-¿Qué se estaba haciendo en el gobierno antes de que Rousseff fuera apartada de la Presidencia y de que todo su Ejecutivo se fuera con ella?

-En 13 años de trabajo los gobiernos del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y de la presidenta Dilma fueron capaces de producir cambios profundos en la sociedad brasileña, que está muy marcada por la exclusión social, económica y política. Hay que recordar que Brasil fue el último país de América en abolir la esclavitud y en construir la República -su ciclo republicano comenzó a fines del siglo XIX, y no a inicios de ese siglo, como en otros países-. Esto lo hace un país marcado por un fuertísimo carácter autoritario, excluyente en lo social y con enormes dificultades para convivir en el ambiente democrático: esos son los cimientos de la democracia brasileña.

-Los gobiernos del PT se caracterizaron por intentar incluir a esos sectores más excluidos.

-En los últimos años Brasil cambió en un proceso de inclusión social mediante la agenda política, fundamentalmente del empleo y de los programas sociales. Se crearon más de 20 millones de puestos de trabajo, se incluyó a 30 millones de brasileños en el sistema de seguridad social y se aumentó el salario mínimo 80% por encima de la inflación. También se expandió el acceso a la universidad mediante varios programas -pasamos de tres a ocho millones de jóvenes estudiando en universidades-, se impulsaron programas de apoyo a la agricultura familiar, se construyó un ambiente de respeto a la diversidad étnica, racial y de género. Hubo un cambio muy fuerte, se avanzó de una democracia política a una social. Pero además hay una segunda gran estrategia política fuerte: las iniciativas internacionales de nuestros gobiernos, con una visión muy clara de construir los proyectos nacionales a partir de integraciones regionales fuertes, con el Mercosur y la Unión de Naciones Suramericanas.

-Esa apuesta en el terreno internacional parece estar cambiando con el actual gobierno, con José Serra al frente de la cancillería.

-Invertimos mucho en esas estrategias de integración regional, y también en buscar relaciones duraderas por intermedio del BRICS [Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica]. Estos espacios generan la posibilidad, con el tiempo, de crear un frente político alternativo al centro capitalista mundial. Estos dos movimientos son los que busca interrumpir el gobierno golpista de Brasil. Hay que recordar que el senador Serra es quien presentó un proyecto en el Senado para que Brasil saliera del Mercosur. La brasileña es una elite culturalmente subordinada a Estados Unidos y Europa.

-¿Qué reformas quedaron por hacer?

-Hay una dirección clara en los cambios que generamos en Brasil: repartición del poder económico y del político. Quedaron, especialmente, la agenda de reforma política, de la democratización de los medios de comunicación -que es necesaria por la manipulación de la información en Brasil- y una respuesta a la brutal falencia de un sistema de representación política en Brasil.

-¿Están dadas las condiciones para que vuelva el gobierno de Dilma?

-Es una historia con un final abierto. No podemos subestimar las fuerzas políticas y económicas que comandan el golpe y que cuentan con el apoyo de los grandes medios, de sectores empresariales brasileños con sus conexiones internacionales y de parte del aparato estatal. Pero cada día aparecen los liderazgos golpistas profundamente involucrados en casos de corrupción y se expone su intención de generar el golpe para paralizar los procesos de las investigaciones contra la corrupción en Brasil.

-¿Cómo trabajará el PT para buscar la restitución de Rousseff?

-Estamos convencidos de que estos serán meses de intensa movilización política y popular en un espacio de resistencia democrática. Los frentes sociales urbanos y agrarios han demostrado una fuerza importante cuando se articulan. En los próximos meses nuestro trabajo será ampliar la conciencia democrática en el país, crear bases sociales y políticas para aislar al gobierno y volver a la democracia, que es absolutamente innegociable. Cualquier condición de futuro político en el país pasa por el reconocimiento y el respeto a la voluntad popular, que es el regreso de la democracia y de la presidenta Dilma.

-Usted es uno de los cofundadores del PT. ¿Qué enseñanzas le deja este proceso?

-Son varias. Nos marcamos para diciembre un encuentro extraordinario para hacer un balance. Tenemos mucho para aprender. Evidentemente es una derrota importante. Fuimos derrotados cuando la derecha quebró la democracia y alejó a la presidenta Dilma, pero no estamos vencidos. En este momento toda la energía está puesta en la resistencia democrática. Creo que hay mucho para debatir en diciembre; los cambios en el país son enormes, pero un golpe de esta naturaleza muestra la fragilidad democrática y la ausencia de una fuerza política y social capaz de evitar un movimiento de esa naturaleza. En el último año se redujo mucho el apoyo popular al gobierno, y ese distanciamiento creó el espacio para esta aventura golpista.

-Se aisló mucho a Dilma, incluso por parte del PT.

-Hubo un distanciamiento importante. Tal vez hayamos sido ingenuos al creer que también para las elites brasileñas la democracia es un valor estratégico fundamental: para ellos es sólo un valor instrumental y punto. Después de cuatro elecciones en las que ganó un programa de reformas populares, en la primera oportunidad política que vieron derrotaron a ese programa con la tentativa de imponer uno nuevo, que es absolutamente reaccionario en lo político y ultraliberal en lo económico.