La propuesta de introducir un pago universal sin contraprestaciones ni condiciones de ningún tipo fue rechazada por 76,9% de los votantes suizos, que, convencidos por el gobierno nacional, optaron por no acompañar esa idea surgida en un café de la ciudad de Basilea. El propietario del café, Daniel Haeni, y sus aliados proponían votar, bajo el sistema de democracia directa suizo, la creación de un ingreso mensual de 2.500 francos suizos (unos 2.600 dólares) por cada adulto y 625 francos por cada menor de 18 años. La propuesta buscaba “promover la dignidad humana y los servicios públicos” en un momento de creciente preocupación por los efectos de la automatización de la producción en cuanto a la pérdida de puestos de trabajo.

“Como empresario soy realista y contaba con un apoyo de 15%. Ahora parece que hay más de 20%. Lo encuentro fabuloso, sensacional”, diijo Haeni al conocer los primeros resultados del referéndum. Manifestó su alegría al ver el “interés de los medios” y la “creación de una tendencia” sobre el tema. Los ciudadanos suizos acudieron a las urnas luego de que el comité que promovía la propuesta consiguiera más de las 100.000 firmas necesarias para convocar el referéndum en 2013.

El gobierno suizo, seguro de que sería rechazada la propuesta, llevó adelante una tibia campaña basada en la idea de que un ingreso garantizado podría desestimular el trabajo y por esa vía la actividad productiva del país. Además, consideraba éticamente cuestionable darle una compensación material a una persona sin que a cambio esta hubiera producido algo de valor. Finalmente alertaba sobre el efecto que el costo de la iniciativa -estimado por el gobierno en 2.100 millones de dólares- podría tener sobre las finanzas públicas.

Luzi Stamm, parlamentario del derechista Partido Popular Suizo, temía que en caso de ofrecer una renta de ese monto, “billones de personas tratarían de mudarse a Suiza”. Afirmaba: “Si fuéramos una isla, la respuesta sería sí, pero con fronteras abiertas, es absolutamente imposible, porque Suiza tiene altos niveles de vida”.

La consulta popular en Suiza es la primera que se hace en el país, y puede resultar la precursora de una tendencia. En Finlandia, el gobierno seleccionó al azar a 10.000 adultos a quienes durante dos años pagará 550 euros mensuales, buscando medir el impacto de ese ingreso en la propensión a trabajar y en otras decisiones de vida que toman los beneficiarios. Si esta prueba tiene éxito, la intención del gobierno de derecha finlandés es extender este plan a todo el país. En marzo, el gobierno de la provincia de Ontario, Canadá, puso a prueba la renta básica universal dentro de su territorio. Por otro lado, las autoridades de la ciudad de Utrecht, Holanda, decidieron conceder sin ninguna condición una renta básica de 1.000 euros mensuales a los habitantes para participar en un experimento científico que busca averiguar si las personas siguen esforzándose cuando perciben dicho ingreso sin ninguna obligación a cambio.

La idea comenzó a analizarse en círculos académicos a mediados de los años 80 y en 1986 se creó la red mundial Basic Income Earth Network, que agrupó a economistas, políticos y activistas de varios países. En Europa diversas organizaciones buscan recoger un millón de firmas para pedir a la Comisión Europea que elabore un estudio de viabilidad, con el argumento de que es factible y que sería la mejor manera de desterrar la pobreza.

Philippe van Parijs, filósofo y economista belga, es uno de los principales impulsores de la renta básica y la define como un monto que reciben las personas independientemente de su nivel de ingresos y que no está condicionado a ninguna contraprestación. En este sentido se aparta de otras medidas como las asignaciones familiares o los ingresos ciudadanos, en los que existe una focalización de las prestaciones en los grupos sociales más desfavorecidos o se exige el cumplimiento de alguna meta como condición para percibirlos.

Para Van Parijs, una renta de este tipo desacopla el ingreso generado por el crecimiento económico y la contribución que cada persona hace a dicho crecimiento y puede permitir que ciertas personas puedan trabajar menos, liberando puestos de trabajo que pueden ocupar otras personas. Desde el punto de vista filosófico ha sido presentada como “un camino capitalista hacia el comunismo”, en el entendido de que una sociedad basada en esta idea se guía a partir de la máxima “de cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades”.