Uno de los atentados fue en la capital de Irak, Bagdad; causó la muerte de 125 personas y dejó a otras 135 heridas, algunas de ellas de gravedad. El primer ministro iraquí, Haidar al Abadi, consideró que fue un “ataque desesperado” del grupo jihadista como respuesta a la recuperación, por parte del Ejército, de Faluya, una ciudad cercana a Bagdad que EI controló hasta hace poco más de una semana. Según el gobierno, este fue el atentado más sangriento en Bagdad en lo que va del año.
El otro atentado fue en Dacca, la capital de Bangladesh. Allí un grupo de seis jihadistas armados tomó un restaurante que suele ser visitado por turistas, donde 20 personas fueron mantenidas como rehenes. Antes de que las fuerzas de seguridad terminaran con la vida de los seis atacantes y liberaran el lugar, éstos acuchillaron a 28 personas, incluidos los rehenes. El ataque fue reivindicado por Estado Islámico y por la rama de Al Qaeda en la región, Ansar al-Islam.