Por primera vez en 70 años, Austria tendrá un presidente que no es ni socialdemócrata ni demócrata cristiano. Alexander van der Bellen, que se postuló a las elecciones como candidato independiente pero con el respaldo del partido ecologista Los Verdes, ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el domingo con 50,3% de los votos frente a 49,7% de su rival, el ultranacionalista Norbert Hofer, según anunció ayer el ministro del Interior, Wolfgang Sobotka. La diferencia de votos fue sólo de 31.026, en un país de más de ocho millones de habitantes.
Las proyecciones de boca de urna divulgadas el domingo le daban la ventaja a Hofer, que reunía 51,9% de apoyo. Pero faltaba conocer el resultado de los votos por correo, que representaron 14% del total y dieron vuelta el resultado. El nuevo presidente ganó en todas las capitales y en cuatro de los nueve estados federados que componen Austria. Su rival, del euroescéptico y xenófobo Partido de la Libertad, tuvo una votación fuerte en las zonas rurales.
Hofer reconoció su derrota unas horas antes de que se anunciaran los resultados oficiales y publicó en su cuenta de Facebook: “Por supuesto que estoy triste. Me hubiera encantado tener la posibilidad de velar por nuestro maravilloso país como presidente”. El dirigente logró en estas elecciones el mejor resultado que ha tenido el Partido de la Libertad, que se benefició de la crisis de refugiados en Europa con su discurso antiinmigrante.
Van der Bellen, un economista de izquierda de 72 años y antiguo líder de Los Verdes, se pronunció unos minutos después de conocer los resultados. “Se ha hablado de las divisiones en este país, entre derecha e izquierda, entre la ciudad y el campo, entre los de arriba y los de abajo, entre jóvenes y viejos. Pero creo que se puede ver así: son dos mitades que forman Austria, y una es igual de importante que la otra”, dijo. Consciente de la fractura política que estas elecciones demostraron -y que sirvieron de alerta para el actual gobierno austríaco y para una Europa que asiste al crecimiento del ultranacionalismo-, Van der Bellen prometió ser un presidente de consenso. El futuro mandatario reconoció que muchas personas no se sienten escuchadas y que será necesaria una política que no se ocupe tanto de sí misma sino de “las preocupaciones y miedos reales” de la gente. Agregó que su objetivo es que cuando finalice su mandato “el mayor número posible de personas en Austria pueda decir: me va bien o mejor que hace seis años; mis hijos tienen un buen futuro”. Además, en una muestra de la “imparcialidad” con la que anunció que dirigiría el país, dijo que renunciará a su militancia en Los Verdes.
Líderes de países miembros de la Unión Europea se pronunciaron sobre los resultados de estas elecciones. El presidente de Francia, François Hollande, y su primer ministro, Manuel Valls, felicitaron a Van der Bellen por su triunfo. En Twitter, Valls dijo que se sentía “aliviado” al ver “que los austríacos rechazan el populismo y el extremismo”, y pidió a los demás países europeos que “aprendan la lección”. El ultraderechista Frente Nacional francés, en cambio, aplaudió el avance de la extrema derecha en Austria, que percibe como una muestra de que puede haber “una mayoría para un candidato que defiende ideas fundadas en la defensa de la identidad nacional”. Por su parte, Frauke Petry, la líder del partido xenófobo alemán Alternativa para Alemania, aseguró al diario Der Standard que el avance del Partido de la Libertad es importante no sólo para Austria, sino “para toda Europa”.