Verónika Mendoza llegó tarde a la entrevista porque se perdió en las calles de Montevideo, pero no lo lamentó: “Sirvió para conocer un poquito más”, dijo. Algo parecido pasó cuando se lanzó como candidata del Frente Amplio a la presidencia de Perú: hasta diciembre, los sondeos la ubicaban última y los medios apenas la registraban. A partir de enero vivió un empuje tan fuerte que llegó a ser una amenaza real para Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori, dos candidatos de derecha que encabezaban las encuestas y que este domingo se enfrentan en balotaje. Mendoza contó a la diaria cómo este proceso sirvió para consolidar a la izquierda en el país y advirtió sobre la importancia de frenar la posible vuelta del fujimorismo al gobierno. Ayer llamó públicamente a votar por Kuczynski.

-¿Cómo está participando el Frente Amplio en la campaña electoral, después de la primera vuelta y a pocos días del balotaje?

-En varias dimensiones. Primero nos ha parecido importante volver a los lugares donde tuvimos un importante respaldo, por ejemplo, en la región del sur. Hemos hecho una gira de agradecimiento, de relanzamiento del Frente Amplio, para decirle a la gente que votó por nosotros que el Frente Amplio continúa, que va a seguir trabajando no sólo en el Parlamento, con la bancada de 20 congresistas que se ha logrado colocar, sino en el fortalecimiento de los territorios, en colocar gobiernos locales en [las elecciones regionales de] 2018; va a trabajar de cara a las presidenciales de 2021. También actúa sentando posición respecto de los dos candidatos que han quedado en la segunda vuelta. Marcamos claramente la distancia entre ellos y nosotros -ellos pregonan la continuidad de un modelo que nosotros queremos cambiar-, pero también señalamos con mucha claridad que, desde nuestro punto de vista, la peor amenaza para nuestra democracia y para nuestro país es la posibilidad del retorno del fujimorismo al gobierno. Entonces hemos hecho un trabajo de memoria, hemos recordado lo que fue la dictadura fujimorista y señalado lo que es el fujimorismo actual, sus vínculos con el narcotráfico, con la corrupción. Por lo tanto, llamamos a la ciudadanía a cerrarle el paso a su posible retorno.

-Las últimas encuestas muestran que Keiko Fujimori lleva varios puntos de ventaja sobre Kuczynski. Teniendo en cuenta lo que fue el régimen de su padre, Alberto, en los años 90, y considerando también las denuncias que rodean a la candidata de Fuerza Popular, ¿cómo se explica el apoyo mayoritario que tiene entre la población peruana?

-Hay varias razones. Una de ellas tiene que ver con que el fujimorismo, no podemos dejar de reconocerlo, ha hecho un trabajo permanente en las distintas regiones del país, visitando estas localidades; más en una lógica clientelar, populista, llevando dádivas y regalos, pero en buena cuenta tuvo más presencia que muchos otros partidos políticos, que solamente se activan en campaña electoral. Otra razón es que, lamentablemente, no ha habido como política de Estado un trabajo de memoria respecto de lo que significó la dictadura fujimorista, su relato todavía no se ha cerrado, no hay un consenso nacional alrededor de este, porque el fujimorismo, a pesar de la recuperación de la democracia en el 2000, mantuvo su presencia en las instituciones, en la opinión pública, y ha tratado de construir un relato propicio a su reivindicación como fuerza política, que pasa por la negación de las violaciones a los derechos humanos, la negación de la corrupción y la exaltación de la figura de Alberto Fujimori, a pesar de que está preso por corrupto y por violar los derechos humanos. También por su vínculo con grupos de poder económico y medios de comunicación, que son sumamente permisivos con esta fuerza política y le siguen dando tribuna, cuando lo que correspondería, en una circunstancia como esta, es decir con claridad que se trata de una amenaza para nuestro país.

-¿Cómo ve un Perú presidido por Keiko Fujimori?

-Con mucha preocupación. Esperamos que eso no vaya a ocurrir, porque creemos que sería verdaderamente nefasto desde diversos puntos de vista. Uno de ellos es el de nuestra memoria como país, nuestra dignidad nacional, porque significaría, de alguna manera, negar todo lo que pasó en los años 90; significaría mantener la impunidad respecto de todos los delitos que cometieron en aquella época, y significaría avalar la corrupción, el clientelaje, la violencia como manera de hacer política y de gobernar. Pero también es una amenaza en términos muy concretos, dados los vínculos entre el fujimorismo y el narcotráfico, en el sentido de que se podría instaurar y desplegar un “narcoestado”, en el que los vínculos entre la política y el narcotráfico se desplegarían con mayor facilidad que la que existe en estos momentos, y esto en términos de violencia, de corrupción y de desvío de fondos públicos para otros fines, lo cual sería, también, nefasto.

-¿Cómo se posicionaría el Frente Amplio en este posible escenario?

-En cualquiera de los dos casos nos vamos a constituir como oposición al gobierno. Sea este presidido por la señora Fujimori o por el señor Kuczynski, porque ambos tienen una visión política completamente distinta a la nuestra. En cualquiera de los dos casos vamos a hacer un trabajo de contención, de resistencia, respecto de la arremetida que se podría venir contra la institucionalidad democrática, contra los derechos laborales, contra la institucionalidad ambiental, contra los derechos de las comunidades; vigilar que no haya una corrupción desmedida, vigilar el uso de los recursos públicos y también tratar de avanzar en algunos temas de nuestra agenda. Somos conscientes de que va a ser muy difícil, por la composición del Parlamento, pero sabemos que en la medida en que el Frente Amplio pueda articularse con el movimiento social, con la ciudadanía, vamos a avanzar.

-Si se mira para atrás, pareciera que en la historia de Perú no hubo mucho espacio para la izquierda, y que entre el electorado tampoco hay un sector marcado que vote a la izquierda. ¿Cuáles son las raíces de este fenómeno?

-Es una historia que viene de atrás y que tiene que ver, en parte, con la presencia y el despliegue de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru en los 80, que hasta ahora sirve como pretexto para estigmatizar a las izquierdas como violentistas, cuando ya hace buen tiempo que ha habido un clarísimo deslinde, y desde el Frente Amplio hemos marcado nuestras distancias con ese tipo de prácticas y maneras de hacer política. También porque, justamente, parte de los efectos de la dictadura fujimorista fue la desinstitucionalización, no solamente desde el punto de vista del Estado sino de los partidos políticos, las organizaciones sociales, por la vía de la cooptación, de la persecución y criminalización de algunos líderes sociales, sindicales y políticos de izquierda. Nos ha costado muchísimo reconstruir una identidad, una organicidad, luego de la recuperación de la democracia. Tanto así que en los sucesivos procesos electorales la izquierda siempre se diluyó en proyectos políticos más de centro, centroderecha, mediante los cuales pretendía ganar un espacio y defender alguna agenda. Esta ha sido la primera vez, desde la recuperación de la democracia, en todo caso desde los años 90, en la que la izquierda como tal asumió una identidad propia, política, programática, y la ha defendido a lo largo de todo el proceso. Nuestra responsabilidad en este momento es preservar esa identidad, no solamente para el Frente Amplio sino también para la propia democracia peruana, para la cual una condición sine qua non es que haya un mínimo de equilibrio de propuestas políticas y de ideologías en el escenario. Si no, es una hegemonía neoliberal total perniciosa para la democracia.