el gobierno.
Ese malestar contra el oficialismo se sentía en las calles, incluso antes de que la designación de Luiz Inácio Lula da Silva como jefe de gabinete reactivara las protestas. En el supermercado, en las paradas de ómnibus, en la fila del cine, todo se convierte en razón para criticar al gobierno: desde los precios de los alimentos, la demora del transporte o lo caro que resulta ver una película.
En el supermercado alguien se sorprende en voz alta ante el precio de un producto. “Si Dilma no puede ni siquiera sostener su gobierno, ¿cómo va a contener la inflación?”, agrega otro indignado.
Para el politólogo Danilo Silvestre, es natural que las personas vinculen la recesión económica del país con las investigaciones sobre corrupción que involucran a políticos, “no sólo de la alianza oficialista”, recuerda. “Es cierto que el país atraviesa una crisis económica, hay aumento de precios de alimentos, crece el desempleo, entre otros factores, y la gente se entera de las denuncias sobre desvíos de dinero público, pago de sobornos y lavado de activos, lo que acentúa el descontento de la población, que ve los recursos públicos gastados por la corrupción”, agrega. Sin embargo, “el enfoque de las protestas es siempre ‘afuera Dilma’, ‘afuera PT’, ‘afuera Lula’. No se ve frases que digan ‘afuera todos los corruptos’ o ‘afuera Cunha’”, dice Silvestre, en referencia al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, acusado de corrupción.
En ese contexto, Silvestre evalúa que la actuación del juez Sérgio Moro, al quitarle el carácter de reservado a las escuchas telefónicas a Lula el mismo día que se anunciaba su designación, puede ser interpretada como una maniobra política para inflamar las protestas. “Me parece que lo hizo de forma muy pensada, porque él sabía cuál sería la reacción de la población tras escuchar las grabaciones”, opinó. A su entender, el hecho de que justamente Globo (principal grupo de comunicación del país) haya accedido a los audios es otro punto que refuerza su análisis. “Moro dejó de ser un juez para ser un actor político en este momento, algo que debe ser cuestionado”, afirma.
A lo largo del día, era difícil encontrar un lugar, ya fuera en los comercios, las salas de espera o las casas, que no tuviera una televisión prendida transmitiendo Globo, que interrumpió su programación para transmitir imágenes de las manifestaciones contra el gobierno a lo largo del día.
En los movimientos sociales, que temen el retorno de la derecha al gobierno aunque no estén de acuerdo con la actual gestión, crece la sensación de que la prensa influye en el rechazo popular hacia el gobierno en la medida en que concede más espacio a las denuncias de corrupción que involucran a los petistas.
Ante el miedo de que Dilma no logre terminar su mandato y asuma el vicepresidente Michel Temer (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) -“el Frank Underwood”, de la serie House of Cards, dice Silvestre- o incluso otros nombres en la línea sucesoria -como el del propio Cunha-, algunos movimientos sociales tratan de alentar la convocatoria del PT para marchar hoy en defensa de la democracia.
En la militancia del PT la adrenalina es alta. “Hay mucha incertidumbre y parece que en cualquier minuto una bomba podrá explotar. No sabemos hasta qué punto Lula podrá ayudar como ministro o provocar una intensificación de las maniobras políticas de la oposición para quemarlo”, decía días atrás a la diaria la militante experta en comunicación política Marina Marcondes. “Podría ser un tiro en el pie”, opinaba.