Hong Kong y Suiza desplazaron a Estados Unidos de la primera posición entre los países con mayor capacidad de competir internacionalmente, de acuerdo con el ranking elaborado por el Centro de Competitividad Internacional (IMD, por su sigla en inglés). El IMD es un centro de investigación que publica este ranking desde 1989 elaborado a partir de la base de datos del Fondo Monetario Internacional, pero también utilizando encuestas realizadas entre empresarios de más de 50 países. En la edición de 2016, además de Hong Kong, Suiza y Estados Unidos, figuran en la lista de los diez más competitivos Singapur, Suecia, Dinamarca, Irlanda, los Países Bajos, Noruega y Canadá.
En el caso de Hong Kong, el texto señala que en el último año existió una “preocupación sistemática” por favorecer el “ambiente de negocios”, y agrega que el “pequeño tamaño de Suiza y su énfasis en promover la calidad” determinaron su permanencia en el tope de la lista. “Estados Unidos continúa impulsando la performance de la economía mundial”, indica el trabajo, pero aclara que existen otros factores a tomar en cuenta además del crecimiento para explicar la competitividad. Acerca de Hong Kong, se destacan además las ventajas provenientes de un sector financiero y bancario desarrollado, los bajos impuestos a la innovación y la inexistencia de restricciones a los movimientos de capital hacia o desde el territorio. Asimismo, el informe señala que Hong Kong es una puerta de ingreso a China continental para las inversiones extranjeras directas.
El patrón unificador en el caso de los 20 países que lideran el ranking de competitividad es el foco que han puesto en establecer una regulación “amigable” con los negocios, el desarrollo de la infraestructura física e intangible y la existencia de instituciones “inclusivas”.
Si se excluyen del análisis los casos de Hong Kong y Singapur, la competitividad de Asia ha caído “marcadamente” respecto de un año atrás, en particular en Taiwán, Malasia, Corea del Sur, Indonesia y China. Por su parte, el estudio revela que algunos países de Europa del Este como Letonia, Eslovaquia y Eslovenia han mejorado “de manera sorprendente”, a la vez que destaca las mejoras en la competitividad de economías de Europa occidental como España e Italia, pero también registra que existieron caídas en Francia y Alemania. El trabajo indica que en el caso de las economías del oeste de Europa que mejoraron su competitividad, la clave se encontró en el papel jugado por el sector público en la poscrisis financiera.
Chile, en el puesto 36 del ranking de competitividad, es el único latinoamericano que aparece entre los 50 primeros, y Argentina, que aparece en el lugar 55, es el único país de la región que mejoró su posición respecto de 2015.
El ranking que elabora el IMD se basa en el análisis de 340 indicadores que surgen de considerar cuatro dimensiones: performance económica, eficiencia del sector público, eficiencia de los negocios e infraestructura. Dichos indicadores se elaboran a partir de las respuestas de más de 5.400 directores de empresas que responden acerca de la situación de su propia organización y la economía del país en el que la empresa está inserta. Pero además el ranking considera “datos duros” provenientes de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Organización Internacional del Trabajo, así como de organismos nacionales de estadísticas y consultoras privadas.
El director del IMD, el español Arturo Bris, comentó que “uno de los elementos que el ranking deja claro año tras año es que el crecimiento económico actual no garantiza la futura competitividad”. Para Bris, los datos recolectados desde hace 25 años indican que se amplía la brecha entre países pobres y ricos. “La riqueza de los países más ricos ha venido creciendo, excepto en los últimos dos años, mientras que los países pobres apenas han visto mejorar las condiciones de vida desde que comenzó el nuevo milenio”, comentó Bris, y agregó que “el crecimiento basado en la innovación permite mejorar la competitividad de los países pobres, pero también hace crecer la inequidad”.