“Este levantamiento es un regalo de Dios para nosotros, porque será el motivo para limpiar nuestro Ejército”, dijo el sábado el presidente turco, después de que su gobierno anunciara que había detenido a 6.000 personas por haber conspirado para dar un golpe de Estado. Según las autoridades, se detuvo a 2.839 soldados y 2.745 jueces y fiscales, entre ellos 140 integrantes del Tribunal Supremo, 48 del Consejo de Estado y cinco del órgano supervisor de los jueces turcos.

El número de detenciones en el Poder Judicial, con el cual el gobierno de Erdogan tiene una relación conflictiva desde hace años, es llamativo, sobre todo, porque ese sector no jugó un papel importante en el intento de golpe, que no prosperó. Otro dato llamativo es que los militares detenidos son mayoritariamente soldados rasos. Hay sólo 29 coroneles y cinco generales, y una única persona vinculada a la política: el coronel Ali Yazici, que era el asesor del presidente en cuestiones militares.

“Pagarán un alto precio por esto”, aseguró Erdogan en el acto en el que participó el sábado de noche, horas después de haber retomado plenamente el poder. Los militantes que lo escuchaban reclamaron que se aplique la pena de muerte a los golpistas. “¡Que los cuelguen!”, decía uno de los cánticos, informó la agencia de noticias Reuters. En respuesta, Erdogan dijo: “No podemos ignorar esta demanda”. Agregó que el Parlamento reconsiderará la aplicación de la pena de muerte, que fue abolida en 2004 para cumplir con las exigencias de acceso a la Unión Europea (UE).

Justamente de este bloque llegaron ayer las primeras advertencias al gobierno turco. El intento de golpe “no puede ser un cheque en blanco para el señor Erdogan” y “no puede haber purgas, la ley debe acatarse”, dijo el canciller francés, Jean-Marc Ayrault. También informó que en la reunión que mantendrán hoy los cancilleres de los países de la UE se emitirá un comunicado en respaldo a la democracia turca, en el que se advertirá que el gobierno de ese país debe cumplir con las normas democráticas europeas para integrarse al bloque.

Por su parte, el ministro de Justicia de Alemania, Heiko Maas, dijo en su cuenta de Twitter que “la venganza y la arbitrariedad no contribuirán a la pacificación” de Turquía. El comisario europeo de infraestructura, el alemán Günther Oettinger, advirtió que si Erdogan continuara con esta “purga” en las Fuerzas Armadas y el Poder Judicial, “fortalecería su posición en el ámbito doméstico, pero se aislaría internacionalmente”.

Puertas adentro

El viernes, una facción del Ejército turco se levantó contra el gobierno de Erdogan. Logró tomar los estudios de la televisión pública, TRT, y obligó a los periodistas a leer al aire un comunicado en el que una junta militar anunciaba que había tomado el poder. Se desplegaron tanques en las calles y se intentó bloquear puntos estratégicos de Turquía, entre ellos las carreteras que unen al país con Europa. Menos de cuatro horas después de los primeros levantamientos, comenzaron las detenciones de soldados.

Mientras la situación era confusa, Erdogan grabó un video mediante la aplicación FaceTime en el que pedía a la población que saliera a las calles a defender la democracia. Lo mismo pidió el primer ministro, Binali Yildirim, en un discurso televisado por canales privados y transmitido por Twitter. También instó a salir a las calles un mensaje de texto que el gobierno envió a los turcos mediante un sistema de alerta previsto para desastres naturales y atentados terroristas. Parte de la población respondió a esos llamados y salió a manifestarse contra el intento de golpe de Estado y a enfrentar a los militares desplegados en las calles, que, según los relatos de los testigos, eran pocos en distintos puntos de las ciudades. En simultáneo, los cuatro partidos políticos más importantes de Turquía, dos de ellos opositores, emitieron comunicados en respaldo a la democracia.

Ya en las primeras horas, fuentes oficiales dijeron a los medios de comunicación que el gobierno atribuía el intento golpista a los seguidores de Fethullah Gülen, un imán que quería para Turquía un sistema democrático fuerte combinado con la aplicación de los principios del islam. Gülen estuvo muy vinculado con el Partido de la Justicia y el Desarrollo y con el Ejecutivo que lideró Erdogan como primer ministro entre 2002 y 2013. En este último año algunos de sus seguidores denunciaron corrupción en el Ejecutivo, y esto llevó a que esa alianza se rompiera. Desde 1999 Gülen vive en Estados Unidos, país al que Erdogan pidió su extradición en su encendido discurso del sábado. El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, llamó a Turquía a presentar pruebas que demuestren que Gülen estuvo vinculado con este levantamiento.

El viernes, Gülen emitió un comunicado en el que condenó “de forma enérgica” el intento de golpe de Estado. Consultado por periodistas, dijo que “existe la posibilidad de que el alzamiento fuera una puesta en escena”, informó el diario británico The Guardian.

Distintos analistas consultados por medios de comunicación turcos y europeos han señalado que el fracaso del golpe muestra que en los últimos años la sociedad turca ha alcanzado una madurez democrática que la lleva a no obedecer las órdenes de los militares, como sucedía hasta hace unos años. Sin embargo, también señalaron que hay aspectos llamativos de este intento, como que fue dirigido contra un gobierno muy popular. “Ese fue claramente un error”, dijo el periodista experto en defensa Burak Bekdil al diario español El País. Por su parte, el periodista Michael Lüders dijo a la agencia alemana DW que el levantamiento fue “una sorpresa”; por un lado, porque el gobierno de Erdogan había logrado mantener una buena relación con el Ejército, y por otro, porque no hay motivos aparentes para que las Fuerzas Armadas intentaran tomar el poder. Otro aspecto llamativo señalado por Lüders es que no había “ambiente político” para que ocurriera un golpe de Estado.

Otro analista, Fadi Hakura, consultado por la cadena BBC, dijo que el intento de golpe “colapsó antes de siquiera haber empezado” por la falta de apoyo que tuvo incluso dentro del Ejército. “Fue de novatos”, agregó. Además, los militares no tuvieron en cuenta el papel que desempeñan las redes sociales en Turquía y tardaron mucho en bloquearlas, lo que le dio tiempo a la gente para comunicarse entre sí y recibir los mensajes de Erdogan y del gobierno. Por su parte, el analista militar Gareth Jenkins dijo a la agencia Reuters: “Este golpe fue muy bien planeado, pero usando un manual de la década de 1970”.